Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
Director: Profesor de la UCA Dr. José Antonio Hernández Guerrero
Coordinación del blog:
Antonio Díaz González
Ramón Luque Sánchez

Contacto y envío de textos:
clubdeletras.uca@gmail.com


domingo, 24 de enero de 2016

Claves del bienestar. Las ansias incontroladas de vivir en otros mundos conducen, a veces, a no vivir en ninguno.



14. Las ansias incontroladas de vivir en otros mundos conducen, a veces, a no vivir en ninguno.

                                       
                                                                   
Aunque parezca un simple juego literario, todos sabemos que es posible andar por la vida sin vivir. Todos conocemos a seres humanos que transitan por nuestras calles como si fueran muertos vivientes o vivos murientes. Las almas en pena no son creaciones de poetas o alucinaciones de amargas pesadillas, sino individuos reales que ensombrecen el horizonte, enfrían el ambiente y apenan el ánimo del vecindario. ¿Os habéis fijado cómo algunos, afligidos, disfrutan contando penas, narrando miserias y lamentado desgracias? ¡Por favor! No tratéis de consolarlos porque se sentirían ofendidos. El dolor, el sufrimiento y la angustia constituyen para ellos el ecosistema que, paradójicamente, los sostiene y los alimenta. Sin amarguras o sin tormentos, perderían los alicientes que los mantienen vivos-muertos y se difuminarían los estímulos que dan sentido a sus muertes-vidas.

Otros mortales, por el contrario, son todo juventud y vida, e, incluso, cuando fallecen, se despiden de nosotros sin haber llegado a envejecer. Todos conocemos a seres privilegiados que, tras prolongadas y dolorosas enfermedades, no son capaces de frenar su dinamismo juvenil; y no faltan quienes, postrados en el lecho, soportan durante larguísimos años agudos padecimientos sin que se les apague el entusiasmo vital. Mueren llenos aún de ganas de vivir y de hacer cosas: de seguir aprendiendo, de ser útiles a los demás. Se despiden de todos nosotros mostrando sus anhelos de que sigamos contando con ellos, con su tiempo y con sus experiencias que ofrecen sin esperar nada a cambio.

En mi opinión, el deporte, además de ser una estimulante terapia que fortalece el cuerpo y rejuvenece el espíritu, constituye una expresiva metáfora de la vida porque sirve para explicar el talante con el que debemos asumir los dolores. Hemos de ser como los deportistas que están perfectamente entrenados para perder y para ganar; hemos de sentirnos empujados por una voluntad de hierro; hemos de seguir corriendo con entusiasmo y con un afán constante de superación; hemos de ser esforzados y, en ocasiones, intrépidos, sin darnos nunca por vencidos.

 

                     José Antonio Hernández Guerrero


domingo, 17 de enero de 2016

Las claves del bienestar. Las dificultades para digerir las experiencias desagradables, reducen nuestra capacidad para disfrutar de las agradables.





13.- Las dificultades para digerir las experiencias desagradables, reducen nuestra capacidad para disfrutar de las agradables.
                                                          
Aunque, efectivamente, amargarse la vida es fácil, desarrollar el “arte” de amargarse la vida de una manera sistemática requiere cierto aprendizaje que se adquiere desde la más tierna infancia. Es cierto que algunos episodios por sí solos nos hacen sufrir y que algunas personas “hartibles” poseen especial habilidad para estropearnos el día, pero también es verdad que, a veces, somos nosotros mismos los que nos empeñamos en castigarnos y los que disfrutamos mostrando al mundo entero lo sufridores que somos.

Todos conocemos a personas que pasan por normales, que se regocijan con las penas o, al menos, con el relato de los dolores que, de manera permanente, ellos padecen. Y es que quejarse es una de las maneras más frecuentes de llamar la atención y de darnos importancia. De la misma manera que unos alardean de guapos, de listos, de ricos o de fuertes, otros, por el contrario, presumen de ser unos eternos mártires. Son aquellos que se convencen a sí mismos y nos demuestran a los demás que, hasta las acciones más inocuas, encierran componentes dañinos que nos hieren o nos ofenden.       

¿Conoce usted a alguna de esas personas que, permanentemente, interpretan los sucesos cotidianos como insoportables y los eventos triviales como desmesurados? Aunque es cierto que, como ocurre en la mayoría de los hábitos, esta singular manera de ser depende de los genes y de la educación que hemos recibido, también es verdad que la psicología nos enseña que nosotros mismos hemos de ser los creadores de nuestra propia felicidad limpiando de manera permanente los molestos pedruscos del camino y fortaleciendo la piel del cuerpo y del espíritu.

Tengo la impresión, sin embargo, de que en la actualidad la queja, igual que los malos modos, goza de un brillante prestigio, sobre todo, en algunos medios de comunicación. Si hace algún tiempo la prudencia y la discreción se mostraban como un lujo, ahora es la protesta la que se exhibe como un signo de distinción. Quizás sea una manera de expresar el rechazo de otros desórdenes presentes o pasados, estimulados por la admiración de los reprimidos ante el poder emocional de los que están justamente indignados. Pero puede ser también el síntoma de un suave masoquismo, esa tendencia de algunas personas a disfrutar sintiendo dolor, imaginando que sufren, o, quizás, su origen estribe en el profundo convencimiento del valor salvífico de los sufrimientos por sí mismos.

  

José Antonio Hernández Guerrero

jueves, 14 de enero de 2016

Reunión Club de Letras en Cádiz

El próximo viernes, día quince de enero, a partir de las seis de la tarde y en el aula cuatro del Aulario Constitución de 1812, celebraremos en Cádiz una segunda reunión del Club de Letras.
Teniendo en cuenta el creciente interés que muestran los amantes de las letras por los relatos breves y partiendo del hecho constatado de que estos textos suelen constituir los primeros pasos de la actividad escritora, en esta reunión ofreceremos,
- Unas nociones básicas sobre su naturaleza y unas pautas elementales que orienten su lectura, fundamenten sus comentarios críticos y ayuden a su elaboración.
- Lectura de relatos breves originales e inéditos.
- Información sobre la celebración del Día de las Letras en las diferentes ciudades.
- Información sobre Specvlvm.
- Información sobre nuestra página WEB.  
- Ruegos y preguntas.

                 Cordialmente, José Antonio

domingo, 10 de enero de 2016

Claves del bienestar. Las enfermedades nos descubren nuevos mundos.




               12.- Las enfermedades nos descubren nuevos mundos

                                      
Sí –querido amigo Juan-, el bienestar no sólo es compatible con la ancianidad sino también con las enfermedades. Todos hemos podido comprobar cómo incluso esas dolencias y esos sufrimientos que los males físicos acarrean nos pueden hacer más lúcidos, más tolerantes, más buenos e, incluso, más felices.

Las enfermedades, igual que la vejez, desencadenan en los seres humanos –pueden desencadenar en nosotros- profundas transformaciones y ventajosos cambios. Pueden alterar, por ejemplo, nuestras manera de relacionarnos con nosotros mismos, con las personas y con los objetos que nos rodean. A veces nos acercan a algunos seres que antes estaban alejados y, en ocasiones, nos distancian de un mundo que, ingenuamente, creíamos definitivamente nuestro. Cuando nos sentimos mal, las palabras cambian de significados porque las sensaciones, las emociones y los pensamientos adquieren diferentes sentidos y distintos valores; porque se alteran nuestras jerarquías de prioridades, de urgencias y de valores.

Es entonces cuando descubrimos nuevos alicientes en unas tareas que antes nos parecían escasamente atractivas como, por ejemplo, un silencio complaciente, una conversación amigable, un abrazo fraterno, una melodía sencilla, un paisaje apacible o una lectura sosegada.


Y es que las enfermedades nos proporcionan –nos pueden proporcionar- un mayor conocimiento de nosotros mismos y de los demás porque nos persuade directamente de que el cuerpo sí tiene que ver con el espíritu, la salud con la mente y la enfermedad con las emociones e, incluso, con las pasiones. Las enfermedades nos proporcionan los argumentos más contundentes para persuadirnos de que, por muy suficiente que nos creamos, necesitamos de la compañía, de la comprensión, de la cordialidad y de la ayuda de los otros. Como a Virginia Woolf, a mí también me sorprende lo escasamente que reflexionamos sobre la enfermedad “considerando lo común que es, el tremendo cambio espiritual que provoca, los asombrosos territorios desconocidos que se descubren cuando las luces de la salud disminuyen, los páramos y desiertos del alma que desvela un leve acceso de gripe, los precipicios y las praderas salpicadas de flores brillantes que revela un ligero aumento de la temperatura, los antiguos y obstinados robles que desarraiga en nosotros la enfermedad…”  


 José Antonio Hernández Guerrero

jueves, 7 de enero de 2016

Para Hakima.




Suave susurro que enamora al viento.
Delicado suspiro que enternece a una flor.
Deliciosa mirada que ilumina mi espacio.
Calidez de tu abrazo que alimenta mi amor.

Cada día es un regalo que a tu lado descubro.
Cada hora un deleite si se escucha tu voz.
Cada minuto un beso.
Cada segundo, infinito.

Maravilloso espacio que habitamos tú y yo.



Manuel Bellido.


sábado, 2 de enero de 2016

Claves del bienestar humano. El derecho a sentirnos felices.


                    


11.- El derecho a sentirnos felices
                                                 
Acabo de preguntar a varios amigos “hospedados” en la Residencia de San Juan de Dios si, a pesar de los achaques de la cuarta edad, no obstante a esa limitación de las capacidades de movimientos y, por lo tanto, reconociendo de esas trabas para la libertad de acción, es posible mantener e, incluso, aumentar el bienestar.

Las diferentes respuestas de los que se muestran contentos y, también, de los que están algo tristes o enfadados coinciden en que, aunque, a veces pasan por “momentos malos”, reclaman el derecho a sentirse felices asumiendo dichas  limitaciones. Me explican que lo pasan muy bien, por ejemplo, cuando, con las visitas, comprueban que no están solos, y, cuando, en las conversaciones, recuerdan y reviven las experiencias importantes de sus vidas. Les asustan, me dicen textualmente, “la soledad, las ausencias, el silencio, el aburrimiento, el olvido o el desprecio”.

Todos han comprobado que la vida humana, por muy completa que sea o parezca, tiene inevitables carencias y múltiples problemas que es inútil que los ocultemos. Pero también coinciden en que hemos de evitar el veneno de los permanentes recuerdos de hechos malos del pasado, el exagerado énfasis de los aspectos negativos del presente y la continua advertencia sobre los graves peligros del futuro. Temen a los individuos, dolientes y afligidos, para quienes “todo tiempo pasado fue peor”, si no fuera porque el presente les parece todavía más horrible que el pasado y porque están convencidos de que caminamos veloz e irremisiblemente hacia el caos fatal y hacia la catástrofe más aniquiladora.

Por eso tratan de evitar a esos compañeros inconsolables que sólo nos recuerdan las calamidades desoladoras, a esos “aguafiestas” para quienes el mundo es un sórdido museo de penalidades, un infierno de padecimientos y un antro de vergonzosas perversidades: “por favor –me piden- ayúdanos a defendernos y a evitar que nos estropeen la función y nos amarguen la existencia”. 


     José Antonio Hernández Guerrero


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