Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
Director: Profesor de la UCA Dr. José Antonio Hernández Guerrero
Coordinación del blog:
Antonio Díaz González
Ramón Luque Sánchez

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miércoles, 24 de agosto de 2016

Cruda antiedad y otros

CRUDA ANTIEDAD

El aire acondicionado calaba en la nuca. Se tuvo que sentar ahí, de espaldas al aparato, porque la clínica de rejuvenecimiento estaba abarrotada. Al menos no era la única loca, como aseguró su marido cuando vio la factura del hospital: "¡Estás loca!", dijo en un tono que no alcanzaba a ser reclamo porque bien sabía que esto era parte de la resaca del fin de semana a la que él había contribuido, descubriendo que además de la cruda etílica y la cruda ética existe la cruda antiedad. 


EL FIN DE SEMANA

Se emborrachó como quinceañera aunque tenía casi 37 y no solía tomar más de tres copas en una misma noche.  Pero en sus cinco sentidos no le iba a dar a su esposo un pase libre con la güera y le urgía ofrecerle a ese hombre, suyo para toda la eternidad, un cuerpo joven.


LA GÜERA

La güera terminaba su primer año de universidad. Era una FF: Firme y Flaca. Ante ella, la flacidez de su cuerpo, su cutis manchado y su talla 9 le incomodaron al grado de quererlo olvidar con alcohol. Lástima que la borrachera no logró desvanecer ese cuerpo bultoso que le pertenecía a terquedad, ni el cuerpo de la güera, que siguió siendo de la güera con firme ligereza juvenil.

EL TRATO

La mirada del esposo se debatía entre un cuerpo, el otro o los dos. "Si te acepta, te dejo libre esta noche" dijo. Su esposo dudó un segundo (a lo mucho) y antes de que ella pudiera repensarlo, ya iba tras la chamaquita. "Es un hombre atractivo”, afirmaba la que lo veía partir y la que lo veía llegar. El acuerdo se cumplió. Solo una mujer amanecería con la cruda de su vida (a los veinte ni cruda te da).

Cuando su esposo volvió, ella ya tenía la cirugía programada y el bauche en la mesita de noche. "Ya no tengo 20 años. Lo sabes, ¿verdad? Diez copas y no sé de mí, menos de ti”. Él lo sabía, por eso en cuanto vio bailar a la güera ordenó al mesero un maratón de vodkas, para poder ligar a gusto.


AIRE ACONDICIONADO

Con el tratamiento Rolling Stones parecerá de 25. Después solo tiene que esconder el pasaporte, dejarse seducir por un hombre de 40, tomar el lugar de la esposa una noche de antro, esperar a que 10 años más tarde aquel amor de su vida la intercambie por otra más nueva. Calcula: este frío insoportable se repetirá cada diez o quince años, a lo mucho cuatro o cinco veces en mi vida.

Soporta el frío con entereza.



     Roxana Xamán

domingo, 14 de agosto de 2016

Claves del bienestar humano. El bienestar.



40.- El bienestar
                                  
De manera rápida e improvisada -como tú me pides- responderé a tu directa y urgente pregunta: ¿Existe el bienestar? Te contesto: sí.

Te aseguro que, en esta ocasión, no he pedido ayudas a teorías acreditadas ni a doctrinas probadas. Mi respuesta -inmediata, ingenua e irreflexiva- sólo se apoya en la experiencia personal: en la mía, en la tuya, en la nuestra. Traigo a la memoria algunos de esos momentos intensos en los que, extasiados, la hemos disfrutado y, también, recuerdo ese estado de ánimo permanente, ese bienestar razonable, inseguro y tenue, que hemos alcanzado -eso sí- desarrollando unos esfuerzos ímprobos. Tú has podido comprobar cómo, apoyándonos mutuamente, es posible mantener los equilibrios inestables de la convivencia, prolongar los días huidizos y ahondar los fugaces minutos de nuestra corta existencia.

Tú -igual que yo- has gozado de esas chispas instantáneas, conmovedoras y fascinantes, que nos habían producido una simple mirada penetrante, un gesto complaciente, una suave caricia, una sosegada meditación, un encuentro afortunado, una compañía grata, un intenso silencio, la armoniosa cadencia de una melodía musical o, simplemente, la luz matizada de cualquier atardecer; tú -igual que yo- te has deleitado con esas partículas minúsculas, densas y sabrosas, que eran capaces de sazonar todas las fibras de nuestra existencia humana; tú -igual que yo- has saboreado los aromas sutiles, excitantes y sugestivos que han transformado nuestra visión de la vida.

Pero, también, tú tienes constancia probada de la posibilidad -de la urgente necesidad- de alcanzar el nivel aceptable de un bienestar durable. Para lograrlo, tú -igual que yo, limitación e historia- tienes que aceptar los estrechos límites de tus espacios, superar las arduas dificultades de tus tiempos, dominar a los feroces enemigos de tu identidad y pagar los altos costes del desánimo, de la indolencia o de la apatía: no tenemos más remedio que trabajar, luchar y sufrir.


El bienestar es una meta suprema y un objetivo irrenunciable que, tenaz y paradójicamente, hemos de perseguir y alcanzar mientras que, ansiosos, recorremos los caminos zigzagueantes de un mundo dislocado y mientras que, fatigados, subimos las empinadas sendas de un universo desarticulado. Ya sé que tú -igual que yo- abrigas la profunda convicción de que algunos tesoros humanos, los más valiosos, no pueden ser devaluados por el desgaste de la rutina, por el deterioro de las enfermedades ni, siquiera, por la decadencia de la senectud.


José Antonio Hernández Guerrero

sábado, 13 de agosto de 2016

Todo es posible en veinticinco líneas


En 25 líneas conviven el desamor y el amor, el antes y el después.
El llanto inconsolable y la alegría más desmensurada.
Todo en 25 líneas, la lucha diaria y las lágrimas del luchador vencido.
Los recuerdos y los olvidos crueles, todo en 25 líneas.
Las mentiras disfrazadas de verdades y la verdad disfrazadas de mentiras.
Todo en 25 líneas, los amaneceres esperanzadores y las noches sin esperanzas.
Los niños y sus canciones y las guerras eternas.
Las mujeres que maltratan y las ilusiones de blanco satén.
Todo es posible en 25 líneas, y ¿Por qué no en 22 o en 7 líneas?.
Y los versos de amor de Neruda y novelas de Kafka.
La ignorancia del arrogante y la lírica de Juan Ramón
Los desnudos de un cuadro y las metáforas de la poesía.
Todo es posible en 25 líneas y ahora mismos estamos aquí y ¿oímos?
Y nos miramos y ¿Qué guardamos en nuestros pensamientos?
Y ¿en nuestro corazones? ¿Es posible en 25 líneas?
Ay mis 25 líneas posibles ¿Quién dijo 25 líneas?
¿Qué mensaje envío en 25 líneas?, y ¿en una sola palabra, es posible? ¿Amor?
O ¿filosofía? Y porque  no, ¿humildad? O ¿comunicarnos?
Todo es posible en 25 líneas, nuestra vida en 25 líneas, si, y
Sí, son 25 líneas apaisadas, ¿entrarían mis amores de los 17 años?
O ¿quizás ahora que sigo amando, precisaría mucha prosa, o quizás es innecesaria?.
Creo firmemente, que es posible, el hacer y decir interrogantes  en 25 líneas
Pero ¿quise decir todo aquello que mi boca calla o solo es parte de mis silencios?
¿Cuando escribimos o pensamos somos robinsones en 25 líneas?



       Francisco Herrera López.2016

Claves del bienestar. El trabajo de la mujer.




44.- El trabajo de la mujer
                                                   
Es cierto que tenemos que seguir luchando para que los legisladores, mediante leyes adecuadas, favorezcan unas condiciones objetivas de las vidas de las mujeres que hagan posible que -realmente y en todas partes- sean iguales que las de los hombres: que gocen de la misma libertad efectiva y que puedan ejercer eficazmente todos los demás derechos humanos. Pero, si pretendemos la construcción de una sociedad más justa sea consistente y estable, es necesario que, además, cambiemos el sistema de significados que subyace en el fondo secreto de nuestras “inconsciencias”. 

Las diferencias sociales, laborales, económicas, jurídicas e, incluso, religiosas que separan a los hombres y a las mujeres tienen unas raíces mentales profundas que penetran hasta el fondo de nuestro mundo de los símbolos. Éstos son, no olvidemos, los factores que determinan la formación de las ideas, el significado de las palabras, la adopción de las actitudes y el mantenimiento de las pautas de los comportamientos individuales, familiares y sociales. La eficacia y el peligro de estos símbolos son mayores cuanto menor es el conocimiento de su existencia y de su funcionamiento.
En la amplia bibliografía que se ha producido en los últimos cincuenta años sobre el feminismo, abundan los libros que describen los múltiples ámbitos de la vida ordinaria en los que se manifiestan tales desigualdades, pero son escasos aún los trabajos que ahondan en esos niveles de las representaciones, de los significados, de los sentidos y de los símbolos. 

En mi opinión es necesario que tengamos en cuenta cómo, a partir de la presencia femenina, cambia el clima del espacio laboral: se alteran las relaciones, el valor del dinero, el significado del tiempo, el sentido de la actividad frente a la pasividad e, incluso, la concepción de la política y de la religión. Pienso que es el momento de preguntarnos si el modelo emergente de mujer que descalifica la pasividad generará también un nuevo tipo de interpretación filosófica, una alteración de modelos de relaciones sociales y una transformación de las reglas de juego en la política e, incluso, en la religión. Vamos a ver si las iniciativas del papa Francisco dan algunos frutos o si son frenadas por las resistencias de los obispos, sacerdotes, religiosos y laicos ultra heterodoxos. 
                             

 José Antonio Hernández Guerrero    


martes, 9 de agosto de 2016

Sr, Carreño, ¿Cómo se come un taco?






Dejó caer el plato de cartón sobre la mesa. Los tacos se asentaron al recibir el golpe. El mobiliario de plástico lo patrocinó la cervecería, junto con doscientos cartones de cuartito y hielos suficientes para mantener heladas las botellas. Antes de poner el gordo trasero en la silla, Úrsula extendió el brazo con dirección a las salsas y los limones. La gruesa capa de carne colgante de su antebrazo osciló en el aire, mientras tomaba los platitos por el borde. Los puso justo frente a su cena. El platito de salsa verde escupió al mantel blanco -este sí pagado por los novios- y alcanzó a salpicar el dorso de la mano de Úrsula, quien ignorando a Carreño, porque los tacos y las salsas mexicanas no figuran en su manual de buenas costumbres, se llevó la mano a la boca y lamió la piel ensalsada para limpiarla con su propia saliva. Los dieciocho ojos que la miraban terminaron de saltarse cuando la enorme mujer respondió al reclamo con un comentario coqueto: "¡Esta bien picosa!", soltó el cuerpo sobre la silla y se dispuso a preparar los tacos.


        Roxana Xamán

lunes, 8 de agosto de 2016

El desván de la memoria. Reseña.

El desván de la memoria, de Mª del Carmen Rodríguez

Reseña
por Juan Mena





Precedido de pensamientos de autores clásicos, una introducción de la autora, un prólogo del profesor de Teoría Literaria de la Universidad de Cádiz José Antonio Hernández Guerrero y un capítulo de agradecimientos de la misma  autora,  así como unas  dedicatorias, los pensamientos se van sucediendo  en un primer  bloque de 600, en forma de dos líneas, una segunda  parte titulada “El tiempo entre  mis manos” y otra final que lleva por título “Otro pensamientos más extensos”.


          Tanto en Occidente como en Oriente, la tradición aforística ha tenido autores  renombrados,  desde  Lao-Tzé  y  Confucio  en  China,  hasta  los Presocráticos  en Grecia y Séneca en Roma, si nos atenemos nada más que al mundo clásico.




            No es nada fácil condensar en dos o tres líneas una idea que ha de tener  una  aquiescencia  universal,  y es  que  no  hay  pensamientos  con marchamo  de  aforismo que  sea  subjetivo,  sino, todo lo contrario, ha de presentar  una  validez  que  convenza  a todos  los individuos,  incluso de civilizaciones  distintas, incluso a gentes de diferentes épocas. Para ello la literatura  gnómica  se  vale  de la concisión. La economía verbal ha de ser rigurosa. Un  pensamiento largo puede parecer que traspone el límite de lo preciso  y entonces no satisface al buen degustador de la sentencia; de ahí que  la  justeza  sea  la  divisa  de  ese  género  literario  colindante  con la filosofía,  pero  no  confundido  con  él.

           Si nos preguntamos sobre qué temas versan los pensamientos de la autora de El desván de la memoria, diríamos que sobre la índole humana, que es también un campo abonado para ese tipo de discurrir por medio de la palabra:

Dicen que la vida es muy injusta,
pero es el hombre quien no hace justicia en ella.

El único derecho humano que se cumple:
el que todo hombre tiene a expresar sus lágrimas.

Sé feliz mientras puedas,
que las desgracias nunca llaman a la puerta.

Los peores momentos de la vida
son los que nos vuelven más humanos.

Sufrir por lo que no se puede evitar,
hace que la vida sea doblemente dura.

Hay que valorar a las personas por lo mejor que tienen; 
así cerraremos los ojos a lo que les falta.

La vida se divide entre el bien y el mal:
el amor y la destrucción van siempre juntos.

              He aquí  una  muestra  de  esos  pensamientos  que  hablan  de la sensibilidad de la autora y, como dice el profesor Hernández Guerrero, es “Una amable invitación para que reflexionemos serenamente sobre nuestro mundo…” De hecho, María del Carmen Rodríguez no hace otra cosa que trasladar a la palabra sus reflexiones acerca de la índole humana tanto en el orden social como en el íntimo, concibiendo el libro, como dice el profesor Hernández  Guerrero,  bajo  la  forma  literaria  de  un  “cuaderno de notas donde  se  recogen  observaciones  y  bocetos  sobre  temas muy diversos”, recordando los consejos,  a modo de proverbios, de Antonio Machado, como recuerda el citado profesor y que ella sintetiza así:

No huyas del fuego que te quema
y te escondas en la solidaridad con otros.
Pon primero en orden la hoguera de tu casa.

El desván de la memoria es un libro que nos despierta pensamientos propios  que quizás  olvidamos  en  el tumulto  de las cosas diarias. Y con repensarlos nos da  la posibilidad  de  meditar sobre sus motivos, tan de la vida  de  cada día. La autora  condensa  en  estos  pensamientos una jugosa experiencia de la vida que la mayoría de la gente descuida y muy pocos son los que hacen honor a esa experiencia y la visten de gala con una escritura sencilla y a la vez profunda como ésta. Sus compañeras y compañeros de la tertulia Río Arillo nos sentimos dichosos de que una de sus miembros deje a los que leyeren esta riqueza de sensibilidad enriquecida por la experiencia en forma de lenguaje.


         Juan Mena

Claves del bienestar. Tradiciones.




43.- Tradiciones

                                     
Aunque es cierto que las tradiciones pueden ser legados valiosos, herencias dignas de ser conservadas, respetadas y veneradas por la posteridad; y aunque también es verdad que, a veces, resultan instrumentos claves para interpretar el sentido de nuestra cultura actual, no siempre podemos afirmar que, por el simple hecho de que unos objetos los hayan usado nuestros antepasados, sigan siendo útiles en la actualidad, o que unas creencias, por la razón de que hayan sido veneradas por nuestros mayores, constituyan valores supremos o principios inamovibles.

El hecho de que una costumbre se remonte a “toda la vida de Dios” o de que la siga practicando “todo el mundo”, no demuestra por sí sola que deba ser respetada ni conservada. Todos los adultos tenemos experiencias de que algunos instrumentos o de que algunas pautas, consideradas durante largos siglos como creencias inquebrantables o como normas inalterables, se han desvanecido cuando ha cambiado el contexto sociológico o se han alterado las condiciones económicas. Fíjense cómo, a pesar de la resistencia de los inmovilistas, se han perdido los velos en las iglesias, las capas en las fiestas de sociedad, las sotanas de los curas, los cerquillos en los frailes, el soplador en la cocina, el quinqué en el comedor o la peinadora en la alcoba; ya los médicos no recetan el aceite de ricino para los empachos ni el de hígado de bacalao para engordar. Algunos de estos objetos sólo quedan como decoraciones de paradores o como reliquias nostálgicas que nos recuerdan que los tiempos pasados no fueron mejores para la mayoría de los humanos. 
   
          Pero, además, también sabemos que una serie de usos tradicionales como, por ejemplo, la clitoridectomía, la ablación o extirpación del clítoris y otros usos destinados a eliminar, a reducir y a controlar la sexualidad de la mujer, son inmorales, inhumanos y, por lo tanto, “dignos” de ser eliminados. Esta práctica, a pesar de que constituye un hábito que se remonta a la más arcaica antigüedad y, aunque se practica en más de veinte países africanos, a pesar de ser una tradición atávica, es una superstición que, mezclada con prejuicios culturales y con convicciones religiosas, debe ser considerada como brutal agresión a los derechos humanos.


Para defender este ataque a la dignidad de la mujer como ser humano o para explicar esta mutilación corporal que tan graves consecuencias físicas y psicológicas arrastran, no podemos esgrimir el argumento histórico de que es un rito que se practicaba en el Egipto de los faraones ni aducir la prueba sociológica de que en el mundo son  más de 120 millones las mujeres mutiladas genitalmente. Los hechos sociológicos y los hábitos culturales no constituyen razones válidas para aceptar comportamientos inhumanos ni tratos vejatorios. Las prácticas antiguas y los usos tradicionales no siempre son valiosos sino que, a veces, son, simplemente, viejos, perniciosos y despreciables.


  José Antonio Hernández Guerrero

domingo, 7 de agosto de 2016

Claves del bienestar. La luz del semblante.




42.- La luz del semblante
                                                       
Aunque es cierto que, en la actualidad, el negocio dedicado a los cuidados corporales está obteniendo en España un notable auge, no podemos olvidar que el afán por mejorar el aspecto físico para gustar a los demás y, sobre todo, para gustarse a sí mismo, es un hecho permanente desde el comienzo de la civilización humana.

La Historia nos muestra cómo, en todos los tiempos y en todos los lugares, los hombres y las mujeres han buscado fórmulas para resaltar sus encantos y para disimular sus defectos. Recordemos, por ejemplo, cómo la reina de Egipto, Cleopatra, se aplicaba abundantes cosméticos elaborados con cenizas, con tierras y con tintes. Y, corriendo el tiempo, los hombres del siglo XVIII usaban cuidadas pelucas para cubrir la calvicie producida por los productos que se empleaban para matar a los piojos.

En la actualidad, es variadísima la cantidad de artículos cosméticos y de productos dietéticos que prometen paliar las marcas del paso del tiempo como, por ejemplo, las cápsulas de vinagre de manzana para rebajar kilos, los geles reafirmantes de pechos, las cremas para eliminar arrugas, los tónicos faciales, las pomadas para endurecer los glúteos, los ungüentos para fortalecer los músculos o los potingues para evitar la piel naranja.

Pero, según la publicidad, el procedimiento más eficaz -y, también, el más caro y el más peligroso- es la cirugía estética: una especialidad de la cirugía plástica, dedicada a restaurar la forma y la función de las estructuras del cuerpo humano. Progresivamente va aumentando el número de hombres y de mujeres que, influidos por los anuncios espectaculares, acuden a los quirófanos para que les acorten la nariz, les reduzcan las orejas, les eliminen la papada, les supriman los “michelines”, les estiren los pómulos, les disimulen las ojeras o, en resumen, les proporcionen una careta de plástico.

Resulta sorprendente, sin embargo, la escasa preocupación que se advierte por lograr una expresión agradable, una mirada amable o una sonrisa dulce. A nuestro juicio, la cualidad más importante y más difícil de conseguir es esa transparencia del rostro que revela un alma serena y un espíritu tranquilo, esa luz del semblante que desvela un temperamento equilibrado y una profunda paz interior.

La belleza humana es una imagen visible de ese bienestar que nace en el fondo de la conciencia; la elegancia es, no lo olvidemos, un lenguaje que, dotado de significante y de significado, habla, transmite y comunica mensajes; la armonía entre los miembros corporales resplandece cuando es el reflejo directo del equilibrio de las facultades espirituales, cuando descubre los sentidos profundos que orientan toda la vida. Por eso, se concentra en el brillo de una mirada limpia y se difunde en el resplandor de una sonrisa tranquila. ¿Por qué –me pregunto- para lograr una expresión más agradable, más atrayente y más serena, no desarrollamos el mismo esfuerzo que desplegamos, por ejemplo, para disimular una arruga?


José Antonio Hernández Guerrero


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