Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
Director: Profesor de la UCA Dr. José Antonio Hernández Guerrero
Coordinación del blog:
Antonio Díaz González
Ramón Luque Sánchez

Contacto y envío de textos:
clubdeletras.uca@gmail.com


jueves, 30 de marzo de 2017

Acta de la reunión del Club de Letras en Jerez 24-3-2017



Asistentes:
Laura Puerto, Fernando Vázquez, Segundo González, Mª José Morales, Mª Luisa Niebla, Maritxé Abad, Rosa Marrufo, Pepi Roldán, Paqui Sánchez, Agustín Fernández y Carmen Franco.

*En el encuentro del Club de Letras del pasado viernes 24 de marzo, nuestro querido profesor, y como primer punto del día, nos anunció las distintas actividades que llevará a cabo el Club de Letras y en las que deberíamos participar de forma activa:

-18, 19 y 20 de Abril- Encuentro sobre el Bienestar (quien quiera asistir debe inscribirse)
-12 de Mayo- Se celebrará el Día de las Letras en Algeciras, dedicado a Juan Téllez

“Trae a veces el levante, del mar, la música,
 ese pecio dorado del recuerdo que encalla
en días violentos sobre el alféizar verde
donde el viajero contempla la ciudad enemiga,
sus árboles trémulos o el velador vacío”  

 (Director de Las Letras Andaluzas). Podemos participar con un texto propio y enviarlo previamente a Josefina Núñez (jonumo2002@yahoo.es). El texto debe ocupar menos de 20 líneas, que sería el máximo.

-19 de Mayo- Acto público en Paterna de Rivera. También se puede participar activamente con nuestros textos y con las mismas condiciones, en este caso se los enviaremos al compañero Agustín (agustin.f.reyes@colvet.es)

-26 de Mayo- Homenaje a Gloria Fuertes – “Me llevaron a un colegio muy triste donde una monja larga me tiraba pellizcos, porque en las letanías me quedaba dormida”- en Cádiz (Biblioteca de la Universidad, antiguo policlínico). Podremos leer textos suyos o nuestros dedicados a ella. También debemos enviarlos previamente al compañero Agustín. Insistimos en la regla de que los textos deben ocupar 20 líneas o menos, no se aceptarán los que no cumplan con ese requisito.

- Por último, tenemos pendiente un acto en Vejer, pero aún no se ha concretado la fecha.

*Como segundo punto del día, José Antonio propuso como tema a desarrollar: LA PALABRA o LAS PALABRAS.

Como siempre la variedad entre los textos brilló por su presencia.

Estos textos deben ser mal hechos para seguir y continuar desarrollándolos y mejorarlos.

Mª Luisa Niebla propuso volver a retomar la idea de sortear uno de los textos realizados para hacerle un análisis crítico.

*El tercer punto comprendía preguntas, respuestas y dudas (traídas de casa escritas), sobre los temas 12 y 13 del cuaderno “El arte de comunicar”.

“En la comunicación, para leer en público, hay tres factores fundamentales: el emisor, los destinatarios y el mensaje que queramos transmitir, pero el más importante es el destinatario”.

“Los escritores, los poetas, somos actores y la sobreactuación es nefasta, y el público lo percibe de manera directa. Si queremos que nos escuchen, no debemos creernos o mostrarnos como los protagonistas del acto”

“Es inútil que se pida atención si no nos atienden, si ocurre es porque no les interesa el tema. Debemos hacer propuestas y estar atentos a los destinatarios para que vayamos conectando y conocer sus intereses”.

“Si gastamos el tiempo en estimular el interés no pasa nada, lo que no se puede hacer es dar el discurso sin pensar en el destinatario porque se aburriría. Tenemos la obligación ética de acumular ideas, sensaciones o convicciones para cualquiera que pudiera estar interesado.

En cualquier discurso deben estar incluidas las tres conclusiones: viaje, paseo y aventura.

 “Una clase sobre literatura es fundamentalmente un paseo, van a ver al conferenciante para distraerse, es un género lúdico. Todas las palabras transmiten mensajes, un modelo implícito o explícito de vida”

“No es lo mismo un sermón en una iglesia sobre el amor, que una conferencia sobre el amor en un salón de actos, o un libro de poesía sobre el amor. Los tres son conceptos diferentes, pero pueden ser convergentes. Con palabras bellas podemos conseguir que se acepten los mensajes que queremos transmitir.”

“El discurso debe ser riguroso, respetuoso y bello

*A continuación dimos paso a la lectura de textos previamente elaborados y nos despedimos hasta el próximo viernes 31 de Marzo en Cádiz.


Carmen Franco

El tiempo de las mujeres

 


                                               

Aunque la historia de la humanidad y la experiencia personal de muchos de nosotros parecen confirmar lo contrario, en mi opinión -como ya adelanté hace varias semanas-, el tiempo es un factor más importante que el espacio para el logro de nuestro bienestar humano. La cantidad, la calidad y el ritmo del tiempo determinan, en gran medida, el nivel de felicidad posible y el grado de satisfacción personal. Pero, ¿cómo -me pregunta Juan- podemos ganar tiempo? Opino que la mejor manera de gastar el tiempo es comprando tiempo.

El Estado, las empresas y los clientes adquieren nuestro tiempo a cambio de dinero con el que la mayoría compramos independencia, espacios y objetos; pero no siempre ni todos advertimos que el mayor bien que podemos adquirir es el tiempo -el tiempo libre para dedicarlo a nosotros mismos o para donarlo a los demás, para pensar, para conversar, para escribir, para descansar, para disfrutar o para soñar-. El tiempo libre vale más que, por ejemplo, un campito en Chiclana, un nuevo automóvil o un televisor panorámico.   

Es cierto que las estadísticas nos dicen que las mujeres están ocupando progresivamente mayores espacios públicos -laborales, políticos, culturales, artísticos y sindicales-, pero también es verdad que, en la mayoría de los casos, por el hecho de que, además, se encargan de las labores domésticas, del cuidado en exclusiva de los niños y de la atención a los enfermos y a los ancianos, el tiempo -su tiempo- se está reduciendo de forma peligrosa.

La solución de este problema grave radica en el nuevo reparto de las tareas y en la redistribución de las funciones domésticas. Mientras que los hombres no adquiramos plena conciencia de que el cuidado y el mantenimiento de los espacios domésticos y de las tareas familiares han de ser repartidos, el solo hecho de la irrupción femenina en el mercado laboral -aunque abra una vía de integración social y de liberación personal, aunque suponga un avance cualitativo- no garantiza por sí solo la igualdad real con los hombres. No hay dudas de que, para favorecer un mayor equilibrio entre las ocupaciones de los hombres y de las mujeres, se tendrá que avanzar considerablemente en la regulación de los horarios de trabajo e, incluso, en la redefinición de la productividad, pero, posiblemente, el escollo más difícil de sortear es el de la mentalidad de la mayoría de los hombres y, también, el del pensamiento de muchas mujeres sobre sus respectivos y tradicionales papeles en la familia y en la sociedad. Es necesario que, ante el actual panorama de “parejas biactivas”, se produzca un efectivo reparto de tareas y una nueva conciliación de deberes entre cada uno de los miembros de la unidad familiar.


Como afirma María Dolores Ramos Palomo, Catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad de Málaga: “una persona que no es dueña de su tiempo, difícilmente puede ser dueña de su vida”. Me permito recomendarles el libro titulado “El tiempo de las mujeres”, cuya autora, Dominique Méda, dirige en la actualidad el gabinete de investigación del Ministerio de Trabajo francés. La editorial Narcea ha publicado una cuidada traducción.   


José Antonio Hernández Guerrero

Encuentro Club de Letras en Cádiz 31-3-2017

De acuerdo con la programación establecida a comienzos de curso -queridas amigas y queridos amigos- el próximo viernes, día 31 de marzo, a partir de las seis de la tarde, celebraremos un nuevo encuentro en el Aulario Constitución 1812, de Cádiz. En esta ocasión seguiremos el siguiente 0RDEN DEL DÍA: 

- Lectura de textos previamente preparados, sobre temas libres y en cualquiera de los diferentes géneros literarios, de un máximo de veinte líneas.

- Análisis crítico de uno de dichos textos, elegido por sorteo

- Respuestas a las preguntas formuladas sobre los capítulos 12 y 13, del cuadernos El arte de comunicar. 

- Información sobre los actos públicos que celebraremos durante los meses de abril y mayo

- Escritura de un texto de un máximo de 10 líneas sobre un tema nuevo.


 Cordialmente, José Antonio

Taller "Infusión creativa" y Tertulias Literarias en Algeciras


miércoles, 22 de marzo de 2017

Encuentro Club de Letras en Jerez

El próximo viernes, día 24, del presente mes de marzo, celebraremos nuestra reunión en Jerez -Campus de la Asunción- a partir de las seis de la tarde. Además de elaborar un texto sobre un tema allí propuesto, podrán leer textos sobre asuntos libres, previamente preparados, de una extensión máxima de veinte líneas. 

Comentaremos y trataremos de responder a las cuestiones planteadas por vosotros de los capítulos 12 y 13 del libro  El ARTE DE COMUNICAR. 

Os espero. Cordialmente, José Antonio

martes, 21 de marzo de 2017

Las palabras vacías

             

                 

Incluso en nuestras conversaciones cotidianas podemos comprobar cómo las palabras son unos recipientes amplios que, como si fueran cocteleras trasparentes, cada interlocutor, al pronunciarlas o al escucharlas, las llenan y las vacían permanentemente de diversos significados personales. El valor de las palabras depende, en gran medida, de la huella afectiva que le produce al que la emplea, al que la pronuncia o a que la escucha. Nuestras múltiples experiencias como hablantes y las diferentes circunstancias que concurren en nuestras vidas determinan que los objetos, los sucesos y las palabras se tiñan de colores, adquieran sabores y provoquen resonancias sentimentales que, no lo olvidemos, constituyen el fundamento más profundo de nuestros juicios, de nuestras actitudes y de nuestros comportamientos. Las palabras las vivimos o las malvivimos, nos nutren o nos enferman.

Las palabras poseen un fondo permanente, que es el que figura en los diccionarios, pero, además, se llenan de esos otros significados emocionales que son mucho más importantes y más poderosos. Son valores que los enriquecen o los empobrecen y los convierten en eficaces instrumentos de la construcción y de la destrucción del cada ser humano y de cada sociedad.

¿Qué sentidos tienen, por ejemplo, las  palabras “mar”, “río”, “montaña”, “valle”, “hombre”, “mujer”, “niño”, “anciano”, “amor” u “odio”? ¿No es cierto que las palabras, poseen unos sentidos diferentes que les damos los hablantes y los oyentes cuando establecemos la comunicación, cuando, integrándolas en la cadena de un discurso, las usamos como vehículos para transmitir nuestras ideas, nuestras sensaciones o nuestros sentimientos, como vínculos para unirnos, como látigos para agredir o como pistolas para matar? La palabra “mar” no significa lo mismo pronunciada por un pescador de Barbate, por un pasajero de un trasatlántico de lujo, por un cordobés que veranea en Conil de la Frontera o por un emigrante que atraviesa en patera el Estrecho de Gibraltar.

Los vocablos, efectivamente, no están completamente llenos hasta que los pronunciamos y los escuchamos. Es entonces cuando las palabras adquieren sustancia humana, calor vital y vibración emocional, de la misma manera que las cuerdas de una guitarra sólo expresan sensaciones, sólo transmiten sentimientos, cuando unos dedos maestros las acarician.


Pero también es verdad que algunas palabras pueden estar vacías, son las que carecen de contenido humano: no nos hieren, no nos envenenan ni nos matan, pero nos aburren, nos hastían y pueden hartarnos, enojarnos e irritarnos. Son canales de meras flatulencias que, quizás, desahogan a los que las emiten, pero nos aburren a quienes las escuchamos. Las palabras, para que sean humanas, han de estar vivas, han de latir y tener temperatura. Hablamos y escribimos con experiencias y con imágenes, más que con gramáticas y con diccionarios por muy importantes que éstos sean.


José Antonio Hernández Guerrero

lunes, 20 de marzo de 2017

Una goleta en el río





La goleta sevillana
Acunada junto al río
Mecida fue por la noche
Entre embrujos y amoríos.

Noche de placida luna
De azahares y jazmín
Noche fragante y moruna
Que lucías junto a mí.

Con el duende por testigo
Zarpaste con la marea
Despacio; trazando el río.
Más allá de Barrameda.

Donde Sanlúcar termina
Cuando empieza el ancho mar
Soñando con la bahía
De Cádiz, un saladar.

Arrullada por las olas
Bamboleada por la sal
Del Puerto Santa María
Navegando y navegar.

La goleta sevillana
Que en los Toruños ancló
Cruzando los siete mares
Al Puerto siempre arribó.



Encuentros de aquella noche. Triana nos acogió y, desde entonces, cariño, ya nada nos separó.


       Manuel Bellido Milla

jueves, 16 de marzo de 2017

En el andén Nº 4





La estación de ferrocarril estaba más llena de lo normal. Comenzaban las vacaciones estivales y mucha gente se iban a casa de otros familiares, o a hoteles elegidos con tiempo, en otras ciudades. También había quienes con la butaca, la nevera y la sombrilla simplemente se dirigían a la playa más cercana.

Por megafonía se oía una voz masculina que avisaba a cada cual de la llegada cercana del tren esperado. En un momento, algo llamó la atención de todos lo que ocupaban la estación, la policía entre gritos de órdenes, puso cerco al andén nº 4. Un misterioso paquete colocado entre las vías, había hecho saltar las alarmas de seguridad.

El susto entre los presentes, debido a tan inesperado abordamiento por parte de la policía y los bomberos, había hecho retroceder a todo el mundo hacia la salida. Un bombero, completamente cubierto con un traje ignífugo, se acercó al paquete. En ese momento, un sonido parecido a algo así como: ¡guau! hizo pegar un brinco al tembloroso bombero. El onomatopéyico sonido se repitió varias veces más: ¡guau, guau! Extrañado, el experto en incendios y explosiones, se arriesgó y abrió el paquete. Una pequeña camada de cachorros labradores negros y canela, surgieron de golpe y al asalto.

Mientras todo ocurría, el tren de turno esperaba parado a un par de kilómetros de la estación.

Cuando el bombero apareció con los cinco cachorrillos –a los que algún malvado animal había abandonado allí- por la puerta de salida de la estación, las caras de miedo de todos los efectivos presentes cambiaron a modo de asombro para terminar en un aliviado suspiro y un masivo aplauso. 



      Carmen Franco

miércoles, 15 de marzo de 2017

El tiempo ajeno


                                      
       
¿Se han fijado ustedes –queridos amigos- la facilidad con la que, cuando un ciudadano cualquiera accede a un puesto de poder, por muy insignificante que sea, se siente capacitado para disponer del tiempo de los demás? Si,  por ejemplo, un director, un delegado o un concejal pretenden entrevistarse con usted para pedirle una colaboración, es posible que lo cite en su despacho a la una de la tarde y es probable, incluso, que él no comparezca o que lo haga media hora más tarde. Si usted, simplemente, le muestra su extrañeza, la “autoridad” se sorprenderá de que no comprenda que él tiene otros muchos asuntos más importantes que resolver. Este comportamiento constituye, a mi juicio, un serio desconocimiento del valor del tiempo de los otros, una grave irresponsabilidad y, sobre todo, una permanente fuente de tropiezos y de desencuentros. Algunos despistados aún no se han dado cuenta de que, si, tradicionalmente, el objeto de las luchas eran los espacios, en la actualidad, la mayoría de los conflictos familiares, sociales y políticos tiene su origen en el empleo del tiempo, el capital más importantes de la vida humana.

Opino que, si aceptamos este principio, deberíamos redefinir varios de los conceptos referidos a la vida comunitaria como, por ejemplo, los de “convivencia”, “colaboración” y “dominio”. Desde esta perspectiva, podemos afirmar que convivir significa acompasar razonablemente el propio tiempo con los tiempos de los demás. La educación y la maduración humanas consistirán, en consecuencia, en desarrollar esta destreza, sobre todo, cuando pretendemos ofrecer hospitalidad o solicitar colaboración. La hospitalidad y la colaboración son dos cuestiones estrechamente vinculadas al respeto del tiempo de los demás; más, incluso, que al respeto de sus espacios y de sus objetos.


Los que pretenden llegar a acuerdos de colaboración, ofrecer servicios y pedir ayudas a otros han de tener muy claro que, de la misma manera que los rasgos físicos y los caracteres psíquicos son diferentes -todos ellos respetables- cada uno de nosotros posee su propia medida del tiempo que, en la mayoría de los casos, no coincide con el de los demás. Por eso los que cambian nuestra velocidad particular, los que adelantan o retrasan el ritmo de nuestras vidas nos resultan molestos e inoportunos. La convivencia y la colaboración se hacen difíciles entre quienes se interponen múltiples disonancias temporales. Nos suenan ya a tópicas las discusiones entre los miembros de una pareja que, por ejemplo, poseen diferentes temperaturas, pero mucho más incómodo es convivir con quien es más lento o más rápido, con quienes habitan una temporalidad que nos resulta extraña o nos parece impropia. En la actualidad, hemos de demostrar el respeto a las otras personas -sea cual sea su categoría profesional o social- mediante el ejercicio de las virtudes temporales como la paciencia, la sincronía y la puntualidad. Imponer nuestros tiempos a los demás es, no sólo una falta de respeto, sino también un modo de despreciar, de aprovecharse o de jugar con sus patrimonios más valiosos.


José Antonio Hernández Guerrero

Tradiciones


                                    


Aunque es cierto que las tradiciones pueden ser legados valiosos, herencias dignas de ser conservadas, respetadas y veneradas por la posteridad; y aunque también es verdad que, a veces, resultan instrumentos claves para interpretar el sentido de nuestra cultura actual, no siempre podemos afirmar que, por el simple hecho de que unos objetos los hayan usado nuestros antepasados, sigan siendo útiles en la actualidad, o que unas creencias, por la razón de que hayan sido veneradas por nuestros mayores, constituyan valores supremos o principios inamovibles.

El hecho de que una costumbre se remonte a “toda la vida de Dios” o de que la siga practicando “todo el mundo”, no demuestra por sí sola que deba ser respetada ni conservada. Todos los adultos tenemos experiencias de que algunos instrumentos o algunas pautas, consideradas durante largos siglos como creencias inquebrantables o como normas inalterables, se han desvanecido cuando ha cambiado el contexto sociológico o se han alterado las condiciones económicas. Fíjense cómo, a pesar de la resistencia de los inmovilistas, se han perdido los velos en las iglesias, las capas en las fiestas de sociedad, las sotanas de los curas, los cerquillos en los frailes, el soplador en la cocina, el quinqué en el comedor o la peinadora en la alcoba; ya los médicos no recetan el aceite de ricino para los empachos ni el de hígado de bacalao para engordar. Algunos de estos objetos sólo quedan como decoraciones de paradores o como reliquias nostálgicas que nos recuerdan que los tiempos pasados no fueron mejores para la mayoría de los humanos.    

 Pero, además, también sabemos que una serie de usos tradicionales como, por ejemplo, la clitoridectomía -la ablación o extirpación del clítoris- y otros usos destinados a eliminar, a reducir y a controlar la sexualidad de la mujer, son inmorales, inhumanos y, por lo tanto, “dignos” de ser eliminados. Esta práctica, a pesar de que constituye un hábito que se remonta a la más arcaica antigüedad y aunque se practica en más de veinte países africanos, a pesar de ser una tradición atávica, es una superstición que, mezclada con prejuicios culturales y con convicciones religiosas, debe ser considerada como brutal agresión a los derechos humanos.


Para defender este ataque a la dignidad de la mujer como ser humano o para explicar esta mutilación corporal que tan graves consecuencias físicas y psicológicas arrastran, no podemos esgrimir el argumento histórico de que es un rito que se practicaba en el Egipto de los faraones ni aducir la prueba sociológica de que en el mundo son  más de 120 millones las mujeres mutiladas genitalmente. Los hechos sociológicos y los hábitos culturales no constituyen razones válidas para aceptar comportamientos inhumanos ni tratos vejatorios. Las prácticas antiguas y los usos tradicionales no siempre son valiosos sino que, a veces, son, simplemente, viejos, perniciosos y despreciables.


 José Antonio Hernández Guerrero

La cara no es el “espejo del alma”: es… el alma

 


                                                  
Aunque es cierto que, en la actualidad, el negocio dedicado a los cuidados corporales está obteniendo en España un notable auge, no podemos olvidar que el afán por mejorar el aspecto físico para gustar a los demás y, sobre todo, para gustarse a sí mismo, es un hecho permanente desde el comienzo de la civilización humana.

La Historia nos muestra cómo, en todos los tiempos y en todos los lugares, los hombres y las mujeres han buscado fórmulas para resaltar sus encantos y para disimular sus defectos. Recordemos, por ejemplo, cómo la reina de Egipto, Cleopatra, se aplicaba abundantes cosméticos elaborados con cenizas, con tierras y con tintes. Y, corriendo el tiempo, los hombres del siglo XVIII usaban cuidadas pelucas para cubrir la calvicie producida por los productos que se empleaban para matar a los piojos.

En la actualidad, es variadísima la cantidad de artículos cosméticos y de productos dietéticos que prometen paliar las marcas del paso del tiempo: cápsulas de vinagre de manzana para rebajar kilos, geles reafirmantes de pechos, cremas para eliminar arrugas, tónicos faciales, pomadas para endurecer los glúteos, ungüentos para fortalecer los músculos y potingues para evitar la piel naranja.

Pero, según la publicidad, el procedimiento más eficaz -y, también, el más caro y el más peligroso- es la cirugía estética: una especialidad de la cirugía plástica, dedicada a restaurar la forma y la función de las estructuras del cuerpo humano. Progresivamente va aumentando el número de hombres y de mujeres que, influidos por los anuncios espectaculares, acuden a los quirófanos para que les acorten la nariz, les reduzcan las orejas, les eliminen la papada, les supriman los michelines, les estiren los pómulos, les disimulen las ojeras o, en resumen, les proporcionen una careta de plástico.

Resulta sorprendente, sin embargo, la escasa preocupación que se advierte por lograr una expresión agradable, una mirada amable o una sonrisa dulce. A nuestro juicio, la cualidad más importante y más difícil de conseguir es esa transparencia del rostro que revela un alma serena y un espíritu tranquilo, esa luz del semblante que desvela un temperamento equilibrado y una profunda paz interior.


La belleza humana es una imagen visible que nace en el fondo de la conciencia; la elegancia es, no lo olvidemos, un lenguaje que, dotado de significante y de significado, habla, transmite y comunica mensajes; la armonía entre los miembros corporales resplandece cuando es el reflejo directo del equilibrio de las facultades espirituales, cuando descubre los sentidos profundos  que orientan toda la vida. Por eso, se concentra en el brillo de una mirada limpia y se difunde en el resplandor de una sonrisa tranquila. ¿Por qué -me pregunto- para lograr una expresión más agradable, más atrayente y más serena, no desarrollamos el mismo esfuerzo que desplegamos, por ejemplo, para disimular una arruga? 


 José Antonio Hernández Guerrero 
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