Acto de Inauguración del Curso 2018-2019. La Línea de la Concepción.
Se discute si fue
durante el Renacimiento cuando el espejo contribuyó a favorecer la percepción
individualista de sí mismo, al generalizarse el poder verse la cara en un
objeto asequible, aunque aun caro. Esto diferenció el “yo” individual del
concepto de pertenencia a una familia o pueblo, y favoreció el concepto de
“hombre nuevo”. Sin embargo, hasta hace aún poco, la mayoría de gente conocida
lo era porque se conocía su cara, porque se había vivido, trabajado, hablado,
jugado o relacionado de alguna forma con esas personas. Esto favorecía la
fraternidad, empatía y la solidaridad, al menos con el reducido grupo del
entorno social. También la noción de amor a la patria propia, entendida como
ese amado entorno social. Y, a veces, propició el nacionalismo excluyente en
defensa de lo que se creía propiedad o pertenencia.
Ahora la comunicación
multimedia, las redes sociales e internet han hecho que se trabaje, hable o
juegue menos cara a cara. La telecomunicación es un hecho que permite
relacionarnos con mucha gente a grandes distancias. También permite conocer lo
que ocurre en muchos sitios casi en tiempo real y saber cómo nos puede afectar.
Esto rompe muchos esquemas mentales antiguos y muchas fronteras, pero no todos
ni siempre. La realidad es testaruda y permanece pese a los múltiples ideales e
intereses, pero a la vez su conocimiento puede favorecer tanto la colaboración
y el apoyo mutuo como la rivalidad y el enfrentamiento. El concepto de patria
también ha cambiado, y sus posibilidades de implantación y de efectos, pero son
muchos los nacionalistas que encerrados en sí mismos lo desconocen o los
supremacistas que insolidarios no quieren aceptarlo.
Justicia es dar a cada
uno lo suyo, lo que le corresponde, aunque la vida no sea justa, por eso hacen
falta las leyes y el Estado. Si la forma más simple de definir un Estado la
asumimos como “una forma de estar una población en un territorio bajo unas
mismas leyes”, es la ciudadanía que otorga la pertenencia al Estado
democrático lo que más iguala en derechos y deberes a los ciudadanos de ese
Estado a la vez que proporciona más libertad y seguridad, tanto física como
intelectual y jurídica.
Pero es también el
compromiso con los deberes lo que propone y proporciona el acceso a esos
derechos. Y es la solidaridad una de esas primeras obligaciones y la que más
une, cohesiona, y fortalece al grupo humano, sea una familia pequeña o una
nación de tamaño continental, porque evita que ninguno caiga solo y sin ayuda.
En esa confianza, es más fácil vivir, competir, progresar o sobreponerse a las
adversidades.
Compartir las leyes, la
economía, las finanzas y la seguridad, tanto hacia el interior como hacia el
exterior, no solo nos hace más cohesionados y fuertes, sino que también ahorra
costes y favorece el progreso social, económico y tecnológico, además de ser el
mayor obstáculo para que se repita una guerra entre países europeos, e incluso
cualquier guerra civil entre europeos, sean o no de los actuales
estados-nación. La solidaridad hace Patria, patria común a todos,
y a ella se oponen los nacionalismos insolidarios, egoístas o excluyentes. Por
ello importa la gestión del tiempo disponible. Lo aprendido en la educación
pública durante generaciones, hace que se necesiten también al menos una larga
generación para ser cambiado, quizás no menos de un cuarto de siglo y para ello
las estructuras del Estado deben ser distintas de las del propio gobierno, de
los partidos y de otras organizaciones sociales o políticas.
Miguel Pérez