El próximo
día 18 de diciembre, miércoles, disfrutaremos de otro encuentro del Club de Letras dentro de la serie
Café de Redacción. Será en la cafetería del Hotel Atlántico a las 18.00 h. El
tema elegido para esta tertulia: El libro que cambió mi vida.
Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
Director: Profesor de la UCA Dr. José Antonio Hernández Guerrero
Coordinación del blog:
Antonio Díaz González
Ramón Luque Sánchez
Contacto y envío de textos:
clubdeletras.uca@gmail.com
martes, 10 de diciembre de 2019
La atalaya
Lo escribe en su cuaderno antes de dormir. Después,
durante el sueño, revive su historia emprendiendo el mismo sendero de siempre:
el del cementerio. Cada noche, unos pasos de maniquí, inconscientes, lo sitúan
al pie de la tapia: es cuando sueña despertar. Ella tapa con pudor los
desconchones de su abandono, y lo acoge cubierta de verdor madreselva, como al
amparo de una oscuridad huérfana de luna. Él nunca trepa por las ramas de la
planta: le parecen tan tiernas que no quiere deshacer entre sus manos las bayas
rojizas que explotarían al ser manoseadas, aturdiendo a quien lo espera, si
lamiera sus manos. Mucho menos, destapar a destiempo la fragancia secreta que
esconde su inflorescencia. Perfume reservado para la noche, cuando el viento
aparece y acaricia las corolas, capaces, por sí solas, de embriagar el hechizo
al ser rozadas. Desposeyéndolo entonces de su noctámbula lucidez, obtenida a
través del conocimiento y de mil noches de insomnio.
Por eso decide ir hacia la esquina y trepar por el
limonero. Allí resulta más accesible el tejadillo que corona la tapia: la
atalaya del sabio, donde lo espera su amigo con ojos de gato: el maestro, en
cuyas pupilas, brilla la sabiduría que él adquiere y que nadie ha sido capaz de
imaginar. Esta noche, como tantas, se mirarán mudos, observando el despertar de
la luna, que hoy, alarga la sombra de los cipreses hasta la esquina del
limonar. Será cuando el perfume de la madreselva ilumine sus sentidos y
asimile, entonces, la lección diaria llegada desde los ojos del minino.
Habrán de terminar antes de que el frío comience su
ronda. Unas veces lo despertará el aullido del felino, otras, lo hará la luz
que brota al cruzarse la noche con el alba. En estos casos, regresará deshaciendo
los pasos de la inconsciencia maniquí, la de la noche anterior. Sin evitar las
miradas recelosas de los vecinos que, en demanda de sus quehaceres campestres,
lo verán subir bajo los girones de su camisón sucio, manchado por la flor del
limonero, con el rostro desencajado por el conocimiento adquirido, y subiendo
como un lamento, camino del cementerio arriba: un alma surgida entre el verdor
de la madreselva—lo imaginan—. Si él saluda, los otros apenas responden,
rehuyéndolo o apurando el paso. Se encerrará con llave tras la puerta de su
casa, e inmerso un día más entre sus libros, querrá absorber machacón todo lo
aprendido sobre la tapia, y llegado el crepúsculo, se pondrá a escribir una
historia de la que aprenderá todo cuanto sea capaz de imaginar en ella.
Embriagado por un perfume de lonicera, los ojos de un gato y la
complicidad del viento.
Manuel Bellido Milla.
lunes, 2 de diciembre de 2019
Speculum Nº 38
Estimados
miembros y simpatizantes del Club de Letras:
Como ya
sabréis por la inauguración del curso el pasado día 22 de noviembre, ya ha
sido publicado el número 38 de nuestra revista de creación y critica literarias
SPECVLVM.
Os dejo
el enlace para que la disfrutéis.
Saludos cordiales, M. Luisa Niebla.
Coordinadora General de Speculum
Para acceder, haz clic en la imagen
INAUGURACIÓN DEL CURSO 2019-2020
INAUGURACIÓN
DEL CURSO 2019-2020
Aulario
La Bomba (Cádiz), 22 de noviembre de 2019.
Tras
una breve introducción, agradecer la asistencia a tantos amigos de las Letras en
una tarde tan lluviosa y dar la bienvenida a todos y sobre todo a los nuevos
miembros del Club de Letras, se repartió el texto “La escritura narrativa”
que nos servirá como documento de referencia a lo largo del curso.
Inmediatamente
después mantuvimos, según la costumbre del Club de Letras, un minuto de
silencio. A continuación tomó la palabra José Antonio Hernández Guerrero,
director del Club, para resaltar que este foro es sobre todo eso: un club,
formado por miembros iguales, escritores con diferentes niveles, respetuosos y
colegas unidos por nuestro interés en la lectura y la escritura, donde no hay
profesores ni alumnos sino personas iguales que aprenden juntos.
Se
adjunta al final de esta reseña el texto completo de la intervención de José
Antonio, pero podemos resaltar algunas ideas:
- Sobre la vida:
“la vida empieza hoy”, “tenemos toda la vida por delante” y “lo importante eres tú (cada uno de
nosotros)”
- Sobre el tiempo:
“corre vertiginosamente”, “pasa inexorablemente”
y “no sabemos cuánto nos queda a cada uno”,
por tanto hay que aprovecharlo y no hacerlo perder a los demás
- Por
supuesto se recita –a coro y en voz alta- una de las máximas de este Club: “Las
cosas que merecen ser hechas, merecen ser MAL hechas”.
- Cada
escritor –cada uno de nosotros- debe elegir y forjar un modelo no sólo de
escritura, sino de vida.
A
continuación los asistentes que quisieron leyeron un texto breve preparado
previamente. Tras escucharnos, José Antonio hace algunos comentarios generales:
a la hora de presentar nuestros escritos tan importante como escribir bien es
cuidar la pronunciación y la entonación, y debemos dirigir nuestra voz y
atención a la persona más alejada en la sala como si fuera la única
destinataria de nuestro discurso. El director recuerda que en la comunicación
existen un emisor, un mensaje y un lector u oyente; de estos tres elementos el
destinatario es lo más importante.
Tras
este ejercicio se exponen las herramientas de funcionamiento del Club de
Letras:
- Las
reuniones presenciales, que este año
no serán periódicas, sino motivadas por algún acto concreto, siendo la primera
de ellas tras esta inauguración un Café de Redacción (una tertulia informal
alrededor de un café o infusión en alguna cafetería). Esta reunión tendrá lugar
el día 13 de diciembre en el Parador Atlántico de Cádiz.
Fotografía: Maritxé Abad i Bueno
Fotografía: Maritxé Abad i Bueno
- Ramón
Luque expone las posibilidades de publicación
de libros con el aval del Club de Letras y por tanto de la Universidad de
Cádiz, recordando que los textos recibidos son valorados por una comisión de
expertos y que en este nuevo curso aumentará el nivel de exigencia para que los
libros editados tengan un mínimo de calidad.
- Finalmente
José Antonio hablo de la revista
Speculum, coordinada por Luisa Niebla, y presentó el último número publicado,
el 38 (http://www.cervantesvirtual.com/obra/speculum-revista-del-club-de-letras--0-segunda-epoca-num-38-otono-2019-981105/).
Se invitó a que los autores presentes leyeran sus textos publicados y se
recordaron las normas de envío y
valoración de las colaboraciones. En este punto se acuerda limitar también
la extensión de los escritos de pensamiento, a un máximo de una carilla, debido
a las exigencias de espacio de la Biblioteca virtual Miguel de Cervantes. Sobre
el contenido de las colaboraciones, José Antonio recuerda la enorme difusión de
la revista y la atención con la que es leída. Recuerda que para preservar la
calidad de los escritos hay un comité de expertos que valora los textos -que
reciben sin identificar al autor o autora- y destaca que dos valores muy
importantes con la brevedad y la originalidad.
Y
con esta interesante conclusión nos despedimos, siendo las 20,10 horas, hasta
el próximo encuentro en el parador Atlántico el próximo 13 de diciembre.
Reseña
elaborada por Agustín Fernández Reyes.
Fotografía: Maritxé Abad i Bueno
Viernes, 22 de noviembre de 2019
José Antonio Hernández Guerrero
-
Minuto de silencio
Los encuentros humanos son -pueden ser- encrucijadas
que, además de propiciar el descubrimiento de sugerentes sendas vitales
re-novadoras, proporcionan estimulantes sorpresas. Los encuentros del Club de
Letras alcanzan su sentido si aplicamos los lemas definidores:
-
La vida empieza hoy,
-
Tenemos toda la vida por delante
-
Lo mejor de la vida nos queda por vivir
-
Lo importante eres tú.
Estos lemas, estos principios, parten de un supuesto:
el Club es útil para quienes pretenden seguir caminando y descubrir nuevos
horizontes. Subrayo: “descubrir nuevos
horizontes”. Éste es el sentido de aquel “preaviso” que enviamos durante el
verano.
“En
vísperas de la publicación de la convocatoria para la inscripción en el CLUB DE
LETRAS DE LA UCA, me permito aconsejar que, en esta ocasión, no lo hagan los
escritores que ya hayan logrado alcanzar el nivel máximo de la “perfección
literaria” o, en otras palabras, quienes estén satisfechos con su personal
estilo”.
Es posible que los contenidos teóricos y la
metodología didáctica de este curso dedicado a la Escritura Actual de Ficción
sólo sean útiles para quienes estén dispuestos a revisar la propia teoría
literaria, a cambiar algunas de sus convicciones estéticas y, por supuesto, a
leer críticamente y a renovar los procedimientos literarios que utilizan en la
actualidad.
La literatura -la lectura
y la escritura- es -puede ser- un encuentro.
¿Con quién?
En primer lugar, con
nosotros mismos. Es una oportunidad para vernos por dentro y por fuera:
-
Para descubrir lo que pensamos y lo que
sentimos: los deseos, los temores y los amores.
Es una ocasión para
interpretarnos, comprendernos, valorarnos y amarnos.
En
segundo lugar, es una ocasión
- para vivir el tiempo de una manera más
consciente, más intensa y más fecunda,
- es una oportunidad para tomar conciencia
de que el tiempo, nuestro tiempo personal, no es sólo un recinto en el que
situamos nuestras actividades, sino que, en sí mismo es nuestra vida.
-
Por eso es muy valioso, lo más valioso
Obviedades
que no solemos tener en cuenta
-
El tiempo corre vertiginosa e
imparablemente: es un curso, un discurso, un relato, una narración, una
historia y un cuento.
-
Nuestro tiempo es siempre corto, muy
corto.
-
Cada vez disponemos de menos tiempo.
-
Con facilidad lo desperdiciamos.
-
Y, a veces, lo robamos a otros.
Como hemos anunciado en más de una ocasión, los
trabajos de este curso se orientan hacia un objetivo claro, ambicioso, apasionante
y posible: que cada uno de nosotros descubra el modelo personal de escritura, que
mejoremos nuestra calidad literaria y que creemos unos textos que realmente
aporten nuevos valores a nuestra biografía como escritores y como seres humanos.
Aunque el instrumento de
trabajo será el texto titulado La escritura narrativa actual, nuestros
análisis, reflexiones y ejercicios prácticos tratarán de lograr que en nuestra
escritura, en cualquiera de los géneros, confluyan las experiencias de la vida,
las luces del pensamiento y el atractivo de la belleza. Lo digo con otras
palabras: tendríamos que desarrollar habilidades para hacer convergentes las
peculiaridades del lenguaje periodístico, filosófico y literario.
En realidad lo que
trataremos de hacer es aplicación de ese principio que orienta y estimula todas
las actividades del Club de Letras. Leemos y escribimos para vivir más y para
vivir mejor. Para sentirnos bien con nosotros mismos y con los demás, para
crecer como seres humanos y para colaborar en el desarrollo de un mundo, de una
sociedad mejor.
Estoy de acuerdo en que
las reuniones en las que nos leemos nuestros escritos han de ser “convivencias”,
unos espacios en los que compartimos nuestras experiencias literarias, en los
que nos estimulamos recíprocamente para seguir leyendo y escribiendo, pero
también estoy convencido de que, si no aspiramos a alcanzar nuevas cotas de
calidad literaria, si no nos esforzamos por mejorar nuestra escritura, no
cumplimos la función del Club de Letras y desperdiciaríamos las notables
posibilidades que nos proporciona.
La Literatura ha sido y
sigue siendo una actividad más importante, valiosa y difícil que un simple
juego, que una mera diversión o una sencilla afición: exige talento, esfuerzo y
trabajo. Para conseguir este objetivo hemos de evitar la obviedad, la simpleza
y la reiteración de lo mismo.
Como escritores
-
no podemos -no debemos- proclamar con tono
solemne afirmaciones elementales, conocidas por todos, que no aportan novedad
ni, por lo tanto, despiertan interés.
-
no podemos -no debemos- caer en la
permanente y grave tentación de explicar sólo la superficie de la vida humana
mostrando sólo las apariencias sin penetrar en sus significados. Simplificar la
compleja realidad de la existencia humana es engañarnos sin lograr engañar a
los demás.
¿Por qué este curso la
escritura narrativa?
Paul Ricoeur nos responde
de manera clara: La esencia de la vida humana se expresa en el relato mejor que
en el discurso, porque la vida misma constituye un devenir que solo puede ser
contado narrativamente. La vida humana es tiempo, y se explica mejor a través
de la narración, mejor que mediante la abstracción discursiva.
La vida humana y cada una
de las actividades poseen una dimensión narrativa en la que coexisten un cambiante
grado de impredecibilidad y un cierto carácter teleológico: una finalidad. Esa
es la razón por la que, en todas las culturas, el instrumento principal de
educación es contar historias ficticias o reales.
En mi opinión, para
recrearnos con mayor fruición, deberíamos mirar con atención e identificar los
aspectos buenos, bellos y amables de los continuos espectáculos que nos ofrecen
los seres que son diferentes a nosotros.
No podemos olvidar
tampoco que la capacidad de admiración, además de una exigencia básica para el
avance científico, técnico y artístico, constituye un factor motivador para
“vender nuestros productos” y, por lo tanto, para mejorar nuestra economía
vital, sí, nuestras propias vidas.
La disminución o la
carencia de la capacidad de admiración son claros síntomas de envejecimiento y
de decrepitud, pero también pueden ser las consecuencias de una miopía mental o
de una ceguera estética. Si, por ejemplo, en una catedral sólo vemos una
acumulación más o menos ordenada de piedras, podemos concluir que carecemos de
conocimientos o de sensibilidad para disfrutar de la arquitectura.
Si pretendemos aprovechar
el jugo de la vida, hemos de aprender a apreciarnos a nosotros mismos y a
valorar la realidad que nos rodea; sin admiración, la vida es anodina y puede
llegar a perder su sentido. Pero, no olvidemos que, más que los objetos, los
episodios o las personas, es nuestra mirada la que descubre ese algo nuevo y
bello que todos los seres encierran; por eso es necesario poseer un alma joven
y sensible para penetrar en el fondo de las cosas y para descubrir sus
mensajes.
El gran peligro que nos
acecha en esta vida es acostumbrarnos a lo bueno y perder el aliciente de
novedad que las encierran. Hemos de evitar el hábito de ver como normales las cosas
bellas y hemos de luchar para no caer en la rutina, la gran arrasadora de la
vida; hemos de superar la tendencia a infravalorar, hemos de luchar contra el
desencanto y hemos de prestar atención para ver nuestras cosas como recién
estrenadas.
Esta lectura nos pone de
manifiesto cómo Cervantes, vitalista y, al mismo tiempo escéptico, exuberante y
entusiasta, con la pintura de Don Quijote nos muestra que la literatura, no
sólo es una forma de conocer al hombre, no sólo es una teoría de la vida
humana, una senda por la que el hombre se conoce a sí mismo y a otros hombres,
sino también es una vía, si no la única, sí complementaria, para lograr la
sabiduría de la vida.
Cuando leemos que
Aldonsa, una campesina, contemplada con los ojos penetrantes de Don Quijote es
Dulcinea, la emperatriz del Toboso, una doncella de belleza no hay otra igual
en el mundo entero, nos anima para que descubramos esa belleza inédita en la
mirada, en las expresiones y en los gestos de tantos seres humanos con los que
convivimos. Si la descripción de la ínsula Barataria nos revela cómo,
efectivamente, en cualquier pedazo de esta tierra podemos localizar nuestro
paraíso perdido o soñado, si no fijamos con atención, podremos llegar a la
conclusión de que una sencilla venta al borde de un camino es, o puede llegar a
ser, una mansión, un palacio o, sin duda alguna, un airoso castillo.
Cervantes, vitalista y,
al mismo tiempo escéptico, exuberante y entusiasta, con la pintura de Don
Quijote nos muestra que la literatura, no sólo es una forma de conocer al
hombre, no sólo es una teoría de la vida humana, una senda por la que el hombre
se conoce a sí mismo y a otros hombres, sino también es una vía, si no la
única, sí complementaria, para lograr la sabiduría de la vida.
Desde que, hace ya varios
años, escuché de labios de Francisco Calvo Serraller que “sólo admiran los
admirables”, no he cesado de prestar atención, tanto a aquellos ciudadanos que
muestran admiración como, especialmente, a los que, por el contrario, nunca
encuentran motivos válidos para expresar una agradable sorpresa o una
entusiasta valoración de los objetos o de los comportamientos ajenos. No
exageraré afirmando que este freno al elogio crítico es consecuencia de la
mezquindad, de la envidia o de la tacañería, pero sí declaro que esta
contención admirativa puede ser una barrera que limite o anule el disfrute de
tantas cosas buenas como tenemos a
nuestro alrededor.
¿Cómo usar el cuaderno La escritura narrativa?
1.-
Leerlo atentamente.
2.-
Releerlo haciéndole varias preguntas:
-
¿Qué significado tiene esta definición?
-
¿Qué tiene que ver con mi personal manera de leer y
Fotografía: Maritxé Abad i Bueno
viernes, 29 de noviembre de 2019
El paseo
Tenía motivos para sentirme bien. Los colegas subían sus
pulgares a mi paso como gesto de admiración. Mi jefe, hosco tantas veces, me consiguió
una bonita casa sobre la colina del acantilado, y Mery, mi secretaria, comenzó
a llegar al trabajo en minifalda, se mostraba seductora a la hora del café, y lo
mejor de todo: complaciente durante los fines de semana en mi nueva casa con
vistas al mar.
Se podía decir que nada me faltaba. Mis trabajos de
investigación sobre el Generador Dinámico de Energía Magnética comenzaban a dar
los resultados que yo esperaba. Todo parecía sonreírme. Incluso, en el último
congreso en Londres, mis colegas competidores de la Princeton University,
me obsequiaron con un largo aplauso. Estaba a punto de conseguir una energía inagotable,
sin emisiones atmosféricas ni residuos. Gracias a ello, la contaminación pasaría
a ser un recuerdo venenoso en la historia humana.
Hacía tiempo que no me sentía observado. Eso, además
de ser tranquilizador, me incitaba en el propósito de propagar mis progresos. Por
supuesto que mi nueva casa y la oficina tenían inhibidores, y que todas mis comunicaciones
eran analizadas por los servicios de seguridad. Hasta las papeleras eran
investigadas.
Desde que me entrevistaron en Time, florecieron
los imitadores de mis estudiadas manías: escribir sobre una mesa de delineante,
pasear por el bosque al amanecer o almorzar solo a medio día mirando al mar. Incluso
Peter, un fotógrafo ilustrador y bromista incontinente, decía ser imitador de mis
costumbres. El jovenzuelo, llegado al Instituto de Investigación unos meses atrás,
era el protegido del presidente; al parecer, presionado por la familia del
joven, que, según los cotilleos, necesitaba rehabilitarse de unas graves
adiciones, y al que nadie hacía caso en el centro, al haber sido etiquetado
como un tarambana.
Por las noches, cuando todo eran sombras frente al
acantilado y solo titilaban las estrellas y las luces de los barcos a lo lejos,
cerraba las cortinas del ventanal, encendía el flexo lupa sobre mi mesa de delineante,
y en un cuadradito de papel, con mi antiguo Bic de punta fina sin tinta,
escribía una minuciosa chuleta. Al terminar, la enrollaba cuidadosamente y la introducía
en hueco de una caña tomada de los cañaverales cercanos.
Ese trabajo lo haría si, a la hora convenida, durante mi
solitario almuerzo, lograba ver al bote de pesca frente al acantilado desplegando
un parasol. Tomaría la pitillera encendiendo un cigarro, sin dejar de mirar a
uno y otro lado, como saboreando el humo, así, hasta cerciorarme de estar solo.
Si no había nadie, al descorrer el espejo escondido en la tapadera de la
pitillera, apuntaría a la embarcación de la forma que sabía. Si después de diez
minutos exactos el barco cambiaba de posición rumbo al este, había trabajo que
hacer bajo el flexo lupa esa noche. A la mañana siguiente, antes de salir el sol,
al dar mi paseo diario camino de la oficina, depositaría bajo la piedra
acostumbrada la caña preñada con el papel.
Pero el acantilado tenía un faro, y Peter hizo amistad
con el farero. Diariamente jugaban al ajedrez, discutían sobre fotografía, y
nunca olvidaban chismorrear sobre las chicas del Instituto de Investigación. Siempre
frente a un vaso de vino sentados en el balcón del faro. Era la atalaya del
depredador inadvertido, al acecho de mis encuentros señaléticos con la
embarcación de pesca. Un amanecer en el que no me sentí observado, Peter, agazapado
tras los arbustos, me filmó cuando yo escondía el mensaje bajo la piedra. Todo
acabó.
Peter —que ya no actuaba como un calavera— fue
deferente durante los interrogatorios en mi propia casa. Para mis compañeros
del Instituto, yo había acudido a Nueva York a ver a mi madre enferma. La
ausencia de Peter nadie la tomó en serio. Cuando los del FBI pronunciaron el
nombre de mi nieto por primera vez, comprendí que tenía que colaborar, y les di
más detalles de los que esperaban. Mi actitud era la consecuencia de una
decisión lógica: entre dos caminos, se ha de elegir el más simple, el otro,
siempre habrá tiempo de explorarlo. Ellos parecían agradecidos. Al final, el
jefe de Peter me preguntó:
¾¿Por
qué lo has hecho?, ¿acaso no vives bien aquí, en esta casa, rodeado de este
paisaje?
¾Quiero
un mundo mejor. Esa es la razón de mi proyecto.
¾Así
que un mundo mejor —asentía sonriendo como llamándome imbécil.
¾¿Acaso
mi proyecto no acabará en manos de las grandes corporaciones?, ¿acaso no especularan
con él, hasta convertirlo en otra herramienta de opresión?
¾Ya.
Los especuladores —me miró con fijeza.
¾Sin
embargo, al otro lado…—intenté decir, aunque, fue tan demoledora su sonrisa irónica,
que no pude concluir.
Se llamaba Yure, y días antes, me contó que nació en Odesa,
en el año 42. No conoció a su padre, porque un invierno murió congelado durante
una guardia de castigo a la intemperie. Lo habían sorprendido leyendo un
ejemplar de Literatura y Revolución, de León Trosky.
¾¿Sabes?
Imagino a tu madre preguntándose, si al otro lado, cuidarían de tu hija y de tu
nieto como lo vamos hacer aquí. —lo miré vencido, y al fin asentí, grave.
¾Es
posible que lleves razón —concedí sin engañarlo, y sin engañarme del todo.
A las pocas horas de llegar mi familia a casa, traídos
desde Nueva York en un jet especial —les habían dicho algo sobre un accidente
en la playa— los interrogadores, camuflados de enfermeros, ya habían recibido
órdenes y sacado sus propias conclusiones. Al final, con un gesto mudo de advertencia,
me entregaron la pitillera del espejo. Mi madre fue la única que interpretó la
situación. Nunca dijo nada.
El trato fue razonable. A partir de ahora, ellos me
dirían que información debía escribir con el bolígrafo BIC. A cambio,
seguiría manteniendo mi casa, me ascenderían en el trabajo, mi familia se
sentiría segura y orgullosa de mí, y Mery, desbragada en verano, y con un visón
sobre su piel desnuda en el invierno, seguiría acudiendo los fines de semana a la
casa del acantilado.
Manuel Bellido Milla.
miércoles, 27 de noviembre de 2019
Puntos de partida: lo que soy y sé, la reescritura y la lectura
Puntos
de partida: lo que soy y sé, la reescritura y la lectura
Podríamos considerarlo
como un punto de partida. Comienza el curso y aparece como si fuera un inicio en
el aprendizaje de las letras, si acaso como continuar en segundo de educación
primaria con el afianzamiento de la lengua porque nuestros perfiles se han
dibujado, en diferentes niveles, por la lectura y la escritura. Todos tenemos
unos conocimientos previos que son otro punto de partida. Pero lo cierto es que
aún teniendo bagaje en el conocimiento de las letras, el proceso para adquirir
la competencia poética o narrativa es largo y personal si nos ponemos a ello
con compromiso. Hay un pasado lector y escritor sin duda en cada uno de
nosotros que como una alfombra en la entrada, sirve para limpiar los zapatos o
cambiarlos por unas zapatillas cómodas según la familiaridad con la casa.
Así pues, se abre la
puerta al curso 19/20 y debiendo acortar el texto y priorizar qué quiero decir
y por dónde dirigiría mis pasos si fuera mi primera inmersión en el curso de
letras, con personas ilusionadas y estimulantes, con medios que pueden soportar
mis producciones literarias, plantearía la indisolubilidad de la lectura con el
acto de escribir un poco mejor.
Hay dos escritores en
nosotros. El que tiene la impronta de escribir lo llamativo y asombroso que
sentimos o ideamos en un momento, y el otro escritor que relee y perfecciona lo
ya escrito. Son dos habilidades que se unen para que el acto último de la
devolución de lo escrito, sea pulido y abrillantado, mejorado.
El escritor poeta o
narrativo, o ideativo, parte de la idea o/y de la emoción encontrado en el
exterior (lectura de Maestros, hechos que observa –que ve o escucha o vive-)
hacia un diálogo interior propio que le atormentan o le lleva a conclusiones
que le empujan como una corriente motivacional a expresarse. Es el reto y la
necesidad unidos. Es la fuente y fuerza de inspiración basada en la alerta del
que desea aprehender algo potente para luego transmitirlo. Ese destello intuitivo, se ha de reflejar por
escrito en nuestro caso, se hace necesario retenerlo y fijarlo. No obstante,
seguiría imperfecta la producción si no revisamos y reescribimos lo dicho por
escrito. Aparece entonces el escritor crítico. Ese escritor que ha vampirizando
los conocimientos, -conceptos, procedimientos y actitudes-, en otras fuentes
literarias que lo van dotando de profesionalidad técnica, precisión en el
lenguaje, y conocimiento literario en general. Es como si un escritor en esta
segunda fase de la escritura se disociara de sí mismo, de aquel que escribió
reteniendo la voz de un momento intenso, y se convirtiera en un lector objetivo
y distanciado, un crítico literario de su propia obra.
Tanto en el escritor de
la impronta intuitiva como el escritor crítico se diluye la lectura planificada
como procedimiento para madurar la escritura.
No existirá el escritor
crítico –y es adónde quiero llegar- si no nos hacemos buenos lectores.
En este sentido, el
escritor en su doble vertiente, se beneficia de la lectura, no ya como
entretenimiento, sino como lectura formativa, porque el autodidactismo lector
se acomoda a las necesidades personalizadas del aprendiz. Una lectura se le
puede desgranar en sus partes: estructura, acción, entorno y personajes; servir
de modelo o contradecirla. Las posibilidades son amplias. Cada libro es en
definitiva un maestro que nos confronta con nuestras concepciones literarias,
estableciendo intersecciones, elementos comunes, disyunciones…favorecedoras
siempre de nuestro desarrollo creativo como escritor o escritora.
¿Por dónde empezar? ¿Cuál
es el punto de partida en este proceso de enseñanza aprendizaje de la
literatura? Sin duda, nos gustaría
escribir como lo que leemos cuando disfrutamos de la lectura abalado por todos
los que escriben y escribimos. Los maestros y maestras de nuestra escritura
están en sus letras. Palabras, párrafos, enlaces, recursos…se encuentran en los
libros.
Es por lo que resumo, que
la acción en la lectura, es un punto de partida y de acompañamiento para toda
la vida de un escritor o escritora, si se quiere engrandecer, mejorar, o ser
más completos. De ahí que, haya que adquirir dos momentos metodológicos, uno de
lectura rápida, de inmersión de disfrute entretenido y otra de inmersión
formativa, pausada e intencionada, de cariz absorbente y desmenuzante, para
aprehender con mente avizora, atenta y vigilante, imitativa o no, el legado
generoso del trabajo de otros escritores.
Josefina Núñez Montoya.
Coordinadora del Club de Letras de las Reseñas bibliográficas.
domingo, 24 de noviembre de 2019
Danzas y Honestidad
DANZAS
Arco iris viviente
esparces
la alegría de tus matices
en esta tierra que te
abona
de abrazos y versos
conversos.
Un requiebro dilucido,
una añoranza de la sangre
a la que dices,
perteneces...
Un brillo aparece en tu
mirada
por la sangre nueva, agradecida
que habita la morada
presente.
Lo percibes, lo percibo
incluso
en ausencia de tu risa
niña
que resuena en mis oídos.
Carrusel tu gracia al
moverte
me recuerda lo cerca que
estuvimos,
que estamos, en todas las
danzas
que nos precedieron.
HONESTIDAD
Vive la congruencia
en esa casa que tú
dices que ya no tienes...
Más allá de las paredes
que de piedra y barro
ladrillo y argamasa de
los tiempos
que un día contuvieron
el calor de una familia,
en esa casa que hoy eres
la vida se reinventa de
albricias,
honesta concepción del
latido
al que perteneces.
A Carlos Ernesto García
Noches mágicas
—Mis
días eran corrientes y los compartía con mi entorno más cercano, pero mis
noches eran especiales, y no porque tuviera una doble vida y por la noche me
bebiera una botella de vodka para olvidar. Mis noches eran mágicas y especiales
porque soñaba. Tenía un sueño recurrente que me hacía muy feliz.
El
ritual nocturno, una vez que me retiraba al dormitorio, era siempre el mismo:
leer un poco, tomar un ansiolítico y dormir-soñar o viceversa. Antes me daba
igual el orden.
Me prefabriqué mi sueño, a conciencia pero también un poco a
hurtadillas, como si de la colocación de un mobilhome en un terreno no
urbanizable se tratara.
Yo era Venus, la de Botticelli: tipazo, melena rubia ondulada
y con un velo que cubría parte de mi cuerpo; ya sé que iba casi desnuda, pero
estaba justificado por motivos mitológicos. Al igual que esa Venus salía de su
concha, yo salía de mi cama al ritmo de ópera con “Una furtiva lágrima”,
cantada por Pavarotti. Quería tener un sueño liberador, pero con un toque intelectual.
Cada
noche cambiaba el color del velo y, al ritmo de la romanza, corría o volaba por
las calles. En definitiva, soñaba que era etérea, que era una diosa de amor y
belleza.
Esa
noche horrible, salí como todas del dormitorio para hacer mi viaje semiastral.
No sé cuánto tiempo había transcurrido, cuando me pareció que alguien me
perseguía. ¡Qué raro!, pensé, mi viaje siempre lo hacía en solitario. Ese
alguien se acercaba cada vez más y más, y creo que gritaba. El que fuera me
atrapó y…
—¿Y?
—Me
puso estas esposas, señora jueza, y aquí me hallo ante usted denunciada por
escándalo público, resistencia a la autoridad y por sobrepasar con la música
los cincuenta decibelios.
—Bueno,
Sra. Ramírez, ¿tiene algo más que alegar en su defensa?
—Pues
sí, Sra. jueza. En mi defensa diré que sólo era un sueño, o eso me parecía a
mí. ¿Ud. se cree que si yo hubiera sabido que salgo desnuda en
la portada del Diario de Cádiz, no hubiese ido a la peluquería y adelgazado al menos tres kilos? No resulta
agradable ver una foto tuya, robada, donde el pecho toca el estómago, con los
pelos encrespados y con las raíces sin tinte. Yo misma le hubiera facilitado
una foto, pactada, para mi minuto de gloria. Y ya para rematar, en el pie de
foto el reportero de turno comenta: “anciana de sesenta años, desnuda y
corriendo de madrugada por nuestras calles”… es que no hay derecho, Sra. Jueza.
¿Anciana, una anciana con sesenta años? Ese comentario sí que es un delito y no
mis noches mágicas.
Yayo Gómez
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