Madera viva
Es lo último que veo al acostarme
y lo primero al levantarme.
Miro hacia afuera y ahí está.
Según el sol le refleje, me mira con ojos tristes o llenos de luz. El bamboleo
de sus brazos, y el susurro de los cantos que encierran sus entrañas me hacen
entornar los ojos para meditar.
Veinticuatro años juntos; le vi
crecer, hacerse adulto mientras me observaba. Yo también crecía, pero sólo él
me veía por dentro tal cual era. Sólo él me vio llorar, gritar, reír, quejarme
de mi dolor, y nunca, nunca decía nada. Pero yo sabía que estaría ahí cuando lo
necesitara, cuando ya no pudiera más.
La lluvia le gusta, le limpia el
polvo acumulado con los meses, y cuando lo toca, lo que antes era un susurro,
después se convierte en una bella canción.
A veces creo que sus brazos
alcanzarán mi ventana y abrazarán mi cansado cuerpo, pero se retira... el
viento no le deja llegar hasta mí. Otras veces no le oigo; calla. Sé que el
aire se llevó esa parte de él que me daba la calma, y miro a través de los cristales
pero no le encuentro. Sólo algunos fragmentos rocían la acera y su esquelético
cuerpo me hace llorar. Pero enseguida, me consuelo pensando que en apenas tres
meses volverá y de nuevo sentiré el fresco olor a eucalipto que desprende su
alma.
Carmen Franco Sánchez
Maravilloso!
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