lunes, 23 de marzo de 2020

Fiebre




Cuando tuvo conciencia de tener fiebre empezó de verdad a preocuparse. Hasta entonces sólo había atribuido las palpitaciones, el insomnio, el ligero mareo y la falta de concentración a un simple resfriado. Recién llegado de Italia, nada menos que desde Milán, cayó en la cuenta de que el riesgo asumido al asistir a aquella reunión inaplazable de empresa, donde estuvo en estrecho contacto con la jefa local del Departamento de Ingeniería, efectivamente se había concretado en el peor de los diagnósticos: se había enamorado.


              Agustín Fernández Reyes

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