martes, 24 de enero de 2023

ALELUYA

 

           Mantener una relación interpersonal fluida y sana, en vivo y en directo, se está convirtiendo en una utopía. Estamos en la era del aislamiento y la  incomunicación. Ya me he cansado de  postear esperando el aluvión de likes y emoticones y he optado por intentar ser feliz con lo que tengo alrededor.

     A algunos les habla la conciencia, dicen que escuchan una voz interior. Para entendernos, sería como un pálpito, un monólogo, un pensamiento furtivo que te acompaña y siempre te lleva al bien. Pues qué bien. Suena como una guía de vida, con cierto tufo a Padre, Hijo y Espíritu Santo.

         Lo mío es mucho más liviano. Me relaciono y comunico con los electrodomésticos. Así como suena.  Ellos me miran, me hacen la vida más fácil, me acompañan y hasta se enfadan si se notan traicionados. Son artefactos que, cuando los enchufo, reviven, hablan y hasta sienten.

Con la Roomba es difícil la convivencia, si se mosquea porque echo restos de pan en el suelo del comedor, inicia una huelga a la japonesa y en cuanto divisa una brizna de polvo, sale a su caza y captura, sin respetar ni hora ni día en el calendario.  Ella se cree muy lista, pero creo que roza lo borderline, a veces, se enreda debajo de la mesa y no sabe salir. A la lavadora le hablo poco, no la quiero preocupar porque sufre de rumiación mental, a todo la da vueltas y vueltas. La de peor carácter es la plancha, que poco aguante tiene, se calienta por todo. La nevera ahora está fría conmigo, cuando la abro me pregunta con cierto retintín: ¿Qué, vas a picar otra vez? Pero, ¡Habrase visto, la muy metomentodo! ¡Qué le importará mi vida y mis kilos! Me dan ganas de castigarla como a la báscula del baño, que la tengo contra la pared, porque es una exagerada y mentirosa. La que merece una subordinada es la sádica de la depiladora que, según ella, corta el vello de raíz y aprovecha para meterme unos pellizcos malintencionados de aquí te espero cuando se me pone celosa porque me ve hablando con el tranquilo y sosegado cargador. El radiador, va a lo suyo, es un pijo estirado, siempre mirando por encima de la nariz, no entiende que trabajando tanto siga siendo pobre y apenas lo pueda enchufar; como no quiero sorpresas, lo he sustituido por la mantita y unos buenos calcetines con unas estrellas azules, también pijos, pero menos. La campana extractora es otro cantar, suena que no veas, cuando se estropea dices: qué a gusto me he quedado, pero en cuanto fríes algo, ya la estás echando de menos. Así es la vida.

El único inconveniente de relacionarme y tener como compañeros de viaje a los electrodomésticos es que hay que enchufarlos a la corriente y el precio de la electricidad está por las nubes. Ahora con la crisis, igual me paso a lo de la conciencia que es gratis y más ecológico. ¡Aleluya!

 

                   Yayo Gómez

3 comentarios:

  1. Muy buen relato, con chispa, humor, buena redacción y actual.
    ¡Enhorabuena!

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  2. Leerte me deja siempre con una sonrisa que aliviana cualquier aumento de luz.

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