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lunes, 8 de agosto de 2016

El desván de la memoria. Reseña.

El desván de la memoria, de Mª del Carmen Rodríguez

Reseña
por Juan Mena





Precedido de pensamientos de autores clásicos, una introducción de la autora, un prólogo del profesor de Teoría Literaria de la Universidad de Cádiz José Antonio Hernández Guerrero y un capítulo de agradecimientos de la misma  autora,  así como unas  dedicatorias, los pensamientos se van sucediendo  en un primer  bloque de 600, en forma de dos líneas, una segunda  parte titulada “El tiempo entre  mis manos” y otra final que lleva por título “Otro pensamientos más extensos”.


          Tanto en Occidente como en Oriente, la tradición aforística ha tenido autores  renombrados,  desde  Lao-Tzé  y  Confucio  en  China,  hasta  los Presocráticos  en Grecia y Séneca en Roma, si nos atenemos nada más que al mundo clásico.




            No es nada fácil condensar en dos o tres líneas una idea que ha de tener  una  aquiescencia  universal,  y es  que  no  hay  pensamientos  con marchamo  de  aforismo que  sea  subjetivo,  sino, todo lo contrario, ha de presentar  una  validez  que  convenza  a todos  los individuos,  incluso de civilizaciones  distintas, incluso a gentes de diferentes épocas. Para ello la literatura  gnómica  se  vale  de la concisión. La economía verbal ha de ser rigurosa. Un  pensamiento largo puede parecer que traspone el límite de lo preciso  y entonces no satisface al buen degustador de la sentencia; de ahí que  la  justeza  sea  la  divisa  de  ese  género  literario  colindante  con la filosofía,  pero  no  confundido  con  él.

           Si nos preguntamos sobre qué temas versan los pensamientos de la autora de El desván de la memoria, diríamos que sobre la índole humana, que es también un campo abonado para ese tipo de discurrir por medio de la palabra:

Dicen que la vida es muy injusta,
pero es el hombre quien no hace justicia en ella.

El único derecho humano que se cumple:
el que todo hombre tiene a expresar sus lágrimas.

Sé feliz mientras puedas,
que las desgracias nunca llaman a la puerta.

Los peores momentos de la vida
son los que nos vuelven más humanos.

Sufrir por lo que no se puede evitar,
hace que la vida sea doblemente dura.

Hay que valorar a las personas por lo mejor que tienen; 
así cerraremos los ojos a lo que les falta.

La vida se divide entre el bien y el mal:
el amor y la destrucción van siempre juntos.

              He aquí  una  muestra  de  esos  pensamientos  que  hablan  de la sensibilidad de la autora y, como dice el profesor Hernández Guerrero, es “Una amable invitación para que reflexionemos serenamente sobre nuestro mundo…” De hecho, María del Carmen Rodríguez no hace otra cosa que trasladar a la palabra sus reflexiones acerca de la índole humana tanto en el orden social como en el íntimo, concibiendo el libro, como dice el profesor Hernández  Guerrero,  bajo  la  forma  literaria  de  un  “cuaderno de notas donde  se  recogen  observaciones  y  bocetos  sobre  temas muy diversos”, recordando los consejos,  a modo de proverbios, de Antonio Machado, como recuerda el citado profesor y que ella sintetiza así:

No huyas del fuego que te quema
y te escondas en la solidaridad con otros.
Pon primero en orden la hoguera de tu casa.

El desván de la memoria es un libro que nos despierta pensamientos propios  que quizás  olvidamos  en  el tumulto  de las cosas diarias. Y con repensarlos nos da  la posibilidad  de  meditar sobre sus motivos, tan de la vida  de  cada día. La autora  condensa  en  estos  pensamientos una jugosa experiencia de la vida que la mayoría de la gente descuida y muy pocos son los que hacen honor a esa experiencia y la visten de gala con una escritura sencilla y a la vez profunda como ésta. Sus compañeras y compañeros de la tertulia Río Arillo nos sentimos dichosos de que una de sus miembros deje a los que leyeren esta riqueza de sensibilidad enriquecida por la experiencia en forma de lenguaje.


         Juan Mena

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