Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
Director: Profesor de la UCA Dr. José Antonio Hernández Guerrero
Coordinación del blog:
Antonio Díaz González
Ramón Luque Sánchez

Contacto y envío de textos:
clubdeletras.uca@gmail.com


jueves, 28 de mayo de 2020

La necesidad de vivir en la verdad y la aspiración a servir a la verdad

Artículo publicado en El Faro de Ceuta



La lectura de este libro referido a la situación política de Checoslovaquia durante el sistema “postotalitario” ilumina algunas cuestiones vigentes en el panorama actual de la política internacional y en algunos discursos de líderes de diferentes partidos de nuestro país. He prestado especial atención a los problemas actuales que, a pesar de vivir en democracia, hunden sus raíces en unos hábitos heredados de modelos autoritarios en los que reinaban la sumisión, el miedo o la resignación. Comprendo que valoremos a su autor, Václav Havel (1936-2011), por su actividad de dramaturgo, por su defensa de los derechos humanos o por sus tareas como presidente de Checoslovaquia y presidente de la República Checa, pero a mí me ha interesado, sobre todo, por la agudeza con la que identifica las raíces éticas y psicológicas, y por la claridad con la que explica las consecuencias personales, familiares y sociales de unas concepciones, de unos hábitos y de unos comportamientos políticos que, enmascarados, a veces siguen vigentes en nuestras sociedades democráticas. Su mirada crítica también ilumina los problemas de esta sociedad de consumo del mundo occidental y nos orienta y nos estimula para que establezcamos unas relaciones humanas con nosotros mismos, con los demás hombres y mujeres, y con el universo, aplicando una jerarquía de valores vitales humanos y humanistas apoyados en la dignidad del hombre.

Partiendo del presupuesto de que los seres humanos tenemos necesidad de vivir en la verdad y el derecho de una vida tranquila, Havel señala el riesgo de que algunas ideologías, mediante una “sugestión hipnótica”, engañen la propia conciencia, velen la realidad y dificulten el encuentro con la identidad y con la dignidad personal. Señala el abismo que separa algunas teorías de la vida real que tiende al pluralismo, a la variedad y a la libertad de la reflexión filosófica, política, estética, literaria y musical. Denuncia con claridad las mentiras envueltas en datos estadísticos falsos o exagerados, en informaciones parciales o en eslóganes vacíos.

Me resulta especialmente significativa su esperanza apoyada en su convicción de que la vida está presente en todos los hombres que, de manera más o menos consciente, conservamos unas inclinaciones naturales, unas pizcas de deseos de nuestra dignidad humana, de nuestra integridad moral, de una experiencia libre de la existencia, de la trascendencia del `mundo del ser´”, aunque también reconoce la tentación que nos impulsa a dormirnos cómodamente en el lecho de la vida inauténtica o el deseo, a veces oculto, de poder, de gloria o de dinero.

Oportunos e interesantes también me parecen los discursos, en especial el primero que pronunció como presidente de Checoslovaquia exponiendo su intento de poner en práctica sus ideas basadas en “la moralidad, que irradiase amor, comprensión, la fuerza del espíritu y de las ideas”. Y el que tuvo lugar en el Parlamento Europeo de Bruselas con motivo del XX Aniversario de la Caída del Muro de Berlín. Y sorprendente, sin duda alguna, el diálogo que mantuvo con el arzobispo Dominik Jaroslav Duka, con el que había compartido la cárcel. Por haber sido el Primer Presidente de la nueva Checoslovaquia que emprendió una serie de reformas que la encaminaran hacia su integración en Europa, puede proporcionarnos también estimulantes ideas para que los demás países valoremos la importancia de fortalecer los lazos de colaboración con los demás países de la Unión. A los que no lo hayan leído, les propongo que lo hagan, y a los que ya lo conozcan, les sugiero que lo relean y traten de aplicar sus análisis a la situación actual de la política internacional, europea y española. 



                              José Antonio Hernández Guerrero

Pseudo - Anacreonte


Pseudo – Anacreonte
(Época Imperial)

La cigarra

Te felicito, cigarra,
cuando en la copa del árbol
bebes gotas de rocío,
como una reina cantando.

Tuyos son los nuevos brotes:
todos cuantos dan las plantas
y contemplas en los campos.

Amiga del labrador,
a nadie produces daño.

Apreciada por los hombres,
dulce nuncio del verano,
las musas te quieren bien,
y el mismo brillante Apolo
te dio el melodioso canto.

Ese honor es tu custodia,
ser arrullador y sabio.
Eres impasible, etérea,
Y casi a un dios te comparo.

Traducción de Esteban Torre

domingo, 24 de mayo de 2020

Amores y Dulciacidar




5- AMORES

... y me enamoro:
ni puedo ni quiero evitarlo.

Me enamoro de la bondad
con rostro de mujer,
mujer de hoyuelos y amplia comisura
por la que en procesión pasa
mi alma quieta, al sonreír
toda su belleza.

Discreta la alabanza
en su corazón de poeta
que disimula tímida
tras una cámara, unas letras...

Nuestro abrazo traspasa
toda lengua estrecha
y contagia la alegría
de una amistad verdadera.

Evi, humana compostura,
lazo de luces y sombras
tras el asfalto que nos cubre
sin distancias, de besos
y música serena.






 Imagen Juan Arévalo Hidalgo


6- ”DULCIACIDAR”   

Cítrico el sabor de sus palabras a las que intentó plasmar en un lienzo con aromas amarillos... Una sábana que a modo de dulce satén dotaba de sensualidad las formas que curvas circulaban entre el agridulce color del recuerdo.

Hojas verdes... Lo único que a la postre neutralizaba el cristal del adiós.


               
                          Maritxé Abad i Bueno


sábado, 23 de mayo de 2020

Club de letras





Club de letras

Con el fin de que podamos explicar la naturaleza de nuestro Club de letras a nuestros amigos les envío un resumen de las ideas que hemos repetido en nuestras diversas reuniones y que subrayan el mensaje que transmití en la inauguración de este curso. ¿Recuerdan cómo hemos insistido en que nuestra concepción de la literatura está directamente conectada con nuestro personal proyecto de vida humana y cómo partimos del supuesto de que la literatura -la buena literatura- debe evitar caer en la permanente y grave tentación de explicar sólo la superficie de la vida humana mostrando sólo las apariencias sin penetrar en sus significados?. Simplificar la compleja realidad de la existencia humana es engañarnos sin lograr engañar a los demás.

No se trata, por lo tanto, de ser más, de tener más o de ser más importantes que nadie sino de ser nosotros mismos. Para conseguirlo, trabajamos con el fin de identificar nuestros rasgos peculiares, las características que definen nuestra singular personalidad, para descubrir dónde residen los rasgos que nos hacen únicos.

Pero la identidad -el estilo propio- también se forja, en mayor o en menor medida, sobre la base de la integración libre en un grupo de personas diversas en el que compartimos experiencias y nos sentimos vinculados por una peculiar concepción de la vida y de la literatura. 


José Antonio Hernández Guerrero


miércoles, 20 de mayo de 2020

Después... y De esos días



3- DESPUÉS...

 

De azules cubriré mi nostalgia

hasta que llegues vehemente y arrojes

el magma de tu boca

en el candil efervescente

de mi cuerpo sin nombre.

 

Después, después...

Ni nombre, ni cuerpo, ni lava...

Después LA ETERNIDAD.

 

 


 

 

 

 

 

4- DE ESOS DÍAS

 

Esos días en los que no estás...

¡No encuentro mis ojos!

Una avenida de árboles muertos

brota de mi frente: mis cejas

se alzan para dar paso

al lúgubre vacío de mis cuencas...

 

Resbala la tarde en mi nariz

cual húmedo timón carente

de toda singladura...

 

Tristes labios cerrados

a la vida detienen sin voz

en la cavidad de mi garganta,

donde todo es desvarío...

 

Un día más

en el que no estás,

transfundiéndote,

conmigo. 


  

                           Maritxé Abad i Bueno

 

                    

Domingo de Resurrección



12/04/2020, 20.49h,      Domingo de Resurrección   

Una gaviota, dos gaviotas, tres gaviotas, cuatro gaviotas sobrevuelan el barrio en la tarde.

Una vía láctea de nubes blancas atraviesa el firmamento, con dos tonos: grisáceo e iluminado por el sol, por arriba y por abajo. No tienen prisa por irse. Están embobadas contemplando el atardecer.

Un par de gorriones juegan de rama en rama en el árbol de la acera, moviendo las escasas hojas que éste tiene.

La luz de la farola acaba de llegar, antes de que la huida del sol oscurezca la calle.

Olor a primavera llega de vez en cuando.

Plantas verdes en el patio.

Un perro ladrando a lo lejos.

La palmera del parque cercano mueve su peluca.

Continua la humareda de nubes, cada vez más rosadas y dispersas.

Pajarillos regresan juntos a sus nidos.

Aquí estoy sentada.

Mañana hará un mes que nos despedimos del mundo, que dejamos para otro momento los encuentros y las salidas.

Muchos días con una misma, sin permiso para abrazar a nadie.

Aquí, mirando el cielo, con trinos, con colores de ocaso, con la espera de vecina.

Muchas cosas se podrán escribir en esta cuaresma nuestra, muchas se estarán escribiendo y saldrán publicadas en el futuro inmediato.

Para algunas personas solas, esta situación les está suponiendo una prueba de aguante que traducen en una frase: “Estoy del coronavirus hasta la coronilla”.

Otras tendrán la ocasión de encontrarse en el fondo del cajón a la derecha con la que han ignorado por temor.

Ha aparecido un lucero allá arriba.

En breve, todo se tornará negro, salpicado de lentejuelas.

La noche invitará a soñar mejores tiempos.

Un sonido de banda musical: “¡Oh pecador, ¿dónde vas errante?!”, con tambores y trompetas, se oye. Alguien quiere despedir con música el domingo de Resurrección.

La oscuridad va cubriendo la tierra y me impide seguir escribiendo.

                                      
                   
                          Francisca Sánchez Rico

miércoles, 13 de mayo de 2020

Una tarde de abril


          

20.48h

Una bandada de vencejos ejercita su vuelo al caer la tarde.         

Cada uno a su ritmo y en diferente dirección y sentido.

Libres bajo un cielo azul primaveral.

Y divisando el paisaje de un campo verde.

¡Quién fuera pájaro para mirar con perspectiva!

¡Quién fuera vencejo para ser libre esta tarde de Abril!

El dorado del sol ilumina el horizonte.  

                                                               
                          Francisca Sánchez Rico

ORILLAS


 (Portadas de distintos medios de comunicación sobre la tragedia de Lampedusa)


ORILLAS 

Tiene el mar sus orillas
como el río las suyas
y los cielos sus límites,
pongamos, por ejemplo,
que hablo de Andalucía
y del norte de África.
El mar Mediterráneo y el Atlántico
bañan y hasta se abrazan
en estas tierras,
antiguas como el tiempo
y bellas como el beso de la brisa.
Al igual que las aves no saben de fronteras,
y las gentes antiguas veían estos mares
como un lago en medio de su casa,
no sé ahora por qué
se ha levantado un muro de rezos y desdenes
donde las aguas son una navaja
dispuesta a arrebatar la vida
de los desesperados que las crucen.
Hablo del sur de España y Marruecos,
también hablo de Hércules y Roma,
de Al-Andalus, de exilios y esperanzas,
hablo de emigración y tantos sueños

que naufragan y mueren en las olas.

Ramón Luque Sánchez


ULISES


Stamnos de Vulci decorado con el episodio de la Odisea de Ulises y las Sirenas  (S. VI a.C.)


ULISES

Háblame, Ulises, varón de multiforme ingenio, mentiroso y arrogante como un dios. Cuéntame, -que no frene tu lengua ningún muerto-, tu larguísimo peregrinar. Háblame, Ulises, de tu odisea alrededor del universo. Viaje inútil el tuyo, pero imprescindible para tu gloria inmortal. Antes de comenzar el periplo, ya sabías que el mundo residía en tu alma. Fue tu bravo corazón el que ideó el barco y el camino y te empujó al mar. El mar eres tú también, Ulises, es otra parte de ti, lleno de furia y de peligrosas contradicciones y angustias, como tu ambición. Tal vez el miedo te hizo dudar, pero tus ansias de fama pudieron más que tus reservas ante la soledad y el silencio que te acompañarían. El resto de la humanidad no importa cuando se trata de enfrentarse y vencer en esa lucha contra el enemigo incierto que es la conciencia de los hombres.

Háblame, Ulises, de los misterios que has desvelado, descríbeme esa epopeya que encierra cada suspiro. Relátame, aunque sea con versos, intrépido viajante, tu infinito navegar hasta el fondo del misterio. Háblame del insomnio que te atormentó bajo el cielo estrellado, enumérame las tormentas de ira y rencor que te acongojaron el corazón. Tal vez, si hubieras llorado, este viaje en busca de la patria, habría sido más breve y placentero. Ya sabes que las lágrimas ablandan la razón, entonces vemos más lejos y con más claridad, porque nos guía la intuición y el hambre de amor, mas tú solo te quieres a ti mismo, Ulises, el solitario.
Pero los héroes no lloran, solo por eso nunca llegaste a Ítaca. Allí donde desembarcaste eras un extraño, no era la tierra que te vio nacer y te amamantó, ni tú te reconociste sobre el antiguo trono de tus antepasados. Tu esposa, Penélope, no era la mujer que dejaste y tu hijo te confundió con un extraño  Y es que las patrias, Ulises, están dentro de nosotros, van con nosotros y nos modelan el alma y el corazón. Las patrias son los recuerdos, Ulises, y tú renunciaste a ellos en pos de la inmortalidad. Tampoco yo te reconozco, eterno viajero de mi inquietud y de mis miedos, que insistes, un día tras otro, en arrojarme al mar del olvido, donde las olas, siempre, te arrastran hacia la infelicidad. 

                                                                                                    Ramón Luque Sánchez


martes, 12 de mayo de 2020

Gota y La rosa de la vida


Gota

Creces,

fluyo en ti a cada roce,

entre verso y beso

que deslizo

en el húmedo paisaje

que eres

al pensarme.

 

Creces

voluminoso páramo,

vergel en tus sesos

gota a gota,

elixir fértil

en tu soñar cotidiano.

 

                Maritxé Abad i Bueno


 

 

La rosa de la vida

 

Una rosita brotó

Cerca del Guadalquivir:

No sabía de espinas,

No entendía de talles

Ni de tallos.

Solo aromar pretendía

Y embellecer los desatinos

Que tropezaban con ella.

 

Solo era una rosa, mas

Encontró un Principito

Allende los mares

Que la domesticó,

Es decir

le puso nombre

Y la nombró.

 

Nunca volvió a ser

una rosa más:

Fue en adelante

LA ROSA DE LA VIDA. 


                   Maritxé Abad i Bueno

 

 


lunes, 11 de mayo de 2020

Piropo a una madre






Mi primer recuerdo viene de una mañana de invierno. Junto a la puerta de la cocina, el escalón del patio, tu trajín y tu voz tu voz cálida de coplas al viento. Frío. Cortante como un filo de navaja. Vencido por la calidez de tus ojos. Corriente heladora que, al paso por nuestra casa, se entretenía al congelar los charcos, endurecer como el cartón la ropa tendida y fabricar bloques de hielo en la pila lavadero, bajo la higuera.

Éramos pobres. Aunque eso lo supe después. El año que encontramos la salida —milagrosa— por donde escapamos de la miseria emboscada entre las callejuelas, los entresijos de una educación ausente, la inconsciencia paternal y algunos corazones tan fríos como el viento de esa mañana.

Yo no sabía nada de eso entonces, únicamente me fijaba en el calor de tu piel y en la luz de tus ojos azules al mirarme. Era una sensación infinita y confortable, tan placentera, que aún no se inventó palabra para ella. Estabas tú y eso llenaba todo mí ser. Derroche de placidez, de ternura, de cariño, de sentir. Quiero que sepas que, a tu lado fui un niño feliz.

Pasaron inviernos secos de lunas llenas, villancicos, aguinaldos, tardes plácidas y noches heladas. Todo sucumbía a tus coplas pintoras de barcos, trenes y aguas. Trampolines para mi imaginación infantil al son de tu voz, ya bajo las sábanas limpias y tu mano templada, empeño de los propios ángeles, risueños al paso de la ternura derramada entre tus dedos.

Y por fin vencimos al invierno. Victoria en años de lucha callada. Tesón que llenó nuestras arcas de fortaleza y confianza. Deshecho el conjuro, vencidos los augurios, despojadas las envidias contra ti. Ahora alegre entre la sal de una tierra nueva, tan nuestra como antigua y acogedora.

Y vivimos junto al mar nuestro aliado, por cuya orilla venían trenes que saludaban a veleros de velas blancas. Pueblo de corazones limpios, tiempo de oportunidades. Suficientes hasta la derrota final de la indolencia ancestral, reemplazada ahora por el oficio y el respeto que él se mereció. Respeto llegado desde un sinfín de almas compañeras, laboriosas, paridoras de pantoques y palmejares, corriente vital de un astillero, del que formó parte en justicia y en dignidad.

Y tus ojos. Siempre tus ojos. Azules como las aguas de nuestro océano envuelto en espumas de emoción; arrullo de arenas templadas en nuestra playa con nombre de Victoria. La misma en la que construimos castillos infantiles que luego hicimos realidad. Siendo soberanos arquitectos de nuestra propia vida, cara al futuro, repletos de sensatez, sentido común y ansias de superación.

Han pasado muchos inviernos lejos del frio hiriente, de los veranos abrasadores. Extremos duros e implacables. Hemos dejado por la popa a los años. Muchos. A cambio: la primavera eterna de tu voz, la caricia de las brisas suaves, la esperanza de un mar infinito, como tu bondad y la línea de nuestro horizonte, lejos, muy lejos de la sequedad de tierra adentro.

Llegado el otoño de la vida luces el semblante de tu mente. Maravillosa paleta de colores, el anhelo del cuadro más impresionista. Colores del alma y el intelecto que relucen en ti, como un arcoíris. Colores de tu luz que nos ilumina como fuente de sabiduría. La tuya. Innata en otro tiempo atenazada, y ahora, más robusta que la vieja higuera, aquella junto a la pila, y en cambio como la del roble más robusto. Repleto de sabia joven. Libre. La misma que emana de la fresca sombra de tu presencia. Hoy tu recuerdo.



A mi madre Esperanza, por siempre mi esperanza.



                      Manuel Bellido Milla.

domingo, 10 de mayo de 2020

El despesque

Fotografía de Ignacio Escuín 


Terminó la temporada de cosecha y ya el sol, cansado, se enfurruña en otros pagos. Ya los mares dejaron a nuestros pies su legado de sal. Ya reparte su sabor a otros imperios. El otoño, de nuevo, es festivo en la bahía. Los esteros se disfrazan de escamas, sapinas y salicornias. Todo está a punto. Bailas, lisas, doradas, serranillos, anguillas, zapatillas, robalos, ahítos de vida, brillan en sus giros y, ofrecidos, tornasolan las superficies dando gracias a los dioses. Hay hombres recios que conocen el misterio. Sus risas causan lágrimas en garzas y cormoranes. Señor de todos los tiempos, diosa de todas las criaturas, el escenario está servido. Puede empezar el despesque. 


                 Antonio Díaz González





Fuente: Patrimonio La Isla (https://www.facebook.com/search/top/?q=patrimonio%20la%20isla&epa=SEARCH_BOX)

No te quiero en mi vida




No es que no crea en los fantasmas, es que no les hago hueco en mi cabeza, porque quererse meter, quieren hacerlo. Lo necesitan, porque si no ¿cómo existirían? Algunos vienen de fuera otros de dentro. Inconsistentes. Traslúcidos, gruñones, resbaladizos, ocultos, pero de insistente presencia. Tal vez, gruñones por tu ignorancia. Supongo que tienen que ver con la fantasía, de ahí su nombre ¿comprendes?

Sé que me asustaba la oscuridad de pequeña, más por los posibles sustos que por otra razón; que  mi tata hablaba con su madre por las noches como si estuviera viva; que mi amiga me dice –calla, no hables de los muertos que te aparecerán por la noche-. Incluso, cuando tuve mis desvelos después del divorcio, cuando empecé a dormir sola, yo misma me reprendía diciéndome: ¿Qué haces, pendiente del manillar de la puerta? Anda déjate de tanta pamplina y piensa en los buenos momentos del día.




              Josefina Núñez

sábado, 9 de mayo de 2020

La flor y el caminante


Foto: Antonio Díaz

Caminante,

honrarás a esa flor si, 

al encontrarla en un sendero, 

te acuerdas de alguien. 


Y honrarás a ese alguien si, 

como homenaje, 

decides no apartarla de su planta.


          Antonio Díaz


          


Sófocles, insustituible




Me sugiere…

Si tuviera que valorar al hombre, tendría que usar el plural de hombres y mujeres, porque es justa la reivindicación de estas últimas a  ser nombradas. No solo porque todo ser humano nace de ella sino porque la deuda contraída con ellas debe ser reestablecida.

Como es el valor más sublime de nuestra condición: la equidad, que esta palabra incluya la elección; la condición suprema de propósitos; libertad de expresión, de culto, seguridad y eliminación de la pobreza, en todo hombre y en toda mujer. (Algo de algún discurso)

Seguimos avanzando en las inmersiones del conocimiento, desde los océanos profundos y desconocidos a los lejanos horizontes, más allá de las estrellas, más allá de la célula.

Seguimos – “infatigables”- oficiando los sectores de sustento: primario, secundario y terciario, cuidando de sus límites con las fuerzas encontradas de intereses, hacia el equilibrio que declamaban personas sabias, sujetando las tirantas de una cama elástica. Sostenibilidad, en la mesa de tres patas donde todos nos sentamos a comer, a dialogar, con el firme propósito de conseguir la práctica más conveniente para el futuro.

Seguimos errantes de ideas e imaginación, pensamiento e imaginación, “alado de pensamiento”, construyendo y destruyendo y reconstruyendo sin ser del todo igual al momento siguiente. Es condición humana proteger a los desvalidos y vulnerables. Los niños, los ancianos, los inmigrantes, los pobres,… nos revelan nuestra condición humana. ¡qué sabiduría! No es solo el dominio de la palabra, o de la invención, sino también la mirada invisible empática; el gesto generoso del respeto y la conquista general de la acción solidaria, lo que conforman nuestra dignidad humana.

Seguimos con propósitos compartidos, en general, paradojas. La tierra está herida y nosotros dentro, con un paraguas invertido de varas legales para protegerla-nos. La agujeran unos poderosos insolentes e ignorantes que creen que la vida continuará con el papel virtual.

Pero aquí estamos, aquí seguimos, erguidos, con la energía de la ingenuidad de la infancia, la osadía del joven y el amor responsable de la madurez.


               Josefina Núñez

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