Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
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jueves, 30 de marzo de 2017

El tiempo de las mujeres

 


                                               

Aunque la historia de la humanidad y la experiencia personal de muchos de nosotros parecen confirmar lo contrario, en mi opinión -como ya adelanté hace varias semanas-, el tiempo es un factor más importante que el espacio para el logro de nuestro bienestar humano. La cantidad, la calidad y el ritmo del tiempo determinan, en gran medida, el nivel de felicidad posible y el grado de satisfacción personal. Pero, ¿cómo -me pregunta Juan- podemos ganar tiempo? Opino que la mejor manera de gastar el tiempo es comprando tiempo.

El Estado, las empresas y los clientes adquieren nuestro tiempo a cambio de dinero con el que la mayoría compramos independencia, espacios y objetos; pero no siempre ni todos advertimos que el mayor bien que podemos adquirir es el tiempo -el tiempo libre para dedicarlo a nosotros mismos o para donarlo a los demás, para pensar, para conversar, para escribir, para descansar, para disfrutar o para soñar-. El tiempo libre vale más que, por ejemplo, un campito en Chiclana, un nuevo automóvil o un televisor panorámico.   

Es cierto que las estadísticas nos dicen que las mujeres están ocupando progresivamente mayores espacios públicos -laborales, políticos, culturales, artísticos y sindicales-, pero también es verdad que, en la mayoría de los casos, por el hecho de que, además, se encargan de las labores domésticas, del cuidado en exclusiva de los niños y de la atención a los enfermos y a los ancianos, el tiempo -su tiempo- se está reduciendo de forma peligrosa.

La solución de este problema grave radica en el nuevo reparto de las tareas y en la redistribución de las funciones domésticas. Mientras que los hombres no adquiramos plena conciencia de que el cuidado y el mantenimiento de los espacios domésticos y de las tareas familiares han de ser repartidos, el solo hecho de la irrupción femenina en el mercado laboral -aunque abra una vía de integración social y de liberación personal, aunque suponga un avance cualitativo- no garantiza por sí solo la igualdad real con los hombres. No hay dudas de que, para favorecer un mayor equilibrio entre las ocupaciones de los hombres y de las mujeres, se tendrá que avanzar considerablemente en la regulación de los horarios de trabajo e, incluso, en la redefinición de la productividad, pero, posiblemente, el escollo más difícil de sortear es el de la mentalidad de la mayoría de los hombres y, también, el del pensamiento de muchas mujeres sobre sus respectivos y tradicionales papeles en la familia y en la sociedad. Es necesario que, ante el actual panorama de “parejas biactivas”, se produzca un efectivo reparto de tareas y una nueva conciliación de deberes entre cada uno de los miembros de la unidad familiar.


Como afirma María Dolores Ramos Palomo, Catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad de Málaga: “una persona que no es dueña de su tiempo, difícilmente puede ser dueña de su vida”. Me permito recomendarles el libro titulado “El tiempo de las mujeres”, cuya autora, Dominique Méda, dirige en la actualidad el gabinete de investigación del Ministerio de Trabajo francés. La editorial Narcea ha publicado una cuidada traducción.   


José Antonio Hernández Guerrero

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