Alborada sobre las marismas de Puerto Real
Cada día acude la alborada.
Reluciente, silenciosa y pertinaz.
Sutil vencedora de la noche,
umbral luminoso anunciador
de todas tus vivencias venideras.
Esas que te esperan junto al filo de la
cama.
Al levantarte.
Dama encantadora y formidable,
sagaz penetradora de tinieblas
y de umbrías borrascosas.
Atrás quedaran los lamentos,
los cansancios o desvelos
de la larga noche ya cruzada.
Ella, con su presencia imperturbable
alejará a la noche somnolienta
y acudirá a la cita de ardores
inflamada.
Deseosa.
Esperando que derrames sobre ella tus
ganas de vivirla.
Manuel Bellido Milla
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