El
tiempo, más que dinero, proporciona otros valores aún más necesarios
Jenny
Odell
¡Reconquista tu tiempo!
Barcelona, Ariel, 2024
José
Antonio Hernández Guerrero
El
discurrir -lento o rápido- del tiempo nos debería enseñar a leer la vida con
nuevos ojos, a administrarlo con responsabilidad y a disfrutarlo con libertad.
La experiencia nos confirma que, sin advertirlo, lo despilfarramos de manera, a
veces, inconsciente. En estos momentos en los que presumimos de libertades, en
mi opinión nos vamos haciendo cada vez más obedientes a la influencia sutil de
la publicidad, a esa fuerza poderosa que se apodera de nuestros sentimientos y
nos impide reflexionar sobre el curso de nuestra existencia. Me permito –amigas
y amigos- animaros a pensar y a vivir cada segundo con detenimiento, con fruición
y con complacencia.
En
esta obra Jenny Odell nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del tiempo y
a indagar en las raíces sociales y materiales que sustentan la idea de que el
tiempo es dinero. Responde de manera clara, detallada y exhaustiva a cuatro
cuestiones fundamentales: ¿Quién tiene capacidad de comprar el tiempo de quién?
¿Cuánto vale el tiempo de una persona? ¿Quién se ve en la obligación de ajustar
sus horarios a los de otro? ¿Por qué el tiempo de alguien se considera como algo
disponible? Las detalladas respuestas y
los sutiles análisis de estas preguntas parten del supuesto de que la valoración
de tiempo –que no es una cuestión individual sino cultural e histórica- ha de
evitar la concepción del ocio simplemente como una forma de descanso corporal o
de recreo espiritual para proporcionar nuevas fuerzas para trabajar de nuevo.
Odell muestra y demuestra que la productividad no es –no debe ser- la medida
absoluta del sentido del tiempo ni de su valor.
Explica
con claridad cómo cada día invertimos más dinero y más tiempo en comprar bienes
materiales, en adquirir objetos y servicios de consumo que nos restan las
energías espirituales y nos despojan de unos bienes inmateriales que son mucho
más necesarios y más gratificantes: el consumismo –afirma- nos merma la
libertad, la tranquilidad, el ocio y, en consecuencia, nos limita la cantidad
y, sobre todo, la calidad de la vida humana. Su detallada y amena reflexión,
que parte de la observación de unas hojillas de musgo que brotaban en un tiesto
de cerámica colocado junto a la ventana, le llevó a pensar en las escalas de
tiempos muy cortas y en las escalas evolutivas muy amplias, y le hicieron pensar
en lo vano que es empeñarse en apresar un momento.
En
mi opinión, su explicación de que la manera de recorrer el tiempo –de vivir la
vida- depende en gran medida de cada uno de nosotros imprimiendo mayor o menor
velocidad, aligerando o moderando el ritmo y acortando o alargando cada uno de
los momentos, puede –debe- mejorar la cantidad y la calidad de nuestras vidas. Esta
obra –clara, oportuna y necesaria- nos demuestra cómo el trabajo y el dinero debería
proporcionarnos otros valores más importantes y más necesarios. Por eso la
primera conclusión es que no deberíamos permitirnos perder el tiempo y, sobre
todo, que sean otros los que nos hagan perderlo. Y es que, a veces, los relojes
y los calendarios nos despistan y nos engañan porque no nos informan sobre sus
contenidos ni calculan la anchura, la altura y la profundidad de cada instante.
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