A
FERNANDO QUIÑONES, IN MEMÓRIAM
” Quiñones de la palabra”
¡Ay Fernando!
Flautista de la palabra
defines quijotescamente
sin herir
con la sutileza, como
lanza sin punta
envolviéndola sin más
de un guerrero de las
silabas.
¡ Ay Fernando ¡ no me
lleves al hilar fino de tu prosa
que me enredas como las
olas de tu Caleta
Y me envuelves en tus
sueños de pirata
buscando tesoros
perdidos en los mares.
¡Ay Fernando! cántame
por alegría
y que tu guitarra vocal, sonora
me lleve por la cueva
de lo jondo
pozo hondo y dulce que
sale de tu pecho
dale tres manos de tu
brisa chiclanera
y déjame junto a la sal
de tu voz enronquecida
¡Ay Fernando ¡no me
cuentes tus cuentos
ni de mar, ni toros, ni
de muertos vivos
no seas cruel conmigo,
qué
me haces viajar y
viajar al baúl de mis sentimientos
¡qué no quiero escuchar
las ánforas y anillos
que dejé perdidos en
las arenas de mis recuerdos ¡
¡Ay Fernando ¡no dejes
de acaramelar tu poesía!
Allí donde estés, se
legionario fiel,
¡rómpete en mil
pedazos, como un cristal en la roca!
saca pecho y no retrocedas,
se valiente como tu voz
y pon la revolución en
mil palabras gaditanas.
Sigues acariciándonos con la tinta de tu pluma
qué tiene todo el cielo
para escribir
las angustias y duque
las de tu enorme corazón.
Francisco Herrera López
1 comentario:
Siendo un chaval apenas arribado a Cádiz desde los inmensos olivares de otras tierras andaluzas, me descubrí siendo “escaneado” por una mirada furtiva, atenta, divertida y escrutadora. Era una mirada que me seguía limpia y cargada imagino de anhelo por descubrir aquello que rondaba por mi cabeza en el infantil deambular del chaval que era yo boquiabierto como estaba por la belleza de la Alameda Apodaca que me inundaba, enamorado al primer flechazo de Cádiz, y con la impresión aún a flor de piel como solo logran impresionarse los recién llegados a la tacita, cuando éstos se enamoran hasta los tuétanos de la ciudad, amor infantil renovado a cada minuto que, con los años, sigue y sigue más vivo que nunca.
Era la mirada escudriñadora de un poeta de la vida, lo supe con los años, la mirada de un mago que convertía vida en palabras y palabras en vida, a cada renglón. No podré olvidar aquel chisporroteo de inteligencia que refulgía de aquella faz de bondad que, como a hurtadillas, buscaba esencias de la vida entre los setos y parterres junto al mar.
Fernando Quiñones, allí donde esté sabe a qué me refiero.
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