Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
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jueves, 4 de junio de 2020

De viaje



Esperanza
La carretera no quiere llegar a la cima, juguetea con la montaña y el sol nos aprieta hasta morder la piel. Esta mañana paramos al desayuno, desde entonces hemos visto muchos paisajes, jugando a ponerle nombre a las personas al paso, imaginando los lugares más allá de las cumbres. —¿Sabías que donde vamos la gente se pone desnuda al sol? —¿Para qué, mamá? —me ha dicho bajo la sombra de una caja de galletas. —Para descansar y bañarse después —le digo. —Nosotras también, ¿verdad? —¡Pues claro! —exclamo intentando olvidar que necesito una parada para asearme. Nos bajamos hace un rato para el combustible y estirar las piernas. Hasta refrescos tenían en la tienda: una camioneta bajo dos pinos. El mar es inmenso visto desde aquí. Su aroma… Inspiro el regalo del viento, bálsamo de mis pulmones, caricia sensual para mi piel. Ella imita mis movimientos y suspira conmigo. —¿Dónde acaba el mar, mamá? Cada vez que pregunta algo, tengo la sensación de que se guarda otras preguntas. Escucha, procesa mis respuestas y calla.


Paciencia


Hasta llegar a la playa hicimos un largo camino; eso sucede, le explico, porque nuestro pueblo está muy lejos del mar. Me mira con los ojos hambrientos de la niñez, asiente su pequeña cabecita y aprieta los labios. Hoy se ha levantado con un anticipo de madurez.

Eso me da una tregua. Al llegar me señalaron al hombre con el que negociar el embarque de mañana. No podemos quedarnos en este sitio una semana más. Solo necesito media hora. Menos mal que acabó la menstruación. He vuelto después de una hora, cien euros menos y el billete asegurado. Ella sigue dormida, con su cuaderno de dibujos en la mano. Nunca sabrá nada.


Alegría


Expectación


Incertidumbre


¾¿Ya hemos llegado, mamá? —Sí, hija mía. Ahora empieza todo. Este es el lugar donde habita la estrella del norte. Sus ojos se encienden, sus hombros diminutos se relajan en mucho tiempo. Alguien nos abraza. Más tarde me entero que es una mujer policía, una guardia civil. —¿También puedo ser policía como esa señora?  —¡Claro! —le dice ella en perfecto francés. Nos ha traído ropa seca, compresas, agua, comida y una sonrisa envuelta en un futuro de esperanza.

¾¿Cuándo vendrán los abuelos, mamá? —la ausencia de respuesta baña mis ojos y añade un vacío a mi mente. Un vacío imposible de llenar.


                Manuel Bellido Milla.

1 comentario:

Francisco Herrera dijo...

Magnifico , sensible y realista relato Manuel,

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