LAS PALABRAS TIENEN CALLES
Ayer no lo creía,
pero sí, tienen las palabras calles,
quizás sin números, como el amor.
Nadie dice te amo en el veintisiete,
pero entiéndeme, sigo sin llamar o clamar…
La palabra es consecuente y rara a la vez
no tiene una guía, a veces labios que engañan
y quieres creer lo que quieres creer
para no irse de vacío y sin consuelo.
Leí a Rosales, Luis, y me convencí:
las palabras son calles interminables
que habitamos sin dejar aliento,
vamos pisando lentamente, mascando sonidos,
a veces no le hacemos caso y nos reímos,
quedan perennes y desconsoladas,
se llevan a los incrédulos a pasear en ellas.
Como no tienen nada que decir, las dejan blanqueadas,
vírgenes,
ay, de aquellos que se van a las tumbas sin saliva
porque dejaron huérfanos sus labios
y no encontraron la dulzura de la calle del amor
o quizás del desconsuelo o la amargura.
Todo ello va unido a la palabra y sus correspondientes
calles,
nos agarramos a cada paso y a cada palabra para
remediarnos,
para unir sentimientos y navegar sin destinos.
Así seremos felices y podremos convertir los silencios,
los tristes silencios en recovecos del alma.
Somos perecederos y eso nos importa
sí caemos en la cuenta de que solo vivimos una vez.
FHL, mayo 25
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