Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
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domingo, 14 de enero de 2024

Jano

 


 


 

Jano era el dios de los umbrales y de los inicios, de las entradas y las puertas, en contraposición a Terminus, la deidad de los finales y los cierres, tan antiguo como las fronteras o los límites. La población se encomendaba a Jano al comienzo del año, los días siguientes al solsticio de invierno, y celebraba su festividad el 9 de enero, de ahí que este primer mes le estuviera consagrado y recibiera su nombre Ianuarius. Su culto nace en el reinado de Numa Pompilio, segundo rey mítico de los fundadores de Roma y, sin tener correspondencia en el panteón griego, permaneció inalterado desde la Roma primigenia. Se le representaba con una cabeza bifronte. Dos perfiles. Un rostro que miraba hacia adelante, hacia el futuro y otro contrapuesto que miraba hacia el pasado. Esto le convertía en un ser omnipresente que presidía los cambios y los espacios de transición. Se le atribuía la invención del dinero, de la navegación y de la agricultura y, por ello, era el dios de las empresas afortunadas, de las travesías, de la prosperidad en los negocios y de las buenas cosechas, pues velaba por el paso del tiempo y de las estaciones. Auspiciaba un buen porvenir al comienzo de todas las actividades y se le consagraban los caminos, no sólo los físicos sino también los sagrados, pues más allá de los elementos físicos de separación como murallas y puertas, existía un límite invisible y sagrado que otorgaba una naturaleza distinta a los espacios situados en su interior.

Una deidad, por tanto, in medias res, en medio de todas las cosas.

Jano estaba asociado al éxito de todas las empresas y, por ello, también a las guerreras. Cuando Roma declaraba una guerra se abrían las puertas del templo de Jano y no se cerraban hasta el final del conflicto. Ovidio nos relata como por su intercesión venció Roma a los Sabinos, y Procopio cómo, mil años después, lo hiciera sobre los ostrogodos.

Hoy las puertas de Jano están abiertas y vientos de guerra las franquean. Atravesemos ese umbral. Encontremos el equilibrio y la sabiduría necesarias para transitar hacia la paz deseada.

Y cerremos de nuevo sus terribles puertas.


 Juan Manuel Díaz González

1 comentario:

Vicente Muñoz dijo...

Buena semblanza de Jano. Felicidades Juan Manuel

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