Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
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martes, 7 de julio de 2020

LA AMBIGÜEDAD LITERARIA


Tras señalar la importancia decisiva de los destinatarios en los procesos de escritura y de lectura de los textos literarios, os propongo una sencilla reflexión sobre uno de los rasgos que caracterizan el lenguaje literario. Me refiero a la “ambigüedad” una propiedad que consiste en encerrar múltiples significados en una expresión.

 

Parto del supuesto de que todas las realidades externas son signos cargados de diversos significados y, por lo tanto, todos se prestan a diferentes interpretaciones.

 

El mar, el cielo, una montaña, un río, una ciudad, una calle, un edificio, una puerta o una ventana, un sonido, una melodía, un ruido, un silencio, un animal, un cuerpo humano, un rostro o unos ojos poseen múltiples componentes, diferentes aspectos, que son considerados -“leídos”- de maneras distintas.

 

La realidad -el mundo- se convierte así en un campo fértil y cada objeto -cada cosa- es una semilla que, adecuadamente cultivada por el poeta, florece y nos proporciona copiosos frutos. Cada uno de estos objetos encierra múltiples significados. Dicen “cosas” distintas, y cada persona las interpreta de manera personal y, también, de forma diferente en las sucesivas ocasiones que los contemplen.

 

Si, por ejemplo, tras asomarnos a la baranda de la Alameda para disfrutar de la vista de la Bahía, preguntamos qué hemos visto, las respuestas serán distintas y, veces, contrarias. Cada uno de nosotros habrá prestado atención a aspectos diferentes tras captar, ordenar, combinar e interpretar los datos de forma personal, dependiente de nuestra personalidad, educación, cultura y estados de ánimo.

 

Esta diferencia de percepción se advierte con mayor claridad en las interpretaciones de los episodios y de los comportamientos humanos porque en ellos intervienen factores biológicos, temperamentales e ideológicos determinados por las experiencias que han dejado sus huellas grabadas en el fondo de la conciencia o de la inconciencia. Las páginas de opinión de los periódicos y las intervenciones de los tertulianos en los programas radiofónicos y televisivos, y las discusiones de los políticos en el Congreso de Diputados o en el Senado ponen de manifiesto las diferentes maneras de ver, de interpretar y de juzgar un mismo hecho.

 

También hemos de tener en cuenta la ambigüedad –plurisignificación- de las palabras. Si consultamos un diccionario comprobaremos que cualquier término tiene varios significados. “Comer”, por ejemplo, posee trece acepciones:

 

1.     Masticar y deglutir un alimento sólido,

2.     Ingerir alimento.

3.     Producir comezón física o moral a alguien.

4.     Gastar, corroer o consumir algo.

5.     En el ajedrez o en las damas, ganar una pieza al contrario,

6.     Dicho de la luz: Poner el color desvaído,

7.     Disfrutar o gozar alguna renta,

8.     Tomar la comida al mediodía,

9.     Tomar la cena,

10.  Omitir alguna frase, sílaba, letra, párrafo

11.  Gastar, consumir o desbaratar la hacienda, el caudal

12.  No hacer caso a una señal,

13.  Llevar encogidas prendas como calcetines, medias, etc., de modo que se van metiendo dentro de los zapatos.

 

El lenguaje literario aprovecha esta riqueza significativa y, además, añade otros valores propios denominados “connotativos” constituidos por los significados culturales, estéticos y emotivos. Distinguimos los significados connotativos que están incrustados en la tradición literaria, aquellos que, creados por autores clásicos definen una época o un estilo y se siguen repitiendo a lo largo de la historia, y los originales de cada uno de los escritores. Como ejemplos de los que caracterizan las diferentes periodos puede verse el trabajo titulado “Los paisajes literarios” en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

 

Del libro Los paisajes literarios, de José Antonio Hernández Guerrero

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