Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
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martes, 14 de abril de 2020

Adaptación del texto “Teogonía” de Hesíodo




Las Musas me transfieren a su mundo
Los saltitos de rana de las musas




En Grecia hay un monte majestuoso llamado Helicón, desde donde se divisa la circular de un mar por donde brotan otras islas. Allí habitan nueve deidades que protegen a las ciencias y a las letras.

De ellas quiero hablaros por el amor que me infunden la belleza y su bondad. Nada persiguen de fama o tesoro, ni ser o menos sabias que otros. A ellas les gusta danzar con sus pies delicados en torno a una fuente de violáceos reflejos en la que lavan su piel suave antes de subir a la cumbre del monte.

Porque allí se reúnen para cantar con deliciosas voces y cimbrear sus pies al compás de la melodía.

Partiendo de allí, envueltas en densa niebla marchan al abrigo de la noche, lanzando al viento sus maravillosas voces, emitiendo himnos a los poderosos pobladores, a los votados y a los heredados, a las mujeres activistas y distinguidas, a los adolescentes rebeldes de zapatillas de deporte, a los bellos de ojos glaucos, a los cuerpos de seguridad que abarca el lugar, a los curiosos niños, a los sabios enseñantes, al respetado creyente, a aquellos de retorcida mente, de arrogancia y codicia explícita. Y cómo no, al espacioso Océano, a la noche negra y a lo continuo de la naturaleza.

Ellas precisamente enseñaron una vez a Hesíodo un bello canto mientras apacentaba sus ovejas por aquel lugar.

He retenido durante entonces su mensaje que aún no he llegado a comprender, a la espera de que, un día de tanto pensarlo, descubra su regalo, como ha de suceder en la mente humana.

En el primer contacto me cantaron: “¡Pobladores del campo, solitarios, de triste indefensión! Sabemos decir muchas mentiras con apariencia de verdades; y sabemos, cuando queremos, proclamar la verdad”

 Así dijeron aquellas musas que imantaron mi atención.

Luego, en la segunda acción, me dieron un cetro después de cortar una admirable rama de florido laurel. Me infundieron voz inspiradora –espiritual- para celebrar el futuro y el pasado y, me encargaron valorarlas al principio y al final de mi pensamiento.

Mas, no sé por qué me detengo en este episodio apesadumbrado que me atiborra la cabeza con tanto interrogante. ¿A qué me detengo con esto en torno a la encina o la roca? 



  Josefina Núñez Montoya

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