Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
Director: Profesor de la UCA Dr. José Antonio Hernández Guerrero
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martes, 9 de junio de 2015

Textos acto de clausura en Jimena (I)





(Hay un paisaje que no ha sido pintado, una música que no ha sido escrita.
Como el mar guarda en una caracola sus sonidos, el corazón protege sus emociones).

La ruta del corazón

A mi corazón le falta un spring, me afectan sus decisiones, las que no decido, su comportamiento dormido y su falta de coraje para crear emociones nuevas.

No responde a mis expectativas y me deja chiquita el alma. Hoy es incapaz de correr tras de ti, eres el amor que no reta y justo cuando no quiero vas y me desarmas toda entera. Coqueteas  y con  tu ropaje de risas me haces música a la mirada.

A solas hago pasos sobre las arenas de Conil, y allí, donde habitan los acantilados, aprendo a tocar las mejillas de un mar que me relata con sonidos de agua los textos mudos de su historia.

Y oigo sus sonidos y traduce mi corazón, y yo quiero decidir dónde tocar las arenas que vienen y van entre dedos a mis pies. Mientras, en el hotel, Daniel espera.

Mi corazón, sencillamente, se ha enamorado sin contar conmigo. Tiene la ruta de otro corazón y yo la acepto. Trae a mí el coraje de crear, armonía y silencios.

           Daniel llega y me reta, lleva  mis manos a sus manos y mi palabra en su piel, a cada paso se inunda de agua nuestra huella y hacemos mares chiquitos dentro, y las arenas viajan depositadas en su interior y decido dejar allí las que vienen y van entre dedos a mis pies.

Cuando aceptas la ruta de tu corazón, la sigues, la arropas y la abrazas, y como la tecla de agua  de un piano te regala sabor a música y te abre sus calles con billete de ida y agua.


Siempre es tu voz. Dime tú.



María José Morales






Aprender a buscar la felicidad

     No estamos preocupados, estamos distraídos…Por eso pensamos que perdimos algo, pero es imposible, porque nos fue dado. No creamos ni un solo pelo de nuestra cabeza, por lo tanto no podemos ser dueño de nada.
     La vida no nos quita cosas; nos libera de cosas…, nos alivia para que volemos mas alto, para que alcancemos la plenitud. De la cuna a la tumba es una escuela; por eso, lo que llamamos problemas, son lecciones.
     Si amamos lo que hacemos, seremos felices. No hagamos nada por obligación o compromiso, sino por amor. Entonces habrá plenitud, y en esa integridad todo es posible, como conseguir la alegría sin esfuerzo, porque nos mueve la fuerza natural de la vida. Dios o la Naturaleza, nos puso un ser humano a nuestro cargo, un ángel de la guarda, y somos nosotros mismos. Nosotros mismo debemos ser libres para amar y para hacernos felices.
    Amar a los que nos, rodean como a nosotros mismos, es un acto de plena solidaridad, pero antes tenemos que reconciliarnos con nosotros mismos. Pongámonos delante del espejo y pensemos que esa criatura que estamos viendo es obra de Dios, de la Naturaleza o de nuestros padres, y nos han regalado la vida para que la vivamos plenamente, así que decidamos ahora mismo ser felices.
     Hay tantas cosas con las que gozar, y nuestro paso por la vida es tan efímero, que supone una pérdida de tiempo, y un fracaso, malgastarla en preocupaciones, enfrentamientos o trivialidades.
     El querer a los demás proporciona una gran felicidad, ya dice una máxima: “No existe mayor felicidad que hacer felices a los demás”, por tanto, da sin medida y te darán sin medida. Habría que amar hasta convertirnos en lo amado; más aún, hasta convertirnos en el mismísimo amor. El bien es mayoría, pero es silencioso. Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye, hay millones de caricias que alimentan la vida, pero no la hacen tan perceptibles ante los ojos del mundo, como a la propia violencia.
     Dios, o la naturaleza, nos mandan flores cada primavera, un amanecer cada mañana, un universo lleno de estrellas y una infinidad de oportunidades para dar resplandor a nuestros sentidos, a nuestro corazón y a nuestra alma.
     Podemos y debemos atrevernos a ser felices. Saborear cada momento de la vida. Sólo depende de nosotros; de que hagamos estallar nuestro sentido del humor y del amor. De que hagamos brotar del espíritu, del corazón de nuestros gestos una luminosa sonrisa que nos contagie y contagie. Entonces, sólo entonces, entre esa armonía de espíritu y vida, de transcendencia y realidad, habremos conseguido encender el fuego de la felicidad.
                                                                            

Pedro Castilla Madriñán


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