Firme valladar que al tiempo
desafía
Erudito silencio cual
marca de tu boca
Serena lealtad convicta
que provoca
Recelo en lo banal que
el ávido confía.
Ilustre gravedad
forjada día tras día
Sigiloso Titán que el ansia
no trastoca
Grandeza en tu mirar si
el viento adverso toca
Sensible corazón. Sutil
melancolía
Batallador al fin de una
filosofía
Profunda como el mar, tenaz
como una roca
Cuajada con anhelos de
una filantropía.
Mirándonos en ti, tal
vez se alcanzaría
El honesto vivir que tú
recuerdo invoca
Pues indeleble al fin, varémonos
un día.
La honestidad llegó un día de tu mano cuando marineabas
al timón de la vida. Aquella, se quedó contigo al venir como tú, cargada de
silencios, silencios de buen navegante capitán de una goleta capaz de ceñir
vientos borrascosos, de atravesar nieblas traicioneras que escondieran mortíferos
escollos y disfrutar de inmensas empopadas con el viento fresco. Más llegada la
hora de meter el ancla a bordo en ésta tu postrera travesía, acudirás el
primero a proa sin rehuir la maniobra, como tantas veces antaño en la bahía.
¡Siempre navegaremos juntos!
Manuel Bellido.
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