Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
Director: Profesor de la UCA Dr. José Antonio Hernández Guerrero
Coordinación del blog:
Antonio Díaz González
Ramón Luque Sánchez

Contacto y envío de textos:
clubdeletras.uca@gmail.com


miércoles, 29 de abril de 2020

Reflexiones sobre la incertidumbre


Imagen tomada de: https://www.eleconomista.es/

Cuando el camino es conocido, la certidumbre nos ofrece seguridad. Digamos que, la certidumbre es una carretera bien pavimentada, con sus señales, limitaciones de velocidad, gasolineras, anuncio anticipado de los cruces. Entonces somos viajeros.

Cuando el camino es desconocido, o aún más, si no hay camino previamente trazado, no somos viajeros, somos exploradores y, esta condición nos exige transitar gestionando la incertidumbre. Es el caso de las grandes gestas: Cristóbal Colón al descubrir América, Juan Sebastián Elcano, trazando el recorrido de la primera vuelta al mundo; Andrés de Urdaneta, estableciendo el camino del retorno viaje entre Filipinas y Acapulco; Alvar Núñez Cabeza de Vaca, explorador de la Florida, Alabama, Misisipi, Luisiana, Nuevo México, Arizona, California; Isaac Peral, constructor del arma submarina; Santiago Ramón y Cajal, padre de la Neurociencia. Todos ellos tienen algo en común: son españoles y supieron abrirse camino superando la incertidumbre.

Hoy nos enfrentamos a un enemigo nuevo, poderoso, traicionero, inteligente, mutante, sin certezas, aún, sobre cuál puede ser su origen y, debemos combatirlo en ausencia de camino. Contra el COVID 19 no habrá camino seguro hasta que se encuentre una vacuna. Hasta entonces debemos aprender lo que Colón, Elcano, Urdaneta, Cabeza de Vaca, Peral, Ramón y Cajal, y otros nos enseñaron: gestionar la incertidumbre superando nuestros miedos y la nostalgia de una buena carretera, que, en este caso, hemos de construir nosotros mismos a medida que avanzamos en ella. La inteligencia debe superar a la nostalgia, la valía debe destronar al miedo, la solidaridad al egoísmo, la compasión al enfrentamiento, la grandeza a la miseria. Y nosotros al frente: serenos, capaces, orgullosos y hermanos. Enarbolando lo mejor de nosotros mismos.


                  
                    Manuel Bellido Milla.

Píndaro. Hombres y dioses







Una sola es la estirpe de los hombres
y de los dioses: de una sola madre
recibimos el soplo de la vida.

Mas nos separan muy diversos grados
en los poderes:
de una parte, nada;
de otra, el cielo de bronce,
que permanece siempre
como mansión segura.

Pero, con todo, en algo
nos parecemos a los inmortales:
ya en la hondura del alma,
ya en la naturaleza.

Aunque esto no conocemos
el término al que vamos
corriendo cada día,
y durante las noches,
y nos tiene marcado ya el destino.

                      Traducción de Esteban Torre
                                                                      

martes, 28 de abril de 2020

Decreto de Expulsión


Foto obtenida de la web: https://elandroidelibre.elespanol.comml




B.O.C.
Boletín Oficial de mi Casa.

Decreto de Expulsión

Mediante el cual quedan desterrados del espacio soberano de mi casa, todos los políticos españoles que incurran en lo estipulado en el presente.


Decreto 01/2020 de 28 de abril.

Preámbulo.
Para salvaguardar la salud física y mental de los habitantes de esta casa, promover la concordia entre los todos los vecinos sin restricción alguna, las buenas costumbres basadas en el respeto, la tolerancia y el derecho al optimismo de una vida en libertad, ordeno el siguiente Decreto Soberano de Expulsión.

Ámbito.
Todos los políticos sin excepción alguna. Desde el momento que se atrevan a violentar la paz de mi casa a través de cualquier medio. Especialmente la televisión, la radio, las redes sociales o cualquier otro tipo de mecanismo con el que conspiren contra la paz, el progreso y la hermandad entre españoles.

Artículo primero y único.
1.       Todos los miembros de la casa tienen en su mano el poder de expulsión.
2.       El uso del mando a distancia es un derecho inviolable con el que cambiar de canal o incluso apagar la tele, la radio etc. derrotando por este medio a todos los invasores, una y otra vez, cuantas veces sean necesarias. Hasta que aprendan.
3.       Queda al libre albedrío de cualquier miembro de la casa, vetar la sintonía de cualquier medio de comunicación que, con su soporte, promueva la invasión de los hogares difundiendo mensajes de enfrentamiento, odio y otras canalladas.
4.       Los políticos expulsados quedarán encuadrados en la categoría de indeseables.
5.       Cada miembro de la unidad familiar tendrá derecho al análisis crítico de los mensajes recibidos por redes sociales, y podrá aplicar con la máxima firmeza el repudio contra los malos tonos, la falta de respeto, la presencia de calificaciones inductivas y el camuflaje del comunicante.
6.       El presente Decreto Soberano de Expulsión no prescribe, y podrá ser aplicado por cualquier persona para su tranquilidad como indicador de su buen juicio.
Régimen disciplinario.
En legítimo derecho del uso de la memoria, los miembros de esta casa se otorgan la potestad de vetar a los políticos encuadrados en el Apartado 4 del Artículo Primero y único del presente Decreto Soberano de Expulsión.

Si en comicios venideros, alguno de los mencionados en el referido Apartado 4 apareciera en alguna lista electoral, dicha papeleta sería vetada en su conjunto negándoles el voto a ellos, a sus correligionarios, a sus partidos cómplices y a cualquier tipo de metamorfosis de siglas tras la que se escondan o escondiesen

Dado en España a 28 de abril del año 2020.



                             Manuel Bellido Milla



                     

La creatividad narrativa en el punto de mira



Reflexión a la lectura de “La escritura narrativa” del profesor J.A. Hernández Guerrero”

“Escribir no es más que un sueño guiado”
Jorge Luis Borges.


Narrar, hoy como ayer, es un cantar humano acerca de sus gestas, contado en el trasiego de las palabras por horizontes lingüísticos de mundos de ilusión.                                                             
Todo relato responde al instintivo retorno hacia lo ya vivido, al humano gesto de retener la vida dando más “vida” a la vida misma. Si bien Kant situó el origen de la creatividad humana en el instante en que, desde la distancia en la que nos posiciona la razón, tomamos consciencia de la exterioridad del mundo como contexto arraigante de nuestra realidad. Cuando la razón, en su deductiva lógica, es insuficiente (M. Zambrano), es nuestra mirada apaisada sobre las fisuras del mundo la que instaura en nuestro ser interno el impulso primero de ir al encuentro con la vida.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                
Todos hemos pronunciado alguna vez -o escuchado- la expresión coloquial “te voy a contar un cuento…”; mas si devolviésemos este “cuento” nominalizado a su verbalización original, hacia su menester de contar desde la voz narradora,  de “contarse” a los demás desde la voz poética, ubicándolo en la dimensión lineal del presente, reflexionaríamos que todo contar  da comienzo en el proceso de codificación de nuestra memoria por el cual retenemos nuestros recuerdos como posibilidad de dotar de tangibilidad  a nuestras emociones y sentimientos. 

Todo relato sitúa su origen, a priori, en ese primer momento consciente kantiano en el que la existencia, como mera experiencia de nuestra realidad, transciende a sí misma como vivencia interna. Tendríamos entonces que retornar hacia la imagen primera física del mundo, percibida por nuestra mirada, incondicional y transparente, en su contemplación aún no transitada por las palabras. Un mirar cara a cara con el mundo, cuyo reflejo, como lámina de un speculum, desde la toda apertura de su ángulo de luz, se refracta en la retina de nuestros ojos internos. Una mirada, especular y extensible, cuya potencia de voz se sitúa en el silencio contemplativo con la que da comienzo el registro de nuestra memoria; sin intención de obtener certezas, sin anquilosarse la razón en lo que solo es predecible.                                                                                                                                                                                                   
Es esta mirada original, en su potencial pureza desde el “entendimiento” precoz de nuestro inconsciente, la que actúa como nuestro consustancial instrumento de medida que nos da la variable frente al mundo desde nuestra escala humana.  Dicha mirada, a posteriori, posibilitará, desde la estimación de nuestros valores, el proyectarnos e inscribirnos sobre el eje horizontal narrativo a la vida como la voz intérprete, cuestionadora de su propia realidad (H. Guerrero, 2019). Así, resonará como voz que acentúa la búsqueda de la verdad de sí misma, de lo aún por conocer de sus circunstancias (O. y Gasset), como voz que desde su alteridad se coextiende más allá de la vida, hacia el infinito.  J. Ramón Jiménez desde su poemario Eternidades (1923), nos decía: “Yo no soy yo, soy este que va a mí lado sin yo verlo (…), el que pasea por donde no estoy, el que quedará en pie cuando yo muera”.

Una mirada iniciática que desde su dimensión literaria nos conduce a través de un movimiento rotativo sobre la panorámica del mundo por la que la narrativa alberga, en su amplitud de miras, la curiosidad por saber acerca del binomio ser-mundo enfocando desde el espíritu polisémico del ser humano a la vida como continente posible en el que habitar. La vida discurre por senderos, itinerarios de tramas que se bifurcan y por las que todo lo humano deja de cimentarse sobre el discurso unívoco desde la logística de la razón; sino que se emprende por senderos ambivalentes transitados entre lo real y lo imaginario (Borges). Con ello nos predispone a que todos ejerzamos de narradores, liberando ese impulso interno e instintivo de contar la vida desde una historia propia.  ¡Ficcionamos, luego existimos! sentenció Borges.

Narrar, contar o relatar es intrínseco al tejido humano, de su entrecruzamiento entre lo visual y lo verbal construimos y definimos nuestra identidad humana. Todo relato nace, pues, de un trasfondo épico y de un trasfondo filosófico que nos revela al ser humano como toda posibilidad, como respuesta a esa necesidad connatural de agregarnos a la vida.

 Leibniz justificaba nuestra tendencia creativa desde la consideración de la vida “como el mejor de los mundos posibles”.  Por su parte, Barron, define a la creatividad como una actitud hacia la vida y un modo del pensamiento; una actitud de superación que nos forja a elevarnos sobre arenas movedizas, desarraigantes, sobre las que observamos al mundo, absorto en sus giros, ajeno al dolor humano. 

En cierta ocasión le preguntaron a Torrente Ballester (1977) acerca de su insistencia en escribir novelas a sabiendas del dolor inherente a la vida humana. Su respuesta fue contundente: “a pesar de todo el desencanto de la humanidad, el hombre, a pesar de todo y contra toda razón, no pierde la esperanza sobre lo humano”.                                                                      
Tiene sentido concluir esta extensa opinión, densa en citas, afirmando coloquialmente que el corazón humano, antes de hablar por las palabras, lo hace por su mirada.

Lo valioso que nos enseña la lectura como disciplina es aprender a cuestionar  la verdad banal contenida en los convencionalismos que nos son trasmitidos, como los que conciernen al origen de la creatividad literaria, desviando el fin que en sí misma contiene  nuestra capacidad de ficcionar, justificando el hacer literario en las oscuridades de patologías, en el sentir traumático de un “yo”  herido e hipertrofiado situándolo en  ese punto de  confrontación  o especie de choque por el que muchos aspiran desde su suprarrealidad revestirse de genialidad. Sin embargo, más allá del genio, la narrativa surge de nuestro ingenio, de “la mezcolanza entre lo sublime y lo grotesco” en palabras de Cervantes.

En definitiva, como refleja la sabia conclusión de T. Ballester, es necesario ser siempre consciente de que “todo lo que pasa por una novela, pasa antes por la vida”.



Bibliografía, artículos y notas sobre las fuentes consultadas:                                                                                              
Sobre la retórica de la imagen artística:
Maillard, Chantal. (1992). Introducción. La creación por la metáfora en Zambrano, María. La razón poética. Barcelona: Ed Antropos.   
                      
Sobre la conciencia como sujeto activo:
Coble Sarro, David. (2012). Lo a priori trascendental en Kant (una investigación lógico-conceptual), Factotum, 9, pp. 44-122. Recuperado de http://www.revistafactotum.com/revista/f_9/articulos/Factotum_9_5_David_Coble.pdf 

Sobre el concepto de circunstancia como “esa realidad muda en derredor (… )” en relación con la filosofía descartesiana de O. Gasset “ yo soy yo y mis circunstancias “ en Pérez-Borbujo, Fernando. (2010). Tres miradas sobre el Quijote. Unamuno-Ortega-Zambrano. Barcelona: Herder.

Sobre el concepto de alteridad como modo alternativo de leer la realidad:
Vázquez Rocca, Adolfo. (2005). Baudrillard: alteridad, seducción y simulacro. Observaciones filosóficas, 1. Recuperado de https://www.observacionesfilosoficas.net/alteridad.html                                                                                                                                  
El mismo concepto en Juan Ramón Jiménez en su poemario Eternidades, (1923), Ed. Taurus. 1982.
Borges, Jorge Luis. (1996). El otro el mismo.  Buenos aires: Ed. EMECÉ.

Sobre el concepto de verdad literaria, tan válida como la realidad tangible del mundo en Jorge Luis Borges:
Cavallari, H. Mario. (2001-2002). Jorge Luis Borges y la estética del simulacro. Corner, 5. Recuperado de http://www.cornermag.net/corner05/page02.htm#anchor76741  

Desde esta misma poética Borges reivindica  la valoración del aspecto lúdico de la ficción , el ‘yo’ ficcionado se concibe como un punto de confluencia de sus ficciones , revirtiendo el sentido descartesiano de la razón : “pienso , luego soy” en su expresión “ ¡Ficcionamos , luego existimos!”.      
                                                                                                                            

Sobre la concepción de los mundos ficcionales como mundos posibles en la teoría  de Leibniz:
Aguado Rebollo, Javier. (2009). ¿ Por qué según Leibniz vivimos en el mejor de los mundos posibles? Thématos Revista de filosofía , 42.pp. 19-37. Recuperado de https://revistascientificas.us.es/index.php/themata/article/view/547                                                               
Sobre la definición de Barron (1955 ) sobre la creatividad como un modo de vida, un medio de salud mental y una fuente debelleza y recogimiento en el artículo

García García, Francisco. (2010). Definición de creatividad (V) – Barron. 37,4. Blog de creatividad. Recuperado de http://treintaysieteconcuatro.blogspot.com/2010/04/definicion-de-creatividad-v-barron.html                                                    

Sobre la referencia del ingenio narrativo según Cervantes y su postura escéptica acerca de la genialidad:
“(…) ni de quien se sirve de la retórica (... ) ni tiene para qué predicar a ninguno, mezclando lo humano con lo divino , que es un género de mezcla (tejido de hilos de colores )  de quien no se ha de vestir ningún cristiano”.

Real Academia Española. (2004). Prólogo a Cervantes, Miguel. Don Quijote de la Mancha. IV centenario. Madrid: Santillana Ediciones Generales.

La misma opinión en  Torrente Ballester en su discurso de toma de posesión en la Real Academia (1977) Recuperado en: https://www.ersilias.com/discurso-de-gonzalo-torrente-ballester-al-recibir-el-premio-cervantes-de-1985/                                                                                                                                            
Así como el escritor gallego adopta para sí la definición de Cervantes sobre la realidad creada en la ficción: “la realidad no es otra cosa que una mezcla entre lo serio y lo ridículo, lo feo y lo bello, lo verdadero y lo falso, lo sublime y lo grotesco. (…) lo importante es lo que este aconteciendo entre el lector y el autor” (1986).                 


                             Aurora Romero

viernes, 24 de abril de 2020

El mitin




El bar no es muy grande, aunque en él quepa todo el pueblo, eso lo demuestra el jaleo que brota por la puerta. Está anocheciendo. El día ha sido duro para muchos, algunos a esa hora regresan del campo y se detienen un momento a tomar un vino, recoger noticias, impresiones. Algún trato tras un apretón de manos, el amago de una soleá. Varios grupos llevan allí toda la tarde, sentados, jugando a las cartas y al dominó. Las humaredas del tabaco compiten con las voces del tute y la blanca doble; los hay que entran y salen, otros en la puerta hacen un aparte antes de marcharse. Todos hombres. En las paredes algunas fotos del pueblo, el cartel de una bailaora: Córdoba 1935 feria de mayo, dice; dos cuadros con motivos de caza sobre las ventanas, un taco de calendario que adelgaza todos los días, un perchero largo que recorre la pared y un espejo inclinado con la grafía del Anís Machaquito.

El dueño suele estar allí, aunque nunca sirve. Habla con unos u otros. Con todos si es el caso. Su talante le empuja a ello. Hoy tiene compañía. Se han sentado en su mesa de la esquina. No quiso aceptar la oferta del casino. —Mejor en la taberna —le dijo. A la vista de todos, pensó. La conversación se desenvuelve discreta entre el vocerío y el canturreo ahora por martinetes.

¾Ese carnet es para gente como nosotros. Tú lo sabes mejor que nadie —el tono es persuasivo, pausado.
¾A mí José Antonio me parece un buen hombre. Ya te lo digo. Pero de momento soy jefe de policía al cargo de los municipales. Así que estoy para todo el mundo.
¾Hace falta orden Manuel. Necesitamos personas como tú, gente de respeto.
¾No te digo que no. Pero para hacer cumplir la ley a todo el mundo —el otro permanece en silencio contrariado, no contaba con una negativa. Evalúa si debe insistir o no. Manuel que lo observa amigable, le sigue hablando claro, sin perder su sonrisa recia de siempre—. Si yo cojo ese carnet voy a dar un mal ejemplo —el otro se yergue haciéndose el despechado—. Un jefe de policía tiene que serlo de todos, y no de unos pocos, por encima de mi propia opinión.
¾No me iras a decir…
¾Yo digo lo que digo. Sin ofender a nadie —interrumpe sin mover las manos sobre la mesa, sin elevar la voz, sin eludir la mirada.
¾¿Qué vas a hacer entonces con lo del mitin? —el tono ha cambiado. El visitante no puede evitar que en la pregunta se diluya un cierto sabor de advertencia. O de cosas peores. Manuel capta el matiz sin inmutarse.
¾Haré lo que tenga que hacer —con media sonrisa y todo el aplomo.
¾Bueno hombre, está bien. Como tú quieras.

No se acaba la copa. El visitante se echa para atrás en la silla, levanta el mentón, rehúye la mirada de Manuel y consulta su reloj.

¾Creo que es hora de volver a mi casa —dice con sequedad delatora. Sordamente ofuscado. Manuel asiente tranquilo.

&
Dentro de una semana hay elecciones generales a cortes. Son días en los que Manuel tiene mucho trabajo, ha dado su palabra al aceptar el cargo, y se siente en la obligación, aún a costa de no atender bien sus negocios. Las jornadas son muy largas en el Ayuntamiento. Escuchando a unos y a otros, siempre tranquilo, empático, sin dejarse influenciar por las soflamas incendiarias que le llegan, que pretenden influirlo, manejarlo. Manuel distingue. Sabe hasta dónde llega la bondad de cada quien, y sabe que la bondad, como la maldad, gustan camuflarse en el parapeto de las ideas. De todas.

Los del mitin son miembros del Partido Comunista de Jaén. Le han puesto un telegrama solicitando permiso para un acto en Porcuna. A una semana de las elecciones. Revisada la solicitud, Manuel les ha concedido el permiso. El sentimiento de escándalo que eso provoca entre ciertas personas del pueblo es incontenible. —Una desvergüenza—dice el más ofendido. —Un sin Dios —corea otro. —¿Qué se habrá creído este…? —repite el primero. —¿Hasta dónde vamos a llegar? —tercia otro reflexivo. El más callado se hace cruces. Aunque no lleguen a nada, todos se conjuran rabiosos.

Un día antes del acto Manuel habla con su amigo Benito.

¾Mañana recibimos a los del mitin en la carretera. Desde allí los escoltamos hasta el cine—sus palabras caen despacio, como la lluvia fina, dejando que cimenten en la cabeza de Benito—. Tu sitúa un par de guardias en la puerta hasta que acaben. Para evitar problemas. Los demás no muy lejos. Después los llevamos hasta Jaén —Manuel observa el encaje de sus palabras en el amigo.
¾Lo que sea Manuel —dice el otro recontando los municipales disponibles de un día para otro. De sábado a domingo.

Ya es de noche cuando termina el mitin. Manuel, Benito y tres más, todos armados, llevan una hora escoltando al autobús de los comunistas. Por delante, abriéndoles el paso. La marcha no pasa desapercibida en la Cruz Blanca, donde hay dos coches esperando al autobús, junto a ellos, varias personas alargan el cuello. Los ven y se quedan quietos. Nadie los sigue ni los molesta en el camino, cuando regresan al pueblo es ya muy tarde. Mañana hay que madrugar y todos se van a su casa a dormir.

Esa noche, mientras Manuel escolta a los de Jaén, alguien habla más de la cuenta en su taberna de la Carrera.

¾De mañana no pasa que Manuel tenga lo que se merece, ¿qué se habrá creído? Policía… —escupiendo la palabra policía entre vapores de aguardiente.
¾¿Pero qué estás diciendo?
¾Lo que yo te diga…—esta vez ha subido el tono como para que se enteren los que están cerca— Su merecido ¿te enteras?, que ya está bien de tanto comunista de los cojones.

El borracho parlanchín está al tanto de una estratagema. El diseño de un problema, abajo, en la fábrica del cruce de Arjonilla. El lunes por la noche avisarán a Manuel de un robo en la fábrica. Él acudirá como siempre, confiado. Allí pagará lo que debe por lo del mitin. Porque hay gente que solo aprende a palos. Piensan. Media hora después, al salir de la taberna el parlanchín, se encuentra con alguien de su confianza en la esquina de la farola.

¾Tienes que irte ahora mismo a la redonda, por lo de mañana —ante la sorpresa del borracho el otro aclara—. Hay novedades.
¾¿Ahora?
¾Ahora mismo—en tono convincente.
En la redonda le salen dos al paso. Son de los que no esperaba.
¾Ahora nos vas a explicar que le vais a hacer a Manuel —lo coge por la pechera, arrastrándolo contra la balaustrada.
¾Me cago en Dios —dice el borracho con la navaja ya en la mano, aplacado al notar el filo de otra en su cuello.
¾Despacito. Lo vas a contar muy despacito —el borracho sabe que no es una broma. Los vapores del aguardiente se evaporan de golpe, y la cabeza se le despeja más lúcida que nunca.

Comienza a hablar ante la presión de la navaja. Ha dicho los nombres, el sitio, la hora y hasta el dinero que le han dado. Lo que no ha dicho es dónde esconde la Browning de 6,35mm. Los otros se dan por satisfechos y lo sueltan.

El parlanchín se agacha por sorpresa, mete la mano en el calcetín y coge la pistola. Todo muy deprisa. Dispara tembloroso y falla. Error letal. En menos de un instante tiene clavada una navaja en la garganta. La pistola, de una patada, sale volando precipicio abajo. El cuerpo cae inerte y el silencio se hace dueño de la noche. Los otros se van despacio, cada uno por su lado. A la mañana siguiente el sol descubre el cuerpo de un borracho matado a navajazos. Cosas del mal vivir piensan todos.


                 Manuel Bellido Milla.

La soledad de los ancianos



Para acceder a la noticia y descarga del libro, haz clic en la imagen.         

Todos los seres vivos -sobre todo y especialmente los seres humanos- necesitamos una especie de líquido amniótico que nos sostenga, que nos nutra, y que nos ofrezca un hábitat común, un hogar, con el que podamos sentirnos identificados. 

Como es natural, este medioambiente compartido no nos obliga a mantenernos unidos, y habrá ocasiones en las que nos veamos obligados a tomar distancia por una necesidad impuesta o elegida. 

Pero, por mucho que nos alejemos los unos de los otros, seguirá existiendo un hilo conductor que nos delatará como miembros de una misma comunidad y, si ese hilo se cortase, quedaríamos desconectados del útero que nos mantiene realmente vivos. 

¿No han oído hablar de cómo los árboles se comunican entre ellos a través de sus raíces creando unas redes subterráneas que los unen por muy alejados que se hallen unos de otros?


              M. Luisa Niebla



jueves, 23 de abril de 2020

Olvidó el amor



Olvidó el amor una tarde de primavera
creyó que era verano y se durmió
había agua en el jardín, algunas flores mustias
otras alegres de vivos colores
pero esa tarde olvidó el amor

Estaba en un círculo de sentimientos
donde pensar era casi prohibido
sus poesías escritas sin emoción alguna
rompía unas tras otras sin dolor alguno

Olvidó el amor aquella tarde
y le importó ¡y le importó!
Dejó su memoria quieta
para ver si la luz del sol era cierta
y el universo seguía vivo

Llegó la noche sin amor y el olvido
y se preguntó ¿qué haces corazón?
¿te has parado? o ¿estás pensando?
su corazón no entendía estas preguntas

Y volvió a preguntarse ¿se puede olvidar el amor?
si las flores mustias viven en otras flores
y son nuevas semillas de ellas mismas
¿por qué el amor, no es la memoria viva del corazón?



                   Francisco Herrera López


La escapada







La casa ha roto la vigilia en la primera noche silenciosa. Después de semanas. Solo un gallo viejo absuelto varias veces, sitúa su ronquera por encima del corral. Desde hace rato, la niñez de unos ojos orbita nerviosa en la oscuridad. El muchacho, conocedor del compás del gallo, calcula la secuencia del quejido, y se desliza de la cama sigiloso en el momento justo. Ninguno de sus hermanos compañeros de colchón se percata de la huida.

Baja las escaleras negociando con la protesta de los escalones, rivales de Morfeo. Abre el postigo del patio e invita a pasar la claridad de un disco de luna. Avanza de puntillas, los pies descalzos, el oído alerta, y la vista fija en la puerta. Gira el pomo y penetra entre los resuellos huéspedes. Tres estrellas clarean en la percha. Se queda mirándolas muy quieto, ve otras tres en la pechera sobre el galán de noche, y se reafirma en su propósito hacia la cómoda. Abre la pitillera y rebusca hasta encontrar el anillo de papel. Nunca había visto antes esa marca: La Flor de la Isabela, un tesoro importante para su colección. Un triunfo por el que merece la pena arriesgarse. No puede sacarlo, está muy pegado. Mira el movimiento del cuerpo roncador, y guarda su botín en el bolsillo del pijama. Sale al patio y entra en la cocina.

La chimenea no ha descansado en la noche. Al amparo del calor crepitante coge el puro, saca el anillo de papel y lo guarda en su chinero secreto. Piensa en devolver el filipino, pero esta vez la incursión le parece más peligrosa. Amanecer de la prudencia en su cabeza infantil. Lame el puro que llena de aspereza su lengua, y lo tira reflejo sobre la fuente de magdalenas. Aunque al mirarlo de nuevo lo piensa mejor. Se imagina con chaqueta y sombrero, un puro en la mano y una colección enorme de anillos con todas las marcas. Se acerca a la chimenea, muerde la boca del cilindro como lo ha visto hacer muchas veces, escupe sobre los rescoldos, coge un ascua con las tenazas de avivar, y enciende el cigarro con mucho cuidado. A las tres caladas, la tos y un mareo traicionero lo hacen sucumbir sobre la mesa de la cocina.

La madre es la primera que se levanta y descubre el abatimiento del coleccionista intrépido. Ella es una mujer resuelta que lo entiende todo. Mira a su hijo rendido, observa al culpable humeante sobre el tablero, se muerde los labios abortando una sonrisa, y tras un amago teatral de cachete en el culo; termina como siempre, abrazándolo con su eterna retahíla, esta vez con sordina de madrugada. —Jesús, Jesús, que niño este —alzando las pupilas hasta las vigas del techo, la cabeza del niño en su hombro. Secretamente satisfecha.

Mi padre impone respeto, eso lo sabemos todos mis hermanos. Así que antes de que aparezca, me tomo el tazón de leche migada, dos magdalenas y un trozo de chocolate. —Toma, para que se vaya el mareo —me dice mi madre alargándome el chocolate. Cojo más, para asegurarme que no vuelva, y salgo corriendo a la calle aprovechando que ella se agacha a recomponer la chimenea. Al salir me la encuentro sola. No hay nadie aparejando a los animales. Mis amigos no saldrán hasta que el sol rinda a los tejados. Sobre ellos. Ni siquiera se escuchan las trompetillas de los primeros panaderos.

El gallo se ha callado al comenzar unos truenos en otra calle. Lejanos. Sopeso la situación y, entre las explosiones y los cachetes de mi padre, elijo las explosiones. Tengo prohibido acercarme a ellas, nos lo avisó nuestra madre a todos mis hermanos, eso fue en el encierro antes de la toma de Porcuna. Después también. La tarde de mi Santo, cuando llegaron los nuestros, y hubo muchos tiros en la calle Alharilla, el día que mis padres abrieron las puertas, y tuvimos que darle dos gallinas a un moro que entró en la casa, cogiéndolas porque quiso, sin decir nada. —Que se las lleve, que se las lleve—dijo mi madre.

El moro era el que mandaba porque tenía un fusil y una granada. Aunque después mi padre habló con el de las estrellas, y el capitán apareció con el hombre para pedirnos perdón. —Es un buen muchacho. Un bereber de Larache con un par de cojones. Lo primero que hizo fue repartir las dos gallinas entre cristianos y moros —dijo el de uniforme—. Con los ojos dulces, le dieron al moro una docena de huevos que le alcanzó mi madre, mirándolo maternal, tomando con sus manos las del bereber. —Sucran, Sucran —habló nervioso sin mirar a mi madre ni quitarle el ojo a mi padre.

Los truenos llegan desde la Carrera. Antes de llegar allí veo unas llamas grandes en lo alto de un camión. Asomo la cabeza por encima del muro. El de la calle Torrubia. Me asusto. Veo unos cohetes chocar contra las casas, raseros por la calle y subiendo por el aire. Algo explota y me da un golpe en el oído. Huele muy fuerte. Me quedo un rato en cuclillas, contra el muro sin saber qué hacer. De vez en cuando me asomo para ver los cohetes salir del fuego. No veo a nadie en la calle ni en los balcones. Avanzo cuesta arriba y asomo la cabeza esperando que se acaben las llamas. Es mucho más divertido que los fuegos artificiales de la feria. Al rato empiezo a aburrirme y decido dar un rodeo por la calle Salas hasta el paseo de Jesús. Todo menos el regaño de mi padre por haber cogido el puro, pienso. Empiezo a recoger casquillos porque quiero hacer un tren, veo llegar otro camión con mucha gente subida. Me escondo. Ellos se ponen en fila, gritándose, igual que los artistas en el teatro ambulante. Juegan a buenos y malos. Como nosotros en la calle. Al sonar muchos fusiles a la vez, los de espaldas a la pared junto a la iglesia, caen al suelo. Cerca de allí han puesto al felipe y a la leona, dos cañones muy grandes que conocemos todos mis amigos. Un hombre que pasa me pregunta que yo de quién soy. Me asusto y salgo corriendo para mi casa con los bolsillos llenos de casquillos. Grito el nombre de mi padre pidiéndole auxilio mientras aprieto en mi carrera. Cuando llego mi madre está en la puerta. Nadie me regaña. Mi padre me sube en su rodilla. El capitán me pone la mano en el hombro y me dice que, si estudio mucho, podré ser un buen militar. Abre una caja de madera en la que hay muchos puros, y saca de ella una estampa grande de colores: La Flor de la Isabela, con las letras en un arco; Manila, rotulado al pie. Entre ambas una selva de palmeras y un lago que asombran mis ojos. Mi padre me revuelve el pelo con cariño y suelta: —Manuel, Manuel.


    
                 Manuel Bellido Milla.

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