Manuel ha llegado a casa de madrugada. Antes de
amanecer, casi sin dormir, se marchó a la almazara del Camino Alto. La fábrica.
Al llegar al pueblo se lo dijo la Guardia Civil.
¾A
las ocho hay una junta para ver qué se hace con la cosecha —se conocen de sobra.
Manuel asiente.
¾¿Dónde?
—dice sin pensar en lo cansado que está.
¾En
la fábrica del Camino Alto.
Esa noche hubo trabajo en el pueblo. Visitas. Una de
ellas a la casa de Antonio, hermano de Manuel.
¾Mira
Antonio, que es mejor que seamos nosotros. Que hay mucho loco suelto por ahí, y
después, pasa lo que pasa… —Antonio no tiene más opciones que acceder. Su madre
se opone con firmeza, sin espavientos, con la entereza de su cuerpo pequeño.
Con los ojos.
¾Señora
Luisa, que su hijo va a estar bien. Mejor con nosotros que en ningún lado,
hágame usted caso —endulzando las palabras.
¾Es
mejor que nadie se presente por aquí…—tercia el compañero.
¾No
se preocupe usted, madre, que no me va a pasar nada.
La voz de Antonio se escucha profunda. Sentenciosa. Su
tono es el varonil de siempre. Voz grave aliada de la verdad, cómplice de sus
ojos, portadora del calor de unas manos que toman a las de su madre. Una voz inexpugnable,
que no ha sucumbido ante la visita inevitable.
¾Hablen
con mi hijo Manuel. Esperen a que llegue mañana de viaje —Luisa sabe que no
debe ceder, no puede hacerlo y, sin embargo, comprende que nada está en su mano.
¾Nosotros
hablamos con él, no se preocupe.
Se marchan los tres hombres. Sus pasos redoblan en el
silencio de la noche escarchada, sonoros, rítmicos. Es el compás de una melodía
fatídica. Al alba, cuando Luisa llega a casa de su hijo Manuel, él ya se ha
marchado a la fábrica.
¾Dile
a tu padre que se venga para acá. Que tengo que hablar con él. Y tú no te
mueves de allí hasta que te lo traigas. Díselo de mi parte. Dile que lo llama
su madre.
La niña que no ha cumplido siete años, obedece y se
trae a su padre de la reunión. No hay cosa más importante que la llamada de una
madre, y Manuel conoce bien el valor sereno de la suya.
¾Vete
ahora mismo y te traes a tu hermano Antonio —su gesto es serio. Resuelto.
¾¿Dónde
está?
¾En
la torre —Manuel comprende.
¾¿Quién
se lo ha llevado?
¾Dos
municipales. De paisano —el detalle es importante.
¾¿A
alguien más con él?
¾Él
solo —eso tranquiliza un poco a Manuel.
¾Está
bien madre, voy para allá.
¾Por
aquí no te quiero ver si no es con tu hermano —firmeza inagotable de una mujer,
súplica infinita de una madre.
¾No
se preocupe usted.
Nadie le impide el paso al entrar, ni los de uniforme,
ni los de la camisa azul. Son cuatro los que se cuadran ante aquella estampa conocida,
determinada, apacible. Lo conducen hasta el despacho del jefe.
¾¿Has
sido tú? —el prestigio de Manuel alcanza mucho más que los límites del pueblo,
tiene amigos muy cercanos al caudillo, y eso, eso pesa mucho en aquella
conversación.
¾Yo
mandé a buscarlo —dice el de azul Mahón—, tu hermano es mejor que esté aquí.
¾¿Qué
ha hecho mi hermano? —los dos se miran. Como si tuviera que haber hecho algo,
piensa el carcelero.
¾Tu
hermano no es que haya hecho nada, ya sabes.
¾Pues
entonces yo me encargo de él.
¾Mira
Manuel que ya ves cómo son las cosas…
¾Mi
hermano no va a salir de su casa —la determinación de Manuel pone en dudas al falangista—.
Tienes mi palabra —remacha Manuel conciliador.
¾Mira
Manuel, que no me hago responsable de lo que pueda pasar.
¾Compréndeme.
¿Qué le digo yo a mi madre si no vuelvo con mi hermano...?
No son las palabras, es el aplomo y la decisión que
contienen dentro. Una decisión inapelable, indomable, instantánea, un explosivo
cargado de sensatez y amor por una madre, por un hermano.
¾Está
bien Manuel. Pero después no me digas que no he querido proteger a tu hermano
Antonio.
¾A
mi hermano no le va a pasar nada. Mi hermano está conmigo. Lo sabes tú y lo
sabe el Copón Bendito.
Se miran un instante eterno. El de azul cede y alarga
la mano. Manuel se la estrecha y, nota entonces el medio kilo largo de la Astra
300 que lleva a la espalda. Montada. Por si las moscas.
Dieciséis años después, una noche calurosa releva a una
tarde abrasadora. En la casa de Manuel hay anunciada una visita. Son las diez. En
el parte de Radio Nacional, han contado lo de la nueva amistad española con los
Estados Unidos de América. Al llegar el hombre, los niños y las mujeres han
salido a la puerta de la calle, como lo hace el resto de vecinos a esa hora.
Manuel y la visita se quedan solos en el patio, junto al pozo. La penumbra genera
un aire de intimidad. Frente a ellos, una botella de Montilla, dos vasos, un
trozo de bacalao salado, y unas aceitunas aliñadas.
¾Mira
Manuel que, de aquello que le pasó a tu hermano…, menos mal que fuiste a por
él. Que no descanso yo si no es dándote las gracias. Después de tu hermano mandé
sacar al resto. Y no me pesa. Lo que hicieran con ellos después, ya no fue ya
cosa mía. Pero, a tu hermano, le puedo dar un abrazo cada vez que lo veo sentado
en la puerta de la taberna. Socarrón, con esa voz que Dios le ha dado, con su
marra en la mano.
¾No
te preocupes hombre, ya sabes cómo son las madres..., pero, ya que estamos, te
voy a decir una cosa.
Manuel alarga la mano hasta la mecedora junto a él,
rebusca bajo el cojín, y saca la vieja Astra 300, aún bien engrasada.
¾¿Ves
esta? —coge la pistola por el cañón—, a mi espalda estaba ese día. Ese día, o me
llevaba a mi hermano de allí, o no salía nadie de la torre —el otro asiente y
suspira. No es un suspiro de temor, es un suspiro de alivio, de descarga. Es el
suspiro de la conciencia apaciguada.
¾Lo
sé Manuel. Lo sé.
¾Pelillos
a la mar—dos miradas perforan la penumbra.
Manuel toma su vaso. El otro lo imita levantándolo.
Mudos. Beben de un trago el fino de Montilla, y Manuel se incorpora despacio
con la Astra 300 en la mano. Un perfume de jazmín penetra en la noche, rubricando
una despedida, junto al brocal.
¾Esta
va a dormir en el pozo desde hoy.
El sonido apagado brota de las profundidades del agua
oscura, es el cierre de una página aprendida de la historia. Dieciséis años
después.
Manuel Bellido Milla.
Nota: Relato basado en hechos
reales. Los diálogos han sido imaginados conforme la tradición oral.
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