Con tantos estímulos
externos para imaginar,
será lo más potente las
letras que contiene un libro y,
serán más consideradas
las artes de la creación y la didáctica.
En este cuento, quiero
suponer a una joven como protagonista, que pudiera ser yo misma, porque…
¿qué adulto no contiene
una adolescencia en su interior,
marcha bajo el abrigo del
crecimiento,
lanza a sus amigos
reflexiones ingenuas,
o se lamenta de que la
vida no sea más larga y la salud tan frágil?
Delante de la gran pantalla del ordenador que
mi padre me ha dejado usar excepcionalmente, conecto con la profesora y mis
compañeros de instituto. Los veo con movimientos cortados como si fuera una
suma de fotografías en ráfaga. La aplicación zoom.us es el espacio del océano.
Siento regocijo al escuchar las importantes voces de Andrés y de Pura, de Zoe y
de Izan… Todas sus opiniones y comentarios se traducen en ingeniosas expresiones
que me hacen olvidar la cúpula invisible y temerosa que nos aísla. Nos reunimos
una vez a la semana para corregir las respuestas de los ejercicios y la
aclaración de las dudas. Es ese orden, con el actual deseo de darnos empujones
jugando al baloncesto, enlazar los chistes ingeniosos a las palabras serias,
estirar el tiempo después de clase… lo que envuelve de alegría y de ilusión,
mi espera.
Aun así, estoy siendo
consciente de un nuevo anhelo que se ha incorporado a mi vida. Si en principio
fue una lectura obligatoria, ahora es una llamada agradable y fuente de
inspiración. En mi cuarto, al fondo de la casa, donde nadie me perturba después
de almorzar, me recuesto y el adhesivo fluorescente en la página, me abre el
sartal a una asombrosa aventura.
Resultó, que dos meses
después, tal vez años, hoy mismo, escribí inspirándome en aquel libro de La
Odisea:
¾¡Háblame recuerdo! háblame de aquel
hombre de multiforme ingenio que, después de destruir el mal que azotaba al
mundo, anduvo errando por él durante cinco años. Vio numerosas ciudades y
conoció las costumbres de muchos pueblos y padeció en su ánimo grandes
desengaños en cuanto que, procuraba ayudar a salvar vidas y dar crédito a la
razón ante tanta conjetura. Más, aun así, no pudo librarlos de las creencias
mágicas antiguas ni de los miedos oscuros como deseaba. Todos siguieron sus
propias locuras. ¡Insensatos! De tanto ponerse al sol y contemplarlo, se
quedaron ciegos y cogieron una insolación.
Aquel hombre multiforme,
quiso volver a su casa.
Deseaba demostrar los
afectos a los cercanos,
recogerse entre las sábanas
íntimas y delicadas de su hogar,
sentir los pliegues de la
vida cotidiana.
Pero a pesar de
extraviarse entre pantanos,
esquivar dos veces las
heridas infectadas,
remontó su promesa con
los nuevos compañeros de viaje que
compartían con él las
demostraciones equilibradas de la naturaleza,
el control de los defectos
y los excesos, y
perseguían el mismo
objetivo: el de llegar a casa.
Josefina Núñez Montoya
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