Una vez
escuché un vaticinio de alguien a quien luego taché de fatalista y paranoica.
Me dijo que era probable que el mundo tal y como lo conocemos iba a cambiar
radicalmente en un futuro.
En un
principio pensé en inundaciones, terremotos, tornados, en como la tierra
cambiaba físicamente, lo que menos me podía imaginar es que “ese cambio”
llegaría antes y en forma de virus. ¿Cómo algo tan pequeño podía hacer tanto
daño?
Como Jose
Antonio dejó escrito, no tenemos vacunas para remediar tanto daño, pero sí
tenemos la que puede curar nuestras mentes, nuestras almas y nuestros
corazones.
Es difícil
creer que debajo de una situación tan dura y dolorosa podamos encontrar algo
positivo, pero lo hay.
Con lo que
está ocurriendo, el ser humano saldrá fortalecido en sus relaciones familiares,
sociales y laborales. En los últimos años nos hemos guiado por un orden de
prioridades para mí equivocado. Trabajar mucho para ganar más y comprar
demasiado no nos hacía felices, pero insistíamos, buscábamos una felicidad que
quizás, tras esta lluvia de llanto de tantas personas, acabaremos encontrando
en las pequeñas cosas que pasábamos de largo, El rato de juego con los hijos,
tiempo para cocinar con amor, colocar jabones en los cajones de la ropa blanca,
besar mucho, abrazar mucho, reír mucho, charlar con los vecinos; pasear entre
semana con lentitud saboreando todo lo que nos rodea, el sol, la lluvia, la
risa de los niños en los parques, el aroma en las terrazas de los bares o el
salitre de las olas que rompen en las rocas; ayudar al desamparado conocido y
al desconocido, ver la bondad detrás de la
máscara de la maldad, volver a cantar en los balcones, acompañar y hacer reír a
los mayores.
Ahí está
nuestra felicidad, ha tenido que venir un granuja que se llevara la vida de
abuelos, hijos, nietos, hermanos, tíos, sobrinos, la del policía de barrio, la
de la enfermera de turno, la del médico de familia, la del pobre, la del rico,
la del negro, la del blanco, la del asiático, la del nonato… Todo para verla y
que nos haga desear cambiar.
Carmen Franco
2 comentarios:
Gracias -querida Carmen- por tu oportuno análisis de la situación actual. Te agradezco la claridad con la que nos urge para que nos decidamos a cambiar el orden de prioridades, para que abramos los ojos y descubramos que hemos de reorganizar todos los bienes, sí, la belleza, la economía, el trabajo, la diversión, y dirigirlos explícitamente hacia el acercamiento, hacia la comprensión, hacia el acompañamiento, hacia el servicio o, en resumen, hacia el amor de los que están a nuestro lado. Hemos de ser consecuentes con un principio: Hemos nacido para amar y para ser amados. Gracias
Acá esperamos que pase este susto de virus para volver al abrazo, en persona, en vivo y a color con reflejo de mar de Cádiz. Ojalá no tuviera una que vivir el contraste para seguir mirando con la misma intensidad. Por lo pronto, sí, aquí vamos valorando una a una las cosas que, antes seguras, ahora parecen tambalearse.
Mientras, mi cariño, desde el Pacífico mexicano.
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