Ulises y las sirenas (cuadro de John William Waterhouse)
Fragmento del canto IV
422 Como las
olas impelidas por el Céfiro se suceden en la ribera sonora, y primero se
levantan en alta mar, braman después al romperse en la playa y en los
promontorios, suben combándose a lo alto y escupen la espuma; así las falanges
de los dánaos marchaban sucesivamente y sin interrupción al combate. Los
capitanes daban órdenes a los suyos respectivos, y éstos andaban callados (no
hubieras dicho que los siguieran a aquéllos tantos hombres con voz en el pecho)
y temerosos de sus caudillos. En todos relucían las labradas armas de que iban
revestidos. Los troyanos avanzaban también, y como muchas ovejas balan sin
cesar en el establo de un hombre opulento, cuando, al serles extraída la blanca
leche, oyen la voz de los corderos; de la misma manera se eleva un confuso
vocerío en el vasto ejército de aquéllos.
No era igual
el sonido ni el modo de hablar de todos y las lenguas se mezclaban, porque los
guerreros procedían de diferentes países. A los unos los excitaba Ares; a los
otros, Atenea, la de ojos de lechuza, y a entrambos pueblos, el Terror, la Fuga
y la Discordia, insaciable en sus furores y hermana y compañera del homicida
Ares, la cual al principio aparece pequeña y luego toca con la cabeza el cielo
mientras anda sobre la tierra. Entonces la Discordia, penetrando por la
muchedumbre, arrojó en medio de ella el combate funesto para todos y aumentó el
afán de los guerreros.
La Ilíada -uno de los cimientos de
nuestra literatura y de nuestra cultura occidental- cuenta aquel episodio del
último año de la guerra de Troya en el que Aquiles demuestra su cólera contra
Agamenón, su comandante, quien le ha robado su esclava Briseida. Aquiles, tras
retirarse del combate, decide regresar movido por la ira que le causó la muerte
de su amigo Patroclo.
La relectura de este fragmento
del canto IV (adjunto) nos ofrece la oportunidad de identificar algunos de los
rasgos que han determinado su valoración como Literatura Clásica. Podemos
fijarnos, por ejemplo, en la riqueza de las adjetivaciones y en la fuerza de
las imágenes.
José Antonio Hernández Guerrero
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