Y
un clarín que rompe el viento anunciando un toro negro que da miedo ver.
Manuel
Alejandro y María Magdalena. Viva el Pasodoble.
Año
2020, un virus muy contagioso y mortal aparece en China y se expande por todo
el mundo. Al principio, visto desde otros países, parece que no va a llegar,
que no va a llegar con tanta intensidad o que, si llega, no nos va a tocar
padecerlo. Pero llega. Miles de personas sanas y enfermas de todas las edades
se ven afectadas. Se declara el estado de alerta. Justo los días previos, unos
van a los supermercados para abastecerse, porque no se va a poder salir de
casa. Otros no lo ven necesario. Son los menos.
La
actividad laboral presencial se para en la mayoría de las empresas y se
sustituye por la telemática. El personal continúa trabajando y estudiando lo mejor
que sabe y puede. Internet comienza a bullir. Además, se empiezan a crear
chistes sobre la hiperactividad que uno puede llegar a tener en casa. Muchas
personas no paran de proponer qué hacer de forma virtual y hasta en directo
como, por ejemplo, visitas a museos, clases de gimnasia o conciertos. También se
nos dan recomendaciones para evitar contagiarnos del virus si salimos de casa.
En definitiva, la mente, que es muy sabia, nos guía para no caer en el pánico y
sobrevivir en esta situación de incertidumbre que el virus, los informativos y
las decisiones políticas generan.
Curiosamente,
este virus ataca el sistema pulmonar provocando una gran dificultad para respirar.
La respiración es el primer acto al nacer, así como el último al morir. Entre
uno y otro, nuestra forma de respirar es el espejo de nuestra forma de vivir.
Quizás, el mensaje que la vida nos esté dando es la necesidad de parar para
observar nuestra respiración y acompasarla.
Encontremos
momentos para desconectarnos de internet y de nuestros pensamientos. Respiremos
un pasodoble bailando con nuestra respiración a ritmo alegre. Ahora inhalo en
ocho pasos: un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y ocho. Me paro, y vuelvo
a contar otros ocho para exhalar el miedo.
Recordando
a Rocío Jurando cantando Viva el pasodoble, pensemos que ahora el toro negro es
este maldito virus. Los toreros y los picadores son todos aquellos héroes que
están luchando contra él prestando sus servicios a los demás. Cuando todo
termine, siempre nos quedará en el recuerdo un pasodoble español que volverá a sonar
mientras lo bailamos a las puertas de la Ciudad Prohibida de Pekín, en la Plaza
de San Marcos de Venecia o en el Parque Genovés de Cádiz. Uno, dos, tres,
cuatro, cinco, seis, siete y ocho. Me paro, y vuelvo a contar otros ocho, para
soltar el miedo.
Pilar
Franco Naranjo
3 comentarios:
Oleeee
Ocho pasos que nos pueden sacar de esta locura. Ocho pasos para volar lejos. Ocho pasos para no olvidar lo que estamos aprendiendo.
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