Ahora que…
Compartir dos vidas, suele ser una
maravillosa aventura. Acercar dos caracteres, crianzas, adolescencias, gustos,
formación, culturas, pensamientos, sensibilidades distintas y convergerlas para
que unidas sean compatibles, requiere dosis extremadamente complejas.
Esto
suele ser en la mayoría de las parejas. No hay almas gemela,s como se suele
decir. Nacen en arroyos de vidas distintos y después de un trayecto más o menos
largo, convergen por unas hermosas razones en principio, el enamoramiento, éste
que desecha tantas cuestiones, que obvia lo imprescindible para llegar a un
lugar hermoso, sin ver solo ese momento de unir dos vidas para caminar por un mundo
propio, ajenos a otros, pero con una savia única: el amor.
Llegan,
como aventura que es, desechando peligros futuros. El presente es su estado
ideal, no hay más que, cogidos de las manos, caminar. He ahí la extraordinaria y
simbólica marcha. Dos seres distintos en muchas cuestiones personales deben estar
conjugando y moldeando su anterior forma de vida para que unidos armonicen y
compartan aquellas situaciones más fáciles de sobrellevar y, en aquellos puntos
distintos, respetarse, verlos con ojos de amor, afectos, generosidad y cariño,
ya que no se puede pretender que si no es con esos atributos sea posible una
buena armonía y un largo camino.
Francisco Herrera López.
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