Naciste en
el corazón del Puerto
Eras el
quinto vástago acunado
Tus ojos
almendrados
Descubrían
el mundo lentamente
Despertabas
precoz, inteligente y rebelde.
Vivías muy
cerca de la porteña ribera
Tus paseos
dabas, junto al río bullicioso
Afanado
mirabas, desde el final del espigón
A punto de
fundirse con el mar en cabecera
Veías la
Punta de San Felipe, la ciudad, el puerto,
Su bocana,
los barcos de la rada en formación
Iban a las
islas y a otras partes del mundo.
A quince
años, un traslado familiar repentino
Te cambió lo
inmediato, el habla, sus gentes
La capital
os acogió, se daban otras costumbres
En su parte
del cielo surgían colores nuevos
Tierra,
ocres, amarillos, azules, violetas
Plasmaste
obra con tu paleta y se admiró.
La pérdida
paterna y una afección pulmonar
Te llevó a
la sierra madrileña a reposar
Allí
compusiste tu obra cumbre a la ocasión
En un
momento de profunda conexión
Ahora
celebramos su primer centenario.
Sin saber lo
que sucedería en esa zona después
Donde la
libertad con sangre se defendería
Entre
colactáneos y camaradas, surgieron
Noches
negras, mortíferas, atronados bombardeos
Iluminaron
el cielo del Alto del león.
En tu tierra
fuiste perseguido y vigilado
Por la
ideología que siempre te acompaño
Compartida
por amigos, intelectuales, escultores y pintores
De tu
creativa e ilustrada generación
Dispuestos a
dar al mundo otra significación.
Marinero, tú
naciste, y fuiste sin viento trasladado
Tu viaje en
barco, tantas veces añorado, surgió
El conjuro a
la sirena, fue escuchado, sopló velas,
Roló el
viento, escoraste lentamente, hasta mar abierto
Te fuiste a
los confines, en crucero inesperado
Sin gorra de
capitán surcaste mares
Navegaste de
proa, para no ser abordado
Defendiendo
por el mundo derechos y libertades
Allí te cupo
por suerte, la esperanza por los lados.
El dragón se
reabsorbió, surgió la nostalgia
La luz del
horizonte se abría, era visible
El olor a
mar, del mar, se quedó en tú pituitaria
Era momento
de volver, de iniciar el regreso deseado
Tu casa de
la ribera de nuevo, tu llegada espera
Para
entregar aquello que sembraste y propugnaste
Y así,
descansar en polvo, en tu amada tierra
Donde tu mar
recogió tu cuerpo.
© Isabel Canales