Aquel que se distingue en la
estructura socialmente convenida, dominada y permitida, hasta reglada,
dispuesta al servicio meritorio, evitando que brille aquel que sobresale, hasta
dejarlo sin luz, más cruel aún, cegarlo, fue llegando lentamente al oírlo
crecer.
Temas en rojo punteados y
significados con la esencia de la vida, vinculados directamente con la parte
humana, de la satisfacción de sus necesidades básicas de intimidad, del deseo
de contacto, su expresión emocional, las señales de placer del amor, de los que
no puede revelar, ni compartir, por estar reprobados.
Sucediéndole, agitándole y
sumergiéndose en el fango del delirio hasta su foco, viendo y sintiendo el marasmo
ininteligible de la penumbra humana, observando sus álgidos momentos, la
reverberación de sus ondas, en la estela nebulosa de los turbios sentidos, en
concatenación secuencial de lo experimentado, vivido a su vez, de lo observado
y sentido, necesita plasmarlo para ser recordado.
Ahí es, donde las hordas pétreas,
padres espurios de la obligación ético-moral sin ser otorgada, la manifiestan,
ponderándose, surgiendo de la mediocridad consentida, con peso y socialmente
sublimada, enjuician y frenan.
©Isabel Canales
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