El zumbido de la máquina descolgó una gota que bajó sobre el
acero empañado. Gota construida a base de alientos, de mi aliento… del tuyo.
Descubriste divertida que ambos éramos testigos cómplices del deslizar del zumo
de alientos. Ruborosa, te enfrascaste en tus quehaceres con tu helado y las
paredes de su cucurucho, sin mirarme, pero consciente de mi atención. Una niña
pidió a saltitos su helado de turrón con voz punzante y dando golpes ansiosos
sobre el cristal del mostrador… y llamó tu atención, y la mía, y aprovechamos
la ocasión para cruzar de nuevo nuestras miradas… y pasaron tres siglos. Te
despertaste con una espesa y fría gota de chocolate recorriéndote las comisuras
de los dedos. Benditas servilletas de papel satinado, no absorben, y fue tu
lengua inteligente la que borró el marrón de tus manos… y el gris de mi jornada.
Antonio Díaz González
1 comentario:
Exquisito al paladar... al sentir encarnado de músculos y vísceras que saltan emocionadas desde el interior!
Gracias querido Antonio...un placer! ;)
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