Pocas veces he percibido tanta conexión entre una obra y su
prólogo como en esta novela de Mauro Barea, Terra incógnita.
Aquí, el historiador Salvador Campos Jara, nos orienta con una extensa
relación de anteriores trabajos sobre el personaje Gonzalo Guerrero, héroe
épico y personaje principal de la novela. Con su extraordinario conocimiento
del personaje, se pregunta también en estas letras si no servirá este texto
como herramienta para conocernos mejor nosotros mismos y afirma que Terra incógnita es
“una trama y documentación verdaderamente sólidas llevados con un pulso
narrativo magistral”. Y es que Mauro Barea podría haber aprovechado sus extensísimos
conocimientos sobre la historia de Gonzalo Guerrero para crear una buena novela
plagada de datos históricos, pero en vez de eso, decide hacer vivir a sus
personajes sobre emociones y vivencias nítidas, sin que el protagonismo de sus
datos históricos apabulle o ensombrezca la aventura épica de sus personajes.
Consigue así, no una buena, sino una magnífica e imprescindible novela con la
que despertar todos nuestros sentidos.
Mauro
Barea, mexicano residente ahora en Andalucía, nos describe el viaje de un
andaluz que, a pesar de haber permanecido en las sombras durante siglos, renace
de nuevo en nuestro imaginario mítico. Su
viaje, guiado siempre por un “Destino” inevitable, se desarrolla en el siglo XVI, en plena fiebre conquistadora
española. Un viaje hasta poniente hasta convertirse en renegado, náufrago, esclavo,
jefe militar maya, libertador y que, curiosamente, resulta el mismo trayecto que Mauro realiza ahora hacia levante buscando literariamente al héroe en esta obra.
Desde
el principio, se percibe en su lectura un aire poético que huye de la
descripción materialista
y vacía. Sus párrafos están cargados de riqueza narrativa, tanto de situaciones
como de términos, sin dejar a un lado un ritmo narrativo que va creciendo hasta
embriagarnos. Nada más terminar el primer capítulo, el lector ya se ha visto
envuelto en un misticismo maya, una atmósfera absoluta que está por encima del
bien y del mal. Y uno, que presume casi siempre de su agnosticismo, duda si no
será ese el verdadero espíritu de la humanidad, si no será ese ambiente de
volutas de incienso tan sólido como el rocoso y sagrado relieve de sus glifos y
paredes labradas, y uno comienza a dudar, también, de la artificialidad de todo
aquel tsunami que, terriblemente, los arrastró desde Oriente. En Terra
incógnita hay muchas referencias al Gonzalo Guerrero español, pero también,
y casi con más fuerza, al andaluz,
con su filosofía propia y bien definida, algo que egoístamente tengo que
agradecer a Mauro Barea.
Mauro
crea con esta narración un entorno, un mundo nuevo, mezcla del encuentro de las
dos formas de vivir. Y no solo lo hace con la atmósfera que crea, también lo
consigue con la figura del narrador. Pocas veces caemos en la cuenta de que la figura del narrador en una novela es un personaje más, otra de las creaciones del autor.
Pues bien, el narrador de Terra Incógnita no es Mauro Barea, es una
figura creada por él magistralmente, alguien que también se mueve, discurre y
habla desde una atmósfera nueva. Casi puede oírse su entonación neutra, sin
acentos, lo que le hace cobrar autoridad, tanto para describir una escaramuza
indígena en la selva del Yucatán como para moverse entre hijosdalgo y
castellanos rancios en una tasca española. No escribe desde México ni desde España,
sino desde esa mezcla equidistante de dos filosofías antagónicas. .
Resulta
curioso que, en esta orilla, se creara el concepto nuevo mundo para definir una realidad como
mínimo tan antigua como la nuestra cuando, a mi entender y coincido con Mauro
Barea, ese concepto debería ser aplicado al que surgió con el encuentro, al que
fue conformado con la mezcla de dos culturas muy diferentes.
En Terra
incógnita están muy bien descritos los intersticios de la conquista de
América. Las discusiones previas a las campañas, los planteamientos, motivos
personales, de honor, etc. de los hombres que se introducirían más tarde en la
selva para dominar a otros pueblos. Estos hechos se narran aquí con tal
naturalidad y con un realismo tan eficaz que apenas asoma, sin estorbar, el
indudable y extensísimo trabajo de estudio y documentación del autor. Terra
incógnita resulta una excelente herramienta para embarcarse en las
carabelas, sufrir los embates de las tormentas y demás calamidades y afrontar,
fondeados en alguna bahía, el nervio de ver indios entrando y saliendo de
selvas interminables y exóticas, pero también para caminar entre los soldados
del Mayab y sorprenderse con ellos de la llegada de las carabelas cargadas de
arcabuces, caballos, mastines, cañones y tambores, y sentir con ellos la
emoción y el terror de sus primeros estruendos.
Pero
no nos confundamos, de todas las virtudes de esta novela no hay ninguna que
borre un ápice su facilidad de lectura, su magnífica forma de llevarnos hacia
las emocionantes páginas finales, su control de la trama y su ritmo narrativo.
En definitiva, como en tantas otras historias épicas, ésta es una novela en la
que cada lector o lectora se va a reconocer en alguno de sus personajes y,
consecuentemente, va a disfrutar con cada página. Muchas felicidades, Mauro
Barea, por esta magnífica obra.
Antonio Díaz González
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