Para Juan Emilio, su amada biblioteca tiene un significado especial, forma parte de su íntima vida diaria. Para él, es un santuario que, como un monje,
callado y místico, alimenta su espíritu, y comparte con cientos de sus célebres
y amados acompañantes
Allí, imagina su particular Café Gijón, escucha muy atento a un enérgico
D. Ramón del Valle Inclán, en otra mesa un poco alejada observa a D. Antonio
Machado, en confidencias con su amor platónico Pilar de Valderrama, Guiomar. Su
mirada le lleva a admirados poetas de difícil carácter cómo Juan Ramón o
Cernuda, eternos insatisfechos, de Cádiz en sus paseos por Madrid y añorando a
su Caleta, ve a Fernando Quiñones y le pregunta por Miguel Pantalón “El Ídolo”,
ese cantaor que decían que era un genio con mal genio.. J. Emilio, alguna veces
cierra sus ojos brevemente y rememora a los clásicos griegos, son luces
literarias en sus escritos, en ellos están las raíces del conocimiento.
También a ese imaginario Café Gijón, llegó en años difíciles un poeta
peruano, Cesar Vallejo, triste, como su extraordinaria obra, a Emilio le han
otorgado en tres ocasiones uno de los premios más relevantes para los poetas
actuales, el Cesar Vallejo, y entre otros muchos reconocimientos, un premio muy
especial, el Nelson Mandela, lo tiene frente de su Pc, para recordarle cada día
su compromiso con la vida.
Sus ojos le llevan a ver un libro único, de un querido poeta: Vicente
Aleixandre, su poemario ”Labios como espadas” y el “Cuadernos de Velintonia”,
de nuestro poeta J. L. Cano con vivencias y confidencias con Aleixandre,
libro que deberíamos leer y es una
crónica del periodo más difícil para las
artes en nuestra reciente historia: el exilio interior a que fueron sometidos con
censuras, marginaciones, cárceles y campos de trabajo insignes escritores como ellos mismos o Leopoldo de Luis, Celaya y otros anónimamente.
Juan Emilio, acerca sus manos a obras de poetas que le causan dolor como
son Federico y Miguel, también coge “La arboleda perdida” de Alberti, añorando la
ribera del Guadalete y el olor a mar de su Puerto..
A
veces a Juan Emilio Ríos Vera, se le nublan sus gafas y su corazón late más de
prisa al encontrar algún libro que creía perdido. Su biblioteca es una fuente
de inspiración, ayer mismo hizo un poema para seguir emocionándonos.
Así que esta hermosa tarde nos hemos reunidos aquí para ofrecer un merecido reconocimiento a Juan Emilio y donde cada uno de los presentes también somos actores de este moderno “Café Gijón” que hoy derrama un especial perfume a literatura.
Francisco Herrera López
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