Sin estar, estuve en la Casa Encendida,
calle Angulo 1 Granada.
Aquel patio señorial, íntimo, descubierto
al cielo
Luis y Gerardo y algunos más
la señora Esperanza con su caminar lento
todo invisible, presente.
Andaba Luis entre sus primeros poemas
que alguna vez escribió, olvidó o destruyó
visibles de amores, quejas y pensamientos.
Un runrunear en su casapuerta
el puño de un innombrable envuelto en odio
a hacer daño en esa Casa Encendida
alguien tan inocente como Federico
chaqueta en mano y el terror de aquellos
días
Aquella Casa Encendida donde la felicidad
reinaba
quedó quieta como sus suelos y sus
columnas
que sostenían la felicidad de la
adolescencia y el compromiso.
Grande, Luis Rosales, tiempo de calumnias
vida a borbotones como su espíritu poético
llenos de belleza, intimidad, sabiduría
como los habitáculos de su Casa Encendida.
Francisco Herrera López
Septiembre 23
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