Me pregunto en ocasiones:
¿Si somos Amor, por qué no lo
entregamos?
¡Si nos miráramos, tocáramos, besáramos
más, seríamos más humanos!
Vivimos enfrascados en la rutina
inmediata, sin darnos cuenta del acecho de la sombra.
Una en nuestro interior, en el
exterior, otras de otros, y la zozobra.
¡En una cárcel social!
Un Beso en libertad
Atardecer desde la única esquina
qué firme quedaba entre escombros
rodeándonos edificios hundidos, en
ruinas
cuando mirando mis ojos de soslayo
estabas
también miraba a los tuyos,
como en infinitos momentos,
con la mirada fija nos seguíamos.
Un impulso acostumbrado al encuentro
visual
quieto y agazapado nos esperaba
estallo como las luces que nos
rodeaban
fue aceptado, esperado, reservado
entre nosotros, embravecido y dulce.
Sin despegar tus labios de los míos,
aún me mirabas sin ocultar empeño
en seguir contemplándome,
deleitándonos
poseídos por la unión esperada de
labios
bocas, cuerpos y brazos, en un beso
buscándonos, retorciéndonos, sin
despegarnos.
Sin importar estatus, religiones,
bombardeos, hambre, dolor, olor
y el horror de cuerpos aplastados
todo al unísono nos circundaban,
el amor nos arropaba, cubriéndonos
bajo una estela invisible en el
espacio.
Era el final del día, el horizonte
dormía.
Isabel Canales Martínez
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