Sin presión
No
entendía el por qué del persistente y terrible dolor de cabeza que volvía a
poner en tela de juicio su estabilidad emocional. La presión arterial le
avisaba una y otra vez: ella respiraba, intentaba tomarse con calma las citas
amorosas con su amante cibernético, mas aunque bajara el ritmo cardíaco, no así
la sensación de una granada a punto de explotar.
No
dijo nada. No quería molestar ni alertar innecesariamente, pero, algo tenía que
hacer, estaba claro.
Ella
sabía de concentración: durante tiempo practicó el Tai-Chi, pero la ola de
calor en la intimidad de su habitación, le superaba, máxime con la pasión que
ella desprendía al abandonarse en los brazos de su amado Marcelo.
Sabía...
Era un tumor: el tumor de la presión que él, por sus deseos ejercía sobre ella
siempre pidiendo más. Tan solo se trataba de comunicación, pero era inútil. Pasaron
unos instantes, mientras él dormía y maquinó la solución: primero programó el vídeo
para que no quedara ni un detalle al azar; segundo vistió su cuerpo de
“Salomé”, danzándole a los siete velos; cantó de Esperanza Fernandez, “Di, di
Ana”, hermosa nana que tantas veces en las noches en que Marcelo no conseguía
conciliar el sueño, ella... No podía faltar el sensual baile de bachata ni el
exuberante de salsa... a la postre todos los bailes que él tanto deseaba que
ella le regalara. Luego desnudó sus carnes, las que cubrían su hermosa
anatomía: entró en el baño y dejando la cinta encendida para que quedara
constancia de su total entrega, abrió sus venas.
Murió
de amor, ya sin presión.
Del
libro HISTORIAS SOBRE LA LUZ
Maritxé
Abad i Bueno
7/6/15
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