12.- Las enfermedades nos
descubren nuevos mundos
Sí –querido amigo Juan-, el bienestar no sólo es
compatible con la ancianidad sino también con las enfermedades. Todos hemos
podido comprobar cómo incluso esas dolencias y esos sufrimientos que los males
físicos acarrean nos pueden hacer más lúcidos, más tolerantes, más buenos e,
incluso, más felices.
Las enfermedades, igual que la vejez, desencadenan en
los seres humanos –pueden desencadenar en nosotros- profundas transformaciones
y ventajosos cambios. Pueden alterar, por ejemplo, nuestras manera de
relacionarnos con nosotros mismos, con las personas y con los objetos que nos
rodean. A veces nos acercan a algunos seres que antes estaban alejados y, en
ocasiones, nos distancian de un mundo que, ingenuamente, creíamos
definitivamente nuestro. Cuando nos sentimos mal, las palabras cambian de
significados porque las sensaciones, las emociones y los pensamientos adquieren
diferentes sentidos y distintos valores; porque se alteran nuestras jerarquías
de prioridades, de urgencias y de valores.
Es entonces cuando descubrimos nuevos alicientes en
unas tareas que antes nos parecían escasamente atractivas como, por ejemplo, un
silencio complaciente, una conversación amigable, un abrazo fraterno, una
melodía sencilla, un paisaje apacible o una lectura sosegada.
Y es que las enfermedades nos proporcionan –nos pueden
proporcionar- un mayor conocimiento de nosotros mismos y de los demás porque
nos persuade directamente de que el cuerpo sí tiene que ver con el espíritu, la
salud con la mente y la enfermedad con las emociones e, incluso, con las
pasiones. Las enfermedades nos proporcionan los argumentos más contundentes
para persuadirnos de que, por muy suficiente que nos creamos, necesitamos de la
compañía, de la comprensión, de la cordialidad y de la ayuda de los otros. Como
a Virginia Woolf, a mí también me sorprende lo escasamente que reflexionamos
sobre la enfermedad “considerando lo común que es, el tremendo cambio
espiritual que provoca, los asombrosos territorios desconocidos que se
descubren cuando las luces de la salud disminuyen, los páramos y desiertos del
alma que desvela un leve acceso de gripe, los precipicios y las praderas
salpicadas de flores brillantes que revela un ligero aumento de la temperatura,
los antiguos y obstinados robles que desarraiga en nosotros la enfermedad…”
José Antonio Hernández Guerrero
1 comentario:
La enfermedad es una oportunidad para ver con claridad lo que realmente es importante y, en consecuencia, poder valorarlo y disfrutarlo.
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