BREVE Y PROFUNDO
Por Ramón Luque Sánchez
Entrevista con PEDRO CASTILLA MADRIÑÁN
Reconozco que a estas alturas
de mi vida pocas personas son capaces de conmoverme. Pedro Castilla Madriñán lo
ha hecho en dos ocasiones. La primera fue cuando lo entrevisté en el programa
de radio A vueltas con la Literatura,
allí descubrí al hombre comprometido con la defensa de los derechos humanos y
de las personas más pobres, víctimas de la explotación de un capitalismo
salvaje; la segunda vez fue con la carta que escribió con motivo de su
septuagésimo cumpleaños, en ella se me reveló un hombre bueno y honesto, sin
dudarlo, un modelo a seguir para los que lo conocemos.
¿Pedro,
de verdad piensas, como dices en tu carta, que se nace a los setenta?
R.-Totalmente. Cargo una
mochila de hijos, nietos, vivencias, luces e ilusiones que me apertrechan para
disfrutar, mejor que antes, de este maravilloso camino que es la vida. Saboreo,
como nunca, cada paso que doy. Relativizo mis errores y preocupaciones,
engrandezco una sonrisa o abrazo y agradezco que la madre naturaleza me mime
con una gota de lluvia, con un rayo de sol o una brizna de viento. Para mí,
todo eso es nacer a la Vida.
¿Qué
le quita el sueño a un hombre de tu edad?
R.- Desde que duermo con
la cepac nada me quita el sueño, ja,ja,ja. Bromas aparte, me quita el sueño las
guerras, el hambre, la pobreza, el desempleo, la emigración, el deterioro
medioambiental, la pérdida de valores humanos, el deterioro de la justicia
social y el poco respeto a la Verdad. Siempre se ha dicho que si queremos
presente tenemos que luchar por la Justicia, pero si pretendemos futuro
tendremos que luchar por la Verdad. Me preocupa el inhumano presente y el
futuro que legaremos a nuestros nietos.
¿Por
qué hay que defender los derechos humanos?
R.-Porque la dignidad
humana es un derecho inalienable de todo ser humano, expresado en la
fraternidad, la igualdad y la libertad. Y porque debemos reencontrarnos con
nuestra esencia como seres humanos, cuando la recuperemos y la practiquemos
habrá paz y felicidad mundial.
¿Por
qué escribes?
R.-Porque me ayuda a
reencontrarme conmigo mismo y a descubrirme como persona. Es un acto de
profunda interiorización que te ayuda a vivir como piensa, a ser más coherente
con tus ideales, para no terminar pensando como vives. También porque disfruto
fantaseando con una novela, peleándome con un poema, despertando el ingenio y
la creatividad con una poesía o, sencillamente, por desahogarme con un artículo
de opinión.
¿Qué
es para ti la Literatura?
R.- Es un estilo de vida
Soltando amarras es el título de uno de tus libros. Estuve
en la presentación y viví un ambiente en el que se mezclaban lo épico y la vida
más simple y deliciosa. ¿De qué va este libro?
R.- De la pesca y de la
emigración gallega al litoral gaditano, principalmente.
¿Qué
es lo más bonito que te han dicho de esta obra?
R.- Mis amigos Gaspar Santos
y José Regueira, me pidieron que incorporara en la trama de la novela una
investigación de ellos, y que yo seguía sus pesquisas desde el principio, sobre
la muerte de 24 pescadores gallegos, durante la guerra civil, en el Estrecho de
Gibraltar. Además de asesinados fueron injuriados por ambos bandos, unos
dijeron que eran dos barcos armados por Franco y otros que eran espías de la
República. Ni una cosa ni la otra; pescadores que aliviaban el hambre en
Algeciras. Lo cierto es que en el “Morrazo”, de donde procedían todos, sus
familiares vivieron avergonzados desde entonces. El día que presentamos la
novela en Bueu, ante una rebosante sala con más de 600 asistentes, se
restableció el honor de tan dignos pescadores. Nada más que por los emotivos
llantos de los descendientes y sus posteriores abrazos, sobre todo el de una
señora de 89 años que perdió a su padre y hermano, mereció la pena escribirla.
Todavía retumba en mi alma las gracias y el beso que me regaló.
¿Háblame
de los otros libros que has publicado?
R.-Los dos primeros
fueron técnicos y los más fáciles de escribir. Animado por ello, decidí
escribir mi primera novela: “Y Pidamos perdón”, sobre mis aventuras en
Latinoamérica. Entré en la literatura como un elefante en una cacharrería.
Después, algo mejor, publiqué: “Matagorda, mito y esperanza”, sobre la historia
del astillero puertorrealeño, el ajetreo laboral, obligado avance tecnológico y
las luchas contra las “reconversiones”, descritas desde dentro. Luego “Senderos
de dignidad y Libertad”. Y el último que escribí: “Inversión social: La
felicidad de los pueblos”, del que me siento más orgulloso y satisfecho.
¿Quién
ha influido en tu vida y en tu obra? ¿Por qué?
R.-En mi vida literaria,
ha influido muchísimo J. Antonio Hernández. Cuando escribí Matagorda Mito y
esperanza, un amigo común, sin yo saberlo, le entregó un ejemplar a José
Antonio para que le hiciera una reseña en el “Diario”. Me fraguó, además, un
encuentro con él. Acomplejado y algo enfadado con mi amigo, acudí a la
temeraria cita. En lugar de encontrarme con un director de seminario,
vicerrector, catedrático, escritor de mil libros y célebre articulista, me atendió
una persona extremadamente sencilla que, en lugar de notificarme que ese no era
mi camino, como preveía, me animó y persuadió a seguirlo e invitó a integrarme
en el Club de Letras. Luego, como profesor, con su admirable dominio de la
oratoria y la retórica, su seductora forma de enseñar, excelente conocimiento
en cada uno de los géneros y su pasión por la palabra… él es la palabra, fue
contagiándome y enamorándome de la literatura.
Sin
pensarlo dos veces, di el nombre de un libro, un poema y un pensamiento que te acompañen
en la vida
R.- “La Economía del Bién
Común” de Christian Felber. Para mí, el poema enaltece a la literatura, es el
género que más me sobrecoge e interpela, así, rapidito, me asaltan “Los Nadies”
de Galeano, “No te rindas” de Benedetti o “Las Bienaventuranzas” de Jesús. Me
acompaña y ayuda su pensamiento-mensaje: “ Amaos
los unos a los otros como yo os he amado”
En
pocas palabras, ¿qué es para ti el Club de Letras?
R.-Un espacio mágico,
donde la palabra, como protagonista, nos une y hermana cultural, creativa y
hasta espiritualmente. Una unión que supera cualquier ideología y que nos anima
a continuar indagando y disfrutando en la inmensidad de sus posibilidades. Y,
en cada encuentro, la riqueza del mosaico de letras construido por los
compañeros, por ejemplo, tu magistral poesía, nos hace identificarnos aún más
con la palabra y, por ende, crecer más como personas. Sin duda, un espacio
mágico.
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