Ahí está la guitarra,
sola
sola, en un rincón
esperando
que unas manos la mimen
sin saber, cómo, ni
cuándo.
Sola, triste y apagada
sus cuerdas ríen o
lloran
son el espejo del alma
del alma de quienes la
tocan.
Llora, desvaída, silenciosa
ella espera como un
sueño
que la haga sonar y
cantar
el corazón de su dueño.
Llora, guitarra llora,
llora por soleá
y ríe, ríe por alegrías
que nadie sabe tus
penas
nadie, nadie como la
seguiriya.
Llora, guitarra llora
no dejes de llorar con
la poesía
que Juanjo Téllez le
escribe
al “hijo de la
portuguesa” su amigo, Paco el de Lucía.
Francisco Herrera López
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