Puntos
de partida: lo que soy y sé, la reescritura y la lectura
Podríamos considerarlo
como un punto de partida. Comienza el curso y aparece como si fuera un inicio en
el aprendizaje de las letras, si acaso como continuar en segundo de educación
primaria con el afianzamiento de la lengua porque nuestros perfiles se han
dibujado, en diferentes niveles, por la lectura y la escritura. Todos tenemos
unos conocimientos previos que son otro punto de partida. Pero lo cierto es que
aún teniendo bagaje en el conocimiento de las letras, el proceso para adquirir
la competencia poética o narrativa es largo y personal si nos ponemos a ello
con compromiso. Hay un pasado lector y escritor sin duda en cada uno de
nosotros que como una alfombra en la entrada, sirve para limpiar los zapatos o
cambiarlos por unas zapatillas cómodas según la familiaridad con la casa.
Así pues, se abre la
puerta al curso 19/20 y debiendo acortar el texto y priorizar qué quiero decir
y por dónde dirigiría mis pasos si fuera mi primera inmersión en el curso de
letras, con personas ilusionadas y estimulantes, con medios que pueden soportar
mis producciones literarias, plantearía la indisolubilidad de la lectura con el
acto de escribir un poco mejor.
Hay dos escritores en
nosotros. El que tiene la impronta de escribir lo llamativo y asombroso que
sentimos o ideamos en un momento, y el otro escritor que relee y perfecciona lo
ya escrito. Son dos habilidades que se unen para que el acto último de la
devolución de lo escrito, sea pulido y abrillantado, mejorado.
El escritor poeta o
narrativo, o ideativo, parte de la idea o/y de la emoción encontrado en el
exterior (lectura de Maestros, hechos que observa –que ve o escucha o vive-)
hacia un diálogo interior propio que le atormentan o le lleva a conclusiones
que le empujan como una corriente motivacional a expresarse. Es el reto y la
necesidad unidos. Es la fuente y fuerza de inspiración basada en la alerta del
que desea aprehender algo potente para luego transmitirlo. Ese destello intuitivo, se ha de reflejar por
escrito en nuestro caso, se hace necesario retenerlo y fijarlo. No obstante,
seguiría imperfecta la producción si no revisamos y reescribimos lo dicho por
escrito. Aparece entonces el escritor crítico. Ese escritor que ha vampirizando
los conocimientos, -conceptos, procedimientos y actitudes-, en otras fuentes
literarias que lo van dotando de profesionalidad técnica, precisión en el
lenguaje, y conocimiento literario en general. Es como si un escritor en esta
segunda fase de la escritura se disociara de sí mismo, de aquel que escribió
reteniendo la voz de un momento intenso, y se convirtiera en un lector objetivo
y distanciado, un crítico literario de su propia obra.
Tanto en el escritor de
la impronta intuitiva como el escritor crítico se diluye la lectura planificada
como procedimiento para madurar la escritura.
No existirá el escritor
crítico –y es adónde quiero llegar- si no nos hacemos buenos lectores.
En este sentido, el
escritor en su doble vertiente, se beneficia de la lectura, no ya como
entretenimiento, sino como lectura formativa, porque el autodidactismo lector
se acomoda a las necesidades personalizadas del aprendiz. Una lectura se le
puede desgranar en sus partes: estructura, acción, entorno y personajes; servir
de modelo o contradecirla. Las posibilidades son amplias. Cada libro es en
definitiva un maestro que nos confronta con nuestras concepciones literarias,
estableciendo intersecciones, elementos comunes, disyunciones…favorecedoras
siempre de nuestro desarrollo creativo como escritor o escritora.
¿Por dónde empezar? ¿Cuál
es el punto de partida en este proceso de enseñanza aprendizaje de la
literatura? Sin duda, nos gustaría
escribir como lo que leemos cuando disfrutamos de la lectura abalado por todos
los que escriben y escribimos. Los maestros y maestras de nuestra escritura
están en sus letras. Palabras, párrafos, enlaces, recursos…se encuentran en los
libros.
Es por lo que resumo, que
la acción en la lectura, es un punto de partida y de acompañamiento para toda
la vida de un escritor o escritora, si se quiere engrandecer, mejorar, o ser
más completos. De ahí que, haya que adquirir dos momentos metodológicos, uno de
lectura rápida, de inmersión de disfrute entretenido y otra de inmersión
formativa, pausada e intencionada, de cariz absorbente y desmenuzante, para
aprehender con mente avizora, atenta y vigilante, imitativa o no, el legado
generoso del trabajo de otros escritores.
Josefina Núñez Montoya.
Coordinadora del Club de Letras de las Reseñas bibliográficas.
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