Imagen tomada de: https://www.istockphoto.com/es/ilustraciones
¾Buenos
días doctor. ¾Le digo con aire
preocupado.
¾¿Qué
le pasa? ¾Me responde con cara
de estar muy atareado.
¾Es
mi estómago. Son unos dolores que me repinten una y otra vez.
¾¿Desde
cuándo? ¾Muy serio.
¾Desde
hace mucho tiempo, no sabría decirle: ya ni me acuerdo.¾Me quedo pensando.
¾Ya
¾asiente en
posición docta¾. A ver, dígame
donde le duele exactamente.
¾Es
aquí en esta parte. ¾Le
señalo la parte superior derecha de mi estómago bajo las costillas. Él, me mira
sentado tras su escritorio y pone los dedos en el teclado.
¾Se
va a tomar estos analgésicos dos al día, y si le sigue doliendo, duplique la
dosis hasta acabar la caja. Y, no se preocupe, que a ese dolor lo vamos a meter
en cintura como está mandado.
Escribe, me da la receta, y pone cara de haber concluido.
Me levanto buscando sus ojos, y a cambio, me ofrece gestos afirmativos mirándome
por encima de sus gafas.
Una vez en la calle, sigo pensando en el analgésico, y
en el hecho, de que el doctor no se interesara por las causas, por el origen de
mi dolor, y es entonces cuando no puedo evitar preguntarme: ¿Realmente es
posible remediar algo atendiendo a la eliminación de los síntomas; únicamente?:
de nuestro cuerpo, de los conflictos familiares, de las relaciones con nuestros
vecinos, de los problemas de nuestra ciudad, del tipo de medidas para
solucionar los conflictos de convivencia…
En la esquina de la calle me encuentro de sopetón con Pepe,
que interrumpe mis elucubraciones. Nos saludamos con afecto y hablamos un rato de
las noticias más calientes del día, de estos días, y entonces me asalta otra
pregunta: ¿Dónde queda Cataluña?, ¿más cerca de las causas o más cerca de los
síntomas?
Menos mal, que la pregunta me vino después de hablar
con Pepe, que si no, se me hace tarde para preparar la comida.
Manuel Bellido Milla.
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