El caudal de
información y otros estímulos de las ociopantallas, arrasan los cauces del
saber que cada uno tiene anclados. Tanta información desmemoria lo sabido, y
desvía la mayoría de veces el plan establecido en el escritor. Por ello, para
poder desarrollar lo que se ha establecido previamente, requiere especialmente
una buena organización y priorización del tiempo que tenemos, concentración y
voluntad.
A la
inspiración hay que entrenarla con la abertura de la observación selectiva y el
recogimiento del diálogo interior. Eso es lo que hace el escritor en su acto
creativo, seleccionar entre el cúmulo de gotas de agua que ha ido recogiendo en
un barreño abierto a inclusiones. Unas han brotado del interior y otras, del
exterior, incluso la práctica rutinaria de una técnica nos puede llevar a un
inicio de creación escritora. Las fuentes de inspiración provienen de sendos
caminos tópicos pero eficaces. Al combinarlas somos capaces de engendrar desde
un párrafo coherente hasta una novela de mil o más páginas. Escribir es un
oficio también, no exento de quebraderos de cabeza –adquirir competencias- y de
abandonar otros disfrutes mientras se hace –la vida misma-detrás de la puerta
cerrada.
La escritura
no se genera sola. En la formación de los rasgos de personalidad de un
personaje, por ejemplo, basta con observar una vida cotidiana de un vecino o un
personaje de una película, para ir introduciendo ficciones o autenticidades de
la persona que escribe. Ese inicio de encuentros, formales o informales, de
escuchas o colaboraciones, con esa vida optada, contendrán la posibilidad de
que sean transformados en personaje redondo o secundario en ese diálogo interno
del escritor o escritora.
Al conocer
estas vidas tangenciales a la nuestra, nos revelan vetas inconclusas de su saber
vivir, su saber ser, lo que conocen y cómo aprenden, tremendamente estimulantes
para esta actividad de creación. Estimulantes para hacernos muchas preguntas,
estimulantes para generar hipótesis de vidas con sus consecuencias.
Estimulantes como para poder comenzar, complementar o inventar una trayectoria
o una estructura narrativa. La escritura favorece que cada uno proyecte en el
otro su propio deseo, rellene los huecos.
En la película
“El buen maestro”, de Olivier Ayache-Vidal, el protagonista le sugiere a un
alumno que rechaza la lectura, que lea el libro de seis palabras de Hemingway
“el mejor de sus libros”, según él. Porque realmente esas seis palabras abren
al lector a su ampliación y justificación. Sucedió que era tan abarcable esta
lectura para el alumno que al conseguir el reto, y haber podido disfrutar de su
imaginación por primera vez que, deseó leer más, deseó hablar de ello, deseó
darle coherencia desde su perspectiva, y pudo defender su postura ante los
otros compañeros de clase. Su pensamiento se estiró como un chicle.
Con este
ejemplo llego a la conclusión de la relevancia de la lectura como fuente
externa de inspiración de cualquier escritor, en su nivel, con su tema
preferido, con los personajes seleccionados, con sus descripciones, etc., en
conexión con la vida misma1.
Josefina Núñez Montoya.
Coordinadora de Reseñas bibliográficas.
1 José Antonio Hernández, “La escritura
narrativa”. Club de Letras de la UCA. Curso 2019/2020
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