Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
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viernes, 11 de junio de 2021

La fiesta

 

Imagen: https://psicologiapositivauruguay.com/2012/03/29/la-vida-es-una-fiesta/

 

La mañana se abre con los colores de un pavo real, es primavera y todas las miradas regalan optimismo. El griterío crece al paso del auto blindado. Hasta su gris diplomático parece liberarse en la explosión cromática. La megafonía, exquisita como un pastel al gusto a los Rolling o del Boss. Las camisetas afloran como margaritas en un campo olvidado. Los asistentes acuden a ellas como niños a una bandeja de caramelos. Banderitas, chapas, gorras con visera, carmines en los labios, muñequeras, y un rastro de ilusión imprecisa, regada con aspersores de Maná contra el calor. Todo queda a juego con la estética televisiva más a la moda. Relegado el sentido común a los puestos del final, lo que allí se vende es un goce común para los sentidos. Un aluvión de ilusiones, mensajes de chuchería y fuegos de artificio a pleno sol.

Hay músicos teloneros, optimismo de tiralíneas, oradores que caldean el ambiente y cámaras de TV inaccesibles después en las hemerotecas. Para Laura es su primera vez. Su cabello rubio y rizado, su silueta moderna, su juventud, sus ojos azules y su falda mini, son los elegidos para acercarse al líder. Su ilusión irradia tres segundos de telediario junto al paladín de la oratoria.

La expectación embelesa a todos. Se espera una declaración importante. El discurso avanza como un carrusel, entre el cenit de la euforia y el valle de la formalidad. El juego de sostener la pasión discurre por ondulaciones discursivas. Eso lo saben los fabricantes de soflamas. Es la hora. Llega la apoteosis de cabaret, el número final de un espectáculo con todo el elenco en escena. El líder grita entre aclamaciones. Su rostro se congestiona de emoción y sus venas se agrandan antes de llegar al éxtasis.

En el camino de vuelta, Laura conserva su banderita, su pelo rubio y su figura de mujer joven que nace a la vida. Al penetrar en la casa, sus padres alargan una sonrisa que no logra engañarla.

Ella pregunta qué pasa. Su madre se echa a llorar. Hay un silencio que duele como una espina. Por fin la madre se recupera. El padre sigue cabizbajo anclado en su mudez. La madre al fin habla y dice que han cerrado la fábrica de su padre, que también han despedido a su hermano y, que el ministro ha dicho que las cierran porque no son rentables, que no merecen la pena. Ella piensa en su carrera. En la calle hay un altavoz que anuncia una gran fiesta en el barrio. En el Ayuntamiento —dice un megáfono— ha conseguido presupuesto para celebrar que ha llegado la primavera.


Manuel Bellido Milla

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