Como
tengo un carácter intrépido con un toque legalista y aventurero, tras finalizar
el Grado, me engullí en las oposiciones de Agentes de Vigilancia Aduanera que,
para entendernos, es como la Gestapo de Hacienda. Mi primer destino fue el
punto caliente del Campo de Gibraltar y mi primera misión, la “Operación
Corona”. Tras varios meses de investigación, llegó el día D y la hora H.
Detectamos una narcolancha fondeada cerca de la costa gaditana, descargando, lo
que parecían, fardos a un velero de alta gama. De inmediato se procedió a
establecer el operativo. La narcolancha, una vez terminada la descarga, inició
una huida apresurada, quedando a nuestra merced la embarcación recreativa
cargada de unos paquetes que, a simple vista, no se ajustaban, en tamaño y
forma, a lo que se esperaba. Era mi primera misión, quería aprender de los
compañeros veteranos, así y todo me pareció que esa embarcación recreativa me resultaba
familiar. Pero bueno, Luis, no seas incauto, cómo va a ser ese antiguo yate tan
fotografiado en las costas ibicencas y nadie se ha percatado, pensaba en
silencio mientras observaba a los demás agentes actuar con absoluta normalidad.
Cuando,
ya en la playa de Cortadura, fondeó el velero, obligado, creía yo, por nuestro
patrullero, los bañistas presentes se quedaron boquiabiertos ante tremendo
espectáculo y hasta pararon en sus quehaceres los que practicaban cruising por las dunas adyacentes. Los
agentes aduaneros entramos en el lujoso barco y allí nos encontramos con un
señor, de sobra conocido, y sus dos fornidos guardaespaldas, rodeados de maletines
cargados de euros, contratos y extractos de cuentas bancarias. Con diligencia
me dispuse a decomisar el contenido incautado, cuando me comunican que este
señor tiene valija diplomática, inviolabilidad, aforamiento, inmunidad, que…
que ayude a descargar los bultos porque se va a fletar un avión para que esta
ilustre persona sea trasladada y pueda descansar de tan fatigosa travesía.
Dejé
de ser intrépido y aventurero, y aquí me veo, en mi nuevo destino de una
oficina cualquiera de la Agencia Tributaria, estampando sellos en expedientes
sancionadores de anónimos súbditos que se quieren revelar al orden establecido.
Ilusos.
Yayo
Gómez
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