Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
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domingo, 19 de abril de 2015

El imperio de los Derechos Humanos


                         
     ¡Derechos Humanos!  Un sueño, una causa, una utopía y una conciencia que crece y que hay que ayudar a crecer mucho más. Se van a cumplir 70 años que fue proclamada su Declaración Universal, y aún continua siendo una asignatura pendiente, conciencia a asumir, programa a realizar y educación a propagar.
   La historia de los Derechos Humanos es la historia de la lucha por los derechos humanos. Desde los esclavos que lucharon durante milenios por su liberación hasta los actuales inmigrantes que dejan sus vidas en la consentida tumba del Estrecho, y sus esperanzas en las cercas de la vergüenza, con sus concertinas de perversa maldad.
   Una antropóloga alemana decía “que el hombre actual es el eslabón perdido entre el primate y el ser humano”. Y es cierto, porque lo que se está construyendo (guerras, escandalosas desigualdades, hambrunas, miserias y sufrimientos, preocupantes índices de desempleo, inhumanos desahucios, devastación medioambiental, falta de respeto a la verdad y a la ética…) no es de seres humanos. El ser humano está por llegar y, su pronto o lejano advenimiento, dependerá de las acciones que acometan  las presentes y futuras generaciones.
   Grandes profetas o mártires que nos antecedieron, fueron ayudando a configurar una conciencia  de  fraterna humanidad. Jesús de Nazaret es un referente fundamental en la lucha por los derechos humanos. Su legado, a través de su vida, su Proyecto y sus enseñanzas suponen una extraordinaria contribución a ese proceso de humanización. Esa vocación de igualdad y libertad, ha significado la utopía de unos próceres o ciudadanía que han levantado y conducido la evolución hacia la propia humanización. Nuevas generaciones de derechos humanos han ido apareciendo al ritmo histórico del crecimiento de nuestra conciencia humana, y hemos de pensar que aún estamos por descubrir otros muchos. No hemos llegado, estamos en camino, y no dejaremos de caminar.
   Los poderosos que rigen los destinos del mundo, a través de este injusto y salvaje sistema económico, no se esfuerzan ni quieren cumplir con la actual Declaración Universal, porque pretenden que la ciudadanía mantenga el límite de sus aspiraciones utópicas en ese raquítico listón, que tanto les favorece.
   Una conciencia plena y lograda de los derechos humanos, equivaldría a una revolución integral democrática, feminista, de la paz mundial, de una constituyente donde prime la igualdad, la soberanía de los pueblos y el respeto a la biodiversidad,  la interculturalidad y a la integridad de un mundo pluripolar, el respeto a la madre tierra, a la libertad, a la verdad, a la justicia equitativa y a la vida. Entendiéndose por vida, el derecho a la alimentación, a la salud, al trabajo, a la vivienda, a la educación y a la cultura. Los países emergentes latinoamericanos, con sus solidarias instituciones supranacionales, ya han puesto la primera piedra.
    Este sentido de los Derechos Humanos quizás represente el atajo más válido, o la ideología más viva de cualquier partido político, para conseguir otro mundo mejor posible hacia la llegada de ese deseado ser humano. Ya no se pretende la Declaración de 1948, sino la utopía del sueño humano hacia la realización de su propia vocación universal: La felicidad compartida, cuando proviene del amor basado en la fraterna igualdad.
   Lo más importante, por tanto, no es defender la fracasada estructura económica actual, que tanto se aleja de este crucial objetivo, ni los partidos políticos, ni las leyes impuestas desde la desigualdad legislativa, ni siquiera defender las iglesias de distinto signo…Lo primero es defender la vida, la vida de cualquier ser humano, que si es sagrada, como no lo es el dinero o la economía que lo mantiene como dios. Y la vida de cualquier ser humano se protege con los plenos derechos humanos. Por ello, ante la realidad que vivimos, urge cambiar el imperio económico por el imperio de los Derechos Humanos. De lo contrario, poco a poco, este mundo terminará convirtiéndose en una barbarie. Y ya  se está abonando el terreno…
                                                                                        
     Pedro Castilla Madriñán
     Leído en Club de Letras de Cádiz 2015
                                              


     

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