Nueva
York es un enigma que se apropia del alma de quienes la pisan,
Su
vorágine de lenguas, una trituradora de vocablos, sus calles
llenas
de curiosos, que nunca aprenden, vicios llamados
neoyorquinos,
confunden ideas y banalidades.
Allí,
la emoción es grande como sus días de nieve y,
sin
embargo, esa inocente estrategia, cala los huesos.
Allí
sucumbió el talento, los sueños de poetas y escritores
sus
versos y novelas, andan perdidos entre adoquines silenciosos
Y
en restaurantes de dobles plantas y humos de sótanos.
Allí
el cielo no espera, está escondido, es un lobo celeste y gris
sus
fauces que no admiten perdón ni esperas, solo un reloj imparable.
De
arena fina y escurridiza, que llevan ríos de sangre.
Allí
me perdí, sin saber que era un sueño,
que
Walt Whitman se encargó de despertar
porque
en sus hojas verdes de cada poema
me
conducían a los recuerdos de mi infancia
dónde
las murallas eran insalvables
enredado
en un combate perdido de antemano.
Era,
cómo pretender cambiar el corazón de los rascacielos de Nueva York.
Francisco Herrera López. Primavera 2016
1 comentario:
Sugerente y bello este texto que nos transporta a la ciudad de los rascacielos y a los latidos que palpitan en su subsuelo.
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