En contra de los
juicios más generalizados entre los teóricos y los críticos de Literatura, me
permito opinar que la “ficción” no se opone a la realidad, sino que la amplia y
la completa, de la misma manera que la teoría no es lo contrario de la práctica
sino su entraña más esencial, su médula y su semilla. Hemos de reconocer que la
vida humana no cabe dentro de la razón sino que la desborda. La locura es ir a
ese otro lado de la razón y no saber volver, pero el artista y el poeta sí que
vuelven y luego se marchan de nuevo, siempre se las arreglan para tener
fantasías y hasta delirios para soñar, y, después, vuelven a la realidad para
hacerla vivir de una manera más intensa. La ficción es un nuevo poder sobre el
mundo para conmovernos y para hacernos reflexionar sobre las posibilidades de
seguir mejorando, para vivir de una manera más intensa y más humana. La
imaginación, sobre todo cuando está trenzada con los sentimientos, nos permite
tender puentes, desestabilizar la realidad, cambiar sus medidas, sus distancias
y sus colores. La fantasía, empujada por los amores y, a veces, atenazada por
los temores, nos acerca a lo que deseamos y transforma el valor de las cosas y las
dimensiones de las personas.
Fijaos –queridos
amigos- cómo Homero, Virgilio, Plauto, Dante, Rabelais, Shakespeare, Andersen,
Cervantes, Calderón de la Barca o Lope de Vega, reivindicando el prodigio y la
magia, utilizan la imaginación como herramienta, como palanca, con la que
amplían el campo de la realidad. Aunque la vida no podamos entenderla en toda
su complejidad, tenemos que trabajar para vivirla y para disfrutarla en toda su
plenitud posible.
Por eso leemos novelas
y por eso asistimos al teatro o al cine, con la esperanza –aunque sea
ilusionada- de que nos cuenten historias que, aunque la mayoría de las veces no
tengan nada que ver con nuestra vida ordinaria y ni siquiera van a ser
posibles, pero que nos pueden ayudar a descubrir el fondo misterioso de los
sucesos aparentemente más anodinos. Por eso seguimos necesitando todo ese mundo
de la ficción. Las ficciones nos permiten soportar y vivir la realidad
cotidiana que suele ser monótona y anodina. Como afirma Salvador Compán, en su Cuaderno
de viaje, “la novela es ese tipo de texto, matriz de otros muchos, que se
hace con trozos profundos de realidad y reduce al narrador a un simple minero
capaz de bajar a las últimas galerías para arrancar las vetas nunca vistas,
transportarlas a la superficie y exponer al sol sus mejores irisaciones.”
José Antonio Hernández Guerrero
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