Cierro los ojos y aún escucho tu latir acelerado...
Cierto: me abalancé sobre ti en el último bocado de la sobremesa.
Tu rostro, rostro de deseo y miedo a la vez. No, no estabas acostumbrado...
Lo cuento sin cuento. Así vos: sudorosa tu frente, el pulso ascendiendo por momentos, el jadeo de
tu pecho entrecortado, la temperatura de tu país semejándose a los 43º del mío:
mis carnes, tu país... Rígidos tus miembros preparándose para la descarga de
adrenalina -tus riñones preparados...-, labios inflamados, ojos caídos,
transfigurados, como tu voz que a penas emitir podía desde tu garganta
espesa...Tus manos no daban tregua a mi geografía sin fronteras... Yo, animal.
Celosa de tu saliva, de tu brotar continuo sobre mi vientre, una vez... y
otra... y...
La muerte vimos.
La muerte vemos al mirarnos de reojo tras las letras.
Y renacemos.
Maritxé Abad i Bueno
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