Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
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viernes, 21 de febrero de 2020

Nueva juventud: desde la Avenida al Café Central.





El trayecto entre la barriada de La Paz y la Avenida, no era como el camino de ir a la playa en el verano, rodeado de familias en bañador, sombrillas y patos salvavidas. La separación, que era urbanística también, alcanzaba más allá de la distancia en metros. Eso se veía al escuchar las guitarras, observar las posturas de los dedos sobre los mástiles, y al sonar las melodías de las canciones. Digamos que, ambos lugares, estaban separados por la distancia que mediaba entre Formula V y Cat Stevens. Creo que hoy existe la misma o mayor distancia, y no estoy seguro de que ahora, quede separada por la música. Aunque entonces sí.

Al local de San José se le llamaba El Centro. Al entrar en él, lo hacías en un espacio sin alma, un lugar de nadie, oscuro e impersonal; resignado al trajín de jóvenes que, en fugaces permanencias, no caían en su presencia elegante de sabor antiguo, ni en su dignidad ultramarina: habanera o bonaerense. El local, humilde anexo de la iglesia, tenía la serena estampa de los edificios de una sola planta, con doscientos años en sus piedras.

Algunas tardes, sonaban Mocedades, Nuestro Pequeño Mundo, Aguaviva, y Chano Domínguez con su añosa guitarra californiana: modificando en cada sesión los acordes que difícilmente aprendíamos el resto. Aquella fue una etapa efímera, fulminada por el derribo de los doscientos años de piedras neoclásicas; rendidas ante la modernidad de la visión urbanística de Don Camilo, mucho más que el párroco de San José.

En la calle Chile esquina Benito Pérez Galdós, había una escalinata de acceso a la Escuela. Eran las escaleras del esfuerzo y el estudio; tras ellas, se encontraba el futuro, situado a mucha distancia de las canciones de Mocedades y el desaparecido local. En esas escaleras, que aún resisten, no se tocaba la guitarra, aunque sí se hablaba de música: Pink Floyd, Resistencia de Materiales, King Crimson, Termotecnia. En sus escalones se medía la distancia de nuestros sueños, sabiendo que, al bajarlas un día, pisaríamos el terreno de las oportunidades tras la estela de la superación.

Pasados los años, en Madrid, buscábamos un lugar donde cenar. Al llegar a la plaza de Santa Ana, nos acercamos al cartel del Café Central. Esa noche actuaba Claire Martin. Entramos. El local estaba lleno y la actuación a punto de empezar. En la barra nos apretamos y pedimos sándwiches y cervezas. Al hablar con el camarero, mi acento viajó a mucha distancia, hasta Los Ángeles de California, el lugar donde vivía el pianista cubano de la noche anterior.

¾Disculpa: de dónde tú eres —me dice volviéndose.
¾De Cádiz —respondo expectante.
¾Sabía. El mismo acento que Chanito.
¾¿No será Chanito Domínguez?
¾Mañana tomo un avión para Los Ángeles. Pasado mañana lo veo que grabamos, ¿lo conoces tú?
¾Dile que cuando venga, tenemos que ensayar en El Centro con el grupo Nueva Juventud —pareció tomar nota.
¾Nueva Juventud —repitió estudiando mi mirada—. Me acordaré.

Claire Martin pasó al escenario entre suaves aplausos, y la música del Central nos envolvió a todos. La cita con Chano aún no se ha producido. Él, como todos, o casi, sigue transitando por las escaleras de la superación, a estrecha distancia de la Barriada de La Paz, la iglesia de San José y el callejón del Tinte: el Conservatorio donde subió sus propias escaleras.

La cita queda para otra etapa.

Fotografía: https://demum-2012.blogspot.com/2018/07/claire-martin-quartet-cafe-central.html. Actuación de Claire Martin Quartet, Café Central Madrid, 08/02/2018.

                 
         Manuel Bellido Milla
          


2 comentarios:

Unknown dijo...

Magnífica rememoración de aquella noche en Café Central, Manolo...

Manuel dijo...

Mi Madrid acogedor.
Tengo promesa de volver siempre al Central.

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