BREVE
Y PROFUNDO
Manuel Bellido Milla
Por
Ramón Luque Sánchez
Que
la ilusión nunca nos abandona. La altura de miras y las ganas de mostrar ese
interior fecundo que nos habita, es lo que nos hace levantarnos y abrirle las
puertas. A partir de ahí, solo nos queda disfrutar y ponernos en camino. Manuel
Bellido Milla, a quien va dedicada la entrevista, debió sentir esto mismo al
descubrir que la vida le daba una nueva oportunidad tras su jubilación. La
Literatura y los sueños juveniles, en otro tiempo aparcados por el trabajo y la
dedicación a su familia, pidieron paso hasta hacerse presentes. Esto y el Club
de Letras, del que es miembro activo, lo empujan a escribir y publicar. Recientemente,
veía la luz su segunda novela: Raíces en el mar.
Manuel, dedicaste tu vida profesional
al mundo de la construcción naval y la aeronáutica, ¿qué empuja a un ingeniero
a adentrarse por el camino de la narrativa?
R.-. Siempre sentí la
necesidad de escribir. Comencé a trabajar muy joven, con dieciséis años. El
tiempo lo invertí en mis estudios de Maestría Industrial, Ingeniería Técnica y el
trabajo en Astilleros Españoles; fueron años difíciles; más tarde, la fascinante
entrada en el mundo aeronáutico: primero en CASA, después en Airbus;
una profesión en la que he sido feliz y a la que le he dedicado treinta y tres
años. Pero dentro llevaba la simiente del amor por la literatura, que brotó con
mi desempeño profesional en la consultoría medioambiental. Ahora, una vez
jubilado, por primera vez tengo tiempo de escribir.
¿Cuándo empieza tu afición por las
Letras?
R.- Mi interés por la
literatura nace desde niño. Con trece años me lo descubrió un educador
salesiano de la escuela de las canteras, en Puerto Real. Desde entonces,
tuve la tendencia a apuntar reflexiones y escritos que ahora me voy encontrando
entre libros viejos y carpetas olvidadas.
Antes de meternos en tu producción
literaria, ¿con qué género literario te identificas más? ¿Qué escribes
habitualmente?
R.- Soy un aprendiz
de la vida y la palabra aprendiendo es mi favorita. Siempre sentí mucho interés
por la historia y la novela histórica, porque considero que el ser humano no
cambia en esencia, razón por la cual, se puede aprender mucho de nuestras
huellas. La historia no como una enumeración de hechos y datos, sino como un
magisterio. En La historia como sistema, decía Ortega que el ser humano
es gerundio y no participio, por eso es tan importante conocer, aprender y
evolucionar.
¿Qué autores han influido en tu
concepción de la Literatura y te han empujado a escribir?
R.-Desde siempre sentí inclinación por el ensayo y la
filosofía. Eso se lo debo a mi madre. Para empezar los cásicos griegos y
romanos a los que acudo de forma recurrente, Isaiah Berlin, Erich From, Alexis
de Tocqueville, José Antonio Marina, Rafael Sánchez Ferlosio, María Luisa
Bombal…
Tu primera novela, titulada “Cita en
Trafalgar”, se publica en 2016. Por el tema, deduzco que es una novela
histórica. ¿Qué aporta esta novela al tema de la famosa batalla de Trafalgar?
R.- Decía Confucio que el arte de la guerra está
basado en el engaño… Opino que es así porque cada guerra esconde un interés
económico inconfesable.
Cita en Trafalgar no es una historia sobre la conocida batalla. La novela se sitúa en sus
prolegómenos y, siguiendo el aforismo de Confucio, trata sobre las motivaciones
que pudieron ocultarse en aquel episodio. Por otro lado, es una aventura de
contrabandistas en mitad de una guerra.
¿Qué pondrías y qué quitarías en tu
obra literaria?
R.-Nada quitaría. Todo está por escribir. La obra literaria son las huellas
del escritor. Incluido su estilo. Todo está en construcción. Nadie puede volver
atrás para suprimir sus huellas sin dejar otras nuevas. Avanzar aprendiendo es
lo que me enriquece como persona.
¿Qué opinas del panorama editorial
español? ¿Se publican demasiados libros para tan poco como se lee?
R.-El universo editorial es un mundo complejo lleno de humanidad. Mas allá
de él, pienso que atraer las personas a la lectura es habituarlas a pensar, a incitar
su reflexión: el camino de la madurez hacia la libertad. En el ámbito industrial
del que vengo, cuando se quiere encontrar la causa raíz de un problema, nos
preguntamos cinco veces por qué. Preguntas encadenadas que te llevan a
preguntas, y así hasta conocer la causa o las causas raíces. Es un juego de razonamiento
que, practicado con honestidad, nos ayuda a resolver problemas complejos. ¿Te
imaginas un pueblo de personas libres y reflexivas que se pregunten con
honestidad?, ¿a quién le interesaría ese modelo y a quién no? No solo leer,
también escribir, escuchar y hablar. Opino que son cuatro disciplinas esenciales
para la educación desde los tres a los diecisiete años. También después.
Tu segunda novela, Raíces en el mar”,
aparece recientemente. ¿Por qué aconsejas leer esta novela?
R.- La novela nos lleva hasta la bahía de Cádiz a finales
del XIX. Muchos y graves sucesos ocurrieron en la España de aquel periodo. El
lector que se adentre en Raíces en el Mar, descubrirá una constante en
la historia. Esto es, que ningún hecho histórico sucede de manera aislada o
casual, pues los hechos suelen ser la consecuencia final de una manera de
conducirse. El lector de Raíces en el Mar tiene la oportunidad de
reflexionar sobre aquellos sucesos, su reflejo en la situación actual de España
y las opciones actuales a nuestro alcance para proyectamos hacia el futuro.
¿En qué proyectos andas metido
actualmente?
R.-Tengo el proyecto muy avanzado de una tercera novela, aunque, actualmente
estoy con María Alcantarilla. Con ella estoy descubriendo el universo de la
literatura. De navegar por el mar de mis sueños literarios, mi solaz, he tomado
nuevas herramientas, levantado el vuelo y descubierto el horizonte. Volar es mi
proyecto.
Sin pensarlo dos veces, di el nombre
de un libro, un poema y un pensamiento que te acompañen en la vida.
R.-El vuelo de la inteligencia de José Antonio Marina es un libro que trato de
tener siempre a mano, también las Meditaciones de Marco Aurelio. Hay un poeta,
Antonio Machado, y un poema suyo, por tierras de España, sobre el que me
gusta reflexionar a menudo y, si me preguntas por un pensamiento, hay un lema
que intento llevar siempre conmigo: piensa, respeta y vive.
En pocas palabras, ¿qué te aporta el
Club de Letras?
R.- Mucho y bueno. De vosotros los compañeros, el respeto, la calidez y la
sensibilidad que se respira en nuestros encuentros y trabajos y, de manera
especial, la grandeza del magisterio de nuestro querido profesor. Muchas veces
en nuestras sesiones, he tenido la impresión de transportarme a una de aquellas
escuelas atenienses de filosofía. Aquellas reuniones no debieron ser muy
distintas a las nuestras. Todo un privilegio.
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